Por Ricardo Vicente López
La historia nos permite ver las diversas formas institucionales que se han dado los pueblos para garantizar una convivencia feliz y en paz. También nos muestra muchas experiencias en las que un sector, por lo general muy pequeño, ha llegado al poder y sometió al resto, de muy diferentes modos. Cada uno de ellos se tomó un tiempo para reencontrar el camino perdido.
Digo esto, porque muchos estamos sorprendidos con el fenómeno político de los llamados “chalecos amarillos” por la identificación que adoptaron. Por su espontaneidad, por no mostrar una forma definida de organización, por su falta de cabezas conductoras, por su rápida expansión, es difícil desentenderse de él y tomar distancia, por la fascinación que nos genera. Este tema merecerá, tal vez, un tratamiento especial en otra nota, porque está en pleno desarrollo y por su novedad no es nada sencillo aventurar un análisis. De todos modos, al compararlo con esa cierta parsimonia y prudencia con las que hoy nuestro pueblo, y gran parte del entramado de lo que se llama “oposición”, responde, ante situaciones similares o peores, nos obliga a pensar.
Para acercarnos al proceso europeo es necesaria la opinión de un analista de primera línea internacional. Por ello acudo a la palabra del Doctor Alfredo Jalife-Rahme (1948) médico cirujano; analista político mexicano, especializado en relaciones internacionales, economía, geopolítica y globalización. Fue invitado a dar un curso en la Universidad de Tréveris, Alemania, y fue galardonado con la Cátedra UNESCO. Es Profesor de la Facultad de Contaduría y Administración de la prestigiosa Universidad Nacional Autónoma de México. En 2003, fue nombrado el “mejor analista de asuntos internacionales de México” por la revista Líderes Mexicanos. Publica regularmente en periódicos como La Jornada y El Financiero.
Amigo lector, le pido perdón por extenderme en su currículo, cosa que hago con mucha frecuencia. Pero, insisto con una explicación. En una época en la que tanto charlatán habla sobre cualquier tema, con aires profesorales, es necesario separar la paja del trigo, para no ser víctimas del manejo perverso de la información. Fundamentalmente de los medios y las agencias internacionales que realizan un meticuloso trabajo de desinformación. Permítame agregar la definición de la Academia respecto de esta palabra:
“Dar información insuficiente u omitirla; dar información intencionadamente manipulada al servicio de ciertos fines”. Es necesario no olvidar esta definición porque el lenguaje coloquial y mediático la utiliza como “no tener información”. ¡Esto no es inocente!
Pasemos ahora al artículo que el Doctor Jalife-Rahme publicó, hace algunas semanas. Los antecedentes del autor nos obliga a leer con mucha atención el análisis que hace del fenómeno de carácter insurreccional por el que atraviesa Francia. Es, en mi opinión, un aporte muy importante cuando se trata de comprender el mundo actual. Su título tiene algo de provocativo: “Chalecos amarillos – hoy no hay más derecha ni izquierda: sólo el pueblo contra la élite”. Lo plantea en estos términos:
“Estalló en Francia la nueva revolución de los chalecos amarillos: 50 años después del movimiento de París 1968. Thierry Meyssan, de Red Voltaire, juzga que Macron le debe su campaña a Henry Kravis, jefe de uno de los mayores emporios financieros de la globalización, la KKR [[1]] y a la OTAN. Esa onerosa deuda hace hoy aún más difícil la solución de la crisis de los chalecos amarillos. KKR es uno de los principales fondos de inversiones donde opera el ex director de la CIA, general David H. Petraeus: uno de los principales proveedores de armas de los yihadistas. Para Thierry Meyssan, el problema de los chalecos amarillos es profundo y no podrá resolverse sin cuestionar la globalización financiera, cosa que Macron no puede hacer. Según Meyssan, Occidente devora a sus hijos, al atravesar una crisis existencial y de oposición a la globalización financiera”.
Afirma el Doctor Jalife-Rahme que causa mucha preocupación la confrontación del Presidente Macron con los generales, cuando al inicio de su mandato, hace 19 meses, despidió al jefe de Estado Mayor, Philippe DeVilliers:
“Quien se opuso a sus medidas neoliberales que favorecen a la parasitaria banca globalista y desmantelan al ejército nuclear francés. Ahora un grupo de generales franceses ha redactado una carta abierta a Macron a quien acusan de cometer traición (sic) por firmar el Pacto de Migración de la ONU contra la soberanía de Francia”.
Un problema que surge de este análisis es la dificultad conceptual respecto a cómo calificar y encasillar a los “chalecos amarillos”. Lo que se puede afirmar hasta ahora es que no parece que se pueda encontrar una solución satisfactoria. Los “sublevados” no bajan sus exigencias y, hasta en algunos casos, las aumentan. Se debe agregar que su ejemplo comienza a encontrar réplicas en otros países de Europa, con un riesgo para el sistema de que se extienda más aún.
El Doctor Jalife-Rahme agrega a su argumentación el aporte del filósofo ruso Alexander Dugin, analista geopolítico, que se posiciona contra el Nuevo Orden Internacional. En sus investigaciones llega a la conclusión de que es necesario pensar un nuevo contenido parta el tan manoseado populismo. En este sentido, el filósofo ruso señala:
“La marca principal del populismo europeo moderno es que modifica radicalmente el antagonismo entre izquierda y derecha, surgido de la gran revolución francesa, cuando rechaza el esquema clásico de izquierda/derecha y no sigue ninguna actitud ideológica estricta. Esa es precisamente su fuerza y éxito al no jugar según las reglas preestablecidas. Considera Dugin que es asombroso que tales movimientos populistas sean dirigidos contra el conjunto de la élite política, sin distinción, sean de derecha o de izquierda cuando la periferia de la sociedad se rebela contra su centro. Concluye que hoy no hay más derecha ni izquierda: sólo el pueblo contra la élite. Sólo globalistas en decadencia contra nacionalistas en ascenso”.
Es muy clara la sorpresa, que no ocultan los analistas políticos que se enfrentan ante un movimiento que no encaja en ninguna de las categorías clásicas de la ciencia política. ¿Cómo poder pensar algo al que no se le puede adjudicar un concepto? Y esto produce en ellos, junto a muchos intelectuales del mundo noratlántico, una gran perplejidad. Ellos son los “inventores o creadores” de las ciencias sociales; son los que les han puesto nombre a todo lo que encontraron fuera de sus territorios, comenzando por Cristóbal Colón que no preguntó cómo se llamaban las Nuevas Tierras. Usurpó el derecho a bautizarlas en nombre de Su Majestad. Parece ser una actitud que no han abandonado.
Pensemos ahora desde nuestras Historias. Los pueblos de los territorios de América han mostrado poca tolerancia ante las intervenciones extranjeras. Tanto contra el colonialismo en los siglos XVI hasta el XIX, como contra el neocolonialismo del siglo pasado hasta nuestros días. Sin embargo hoy, no sin cierto asombro, podemos observar la pasividad (hasta ahora) con la cual los pueblos toleran las brutalidades que generan sus gobiernos por la aplicación de programas que nos imponen los organismos internacionales.
Tal vez, y espero que esto no parezca irreverente, una vieja y muy conocida fábula nos puede ayudar a acercarnos a una explicación posible:
“Si echamos una rana en una olla con agua hirviendo, esta salta inmediatamente hacia fuera y consigue escapar. En cambio si ponemos una olla con agua fría y echamos una rana, ésta se queda tan tranquila. Si, luego empezamos a calentar el agua poco a poco, la rana no reacciona sino que se va acomodando a la temperatura hasta que pierde el sentido y, finalmente, muere cocinada”.
Agrega wikipedia, como una ayuda a entender un poco más:
“Lo que se ha denominado el síndrome de la rana hervida es una analogía que se usa para describir ciertos fenómenos ocurridos cuando un problema es progresivamente lento y sus daños pueden percibirse sólo en el largo plazo o no percibirse. La falta de conciencia genera que no haya reacciones o que estas sean muy tardías como para evitar o revertir los daños que ya están hechos”.
Será suficiente esto para comprender lo que nos está pasando como pueblo, ante los vandalismos de un grupo de “amigos del dinero”, sin reaccionar contra ese poder opresor. A pesar de que han degradado las condiciones de vida de las mayorías hasta límites que, poco antes, se podían considerar imposibles… Tal vez, sea necesario agregar algo más, pero será tema de otra nota.
[1] Es una multinacional estadounidense de administración de fondos de inversión y capital riesgo.
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