La Hispanidad unida desde la fe en defensa de la familia: medidas conjuntas para la batalla cultural

Por José María Carrera

La de una articulación política, social, económica o cultural de los países que en su día conformaron la España virreinal es una idea con casi tantos años como los que restan de independencia. Desde la Patria común y la integración política de José Enrique Rodó o la Hispanidad de Zacarías de Vizcarra, hasta la Iberofonía de Santiago Armesilla, pasando por la Confederación Hispánica de Naciones o la Comunidad de Pueblos Hispánicos de Blas Piñar, son muchos los que durante dos siglos han aventurado la posibilidad de la integración o, al menos, al estrechamiento de relaciones.

El último en incorporarse a esta corriente lo hace desde el ámbito que mejor conoce: el empresarial. Nacido en una aldea de Lugo en 1948, José Castro de Pardo aterrizó en Madrid con 17 años y a los 22 fundó la empresa del sector metalúrgico que le vería jubilarse a los 67, heredando su familia la gestión. El por qué de la baja autoestima de los Hispanos. Por una Comunidad Económica y Social de la Hispanidad supone el vuelco de décadas de experiencia en la iniciativa privada al proyecto comunitario del hispanismo, cuya vocación le viene de cuna.

Cuenta a Religión en Libertad que en su aldea natal de Lugo, familia y conocidos emigraban con frecuencia a Cuba o Argentina, por lo que se hablaba y conocía más Buenos Aires que Madrid. Si comenzó como un afecto que le acompaña desde la infancia, el “despertar y revivir” de Castro a la Hispanidad comenzó tras leer Imperiofobia y Leyenda Negra (Elvira Roca Barea) y Madre Patria (Marcelo Gullo). Leyendo a los dos exponentes comenzaría a fraguar su propia propuesta que acaba de ver la luz en 2024, tras una década de estudio y reflexión.

Su afirmación de la “baja autoestima” parte de la práctica y de la experiencia, pues “cuando tienes que emigrar, el complejo de inferioridad es inevitable porque buscas algo que no encuentras en tu país. Y el que recibe al migrante, recibe también `un chute´ de autoestima”.

La emigración de España o México a Estados Unidos es un hecho palpable a día de hoy que según Castro contribuye a ese sentimiento de inferioridad, como también lo hace una Leyenda Negra que “destruye completamente la gran obra de la Hispanidad” y que “ha sido asumida por la izquierda y también por la derecha”.

Castro se presenta sincero, sin importarle reconocerse “desnudo de títulos”, autodidacta y apasionado de la empresa, lo que muestra su exitosa carrera. También se reconoce católico y partidario de la libertad de elegir o el libre mercado, si bien rehúye de los postulados liberal o socialista en su propuesta.

Según el análisis del ámbito empresarial, su diagnóstico es aparentemente sencillo, pues como comunidad “no somos autosuficientes, ni capaces de producir lo que se consume. Necesitamos industrializarnos y para ello crear una comunidad económica y social”.

Aunque es un proyecto frecuentemente catalogado de “quimérico” -en alguna ocasión lo define como una “bonita utopía”- propone medidas concretas para lograrlo. Y también considera que hay antecedentes de éxito, como la Comunidad Económica Europea fundada por los católicos Schumann, Adenauer, de Gasperi y Monnet.

“Y señalo lo de católicos porque la Leyenda Negra dice que los proyectos económicos suelen ser protestantes y que los católicos estamos incapacitados para la economía. Por más que se empeñen luteranos, afrancesados y demás enemigos del bien común, los católicos no estamos incapacitados”, remarca.

Por ello, como parte de su propuesta, alude a la necesidad de “crear industrias donde no hay tradición industrial copiando lo que hizo España en los años 40 y 50 o Corea del Sur tras la guerra con Corea del Norte. Hay poco que inventar, solo aprender de los que tuvieron éxito”.

Ante la duda de las desigualdades y superioridad económica de unos países sobre otros en la hipotética Comunidad Económica y Social Hispana, contempla que si bien las desigualdades siempre estarán presentes, “todos se benefician de un proyecto común, por la sencilla razón de que el mercado se amplía, se unen fuerzas y levantar una fábrica para un país siempre será más complicado que hacerlo para veinte”.

También aborda la cuestión de los “olvidados de la Hispanidad”, como Guinea Ecuatorial, actualmente con un 80% de la población que se define católica y un porcentaje de habitantes que habla español de entre el 60 y el 90%. Para Castro, países como Guinea deben entrar en esa hipotética comunidad porque esta “se forma básicamente por el idioma y la religión” pero también por la sangre, común tras el mestizaje. Simplificando, compara la relación como si fuesen primos, pues “tenemos la misma sangre”.

Si se tuviese que dar forma a esta Comunidad Económica y Social de la Hispanidad, apunta a que no tiene por qué ser “ni de inmediato, ni todos los integrantes al mismo tiempo”. Habla de un caldo de cultivo previo que, al menos en lo cultural, “está, y con mucha fuerza en los últimos cinco años”.

Eso sí, para él dicha Comunidad “no será posible si no se combate con fuerza la Leyenda Negra”, que es lo que a su juicio se hace cada vez más exitosamente desde el ámbito editorial y de redes sociales.

Como expone, el programa general e inicial de esa Comunidad Económica y Social de la Hispanidad debería configurarse “acabando con la pobreza, defendiendo la familia y cuidando la naturaleza”. Pero propone que todo ello se dé de forma coordinada también desde el ámbito político y especialmente encauzado desde la fe.

Una de las propuestas es la de un “Partido social católico de la Hispanidad”, invitando a los católicos a “salir de sus casas y dar la batalla cultural también en la política, pero con marca propia”.

“No se trata de disfrazarnos de otro partido, sino impulsar un partido católico de la Hispanidad, que debe tener un programa económico y social propio, y que no debe ser ni liberal ni socialista, sino católico”; explica. Un partido que sería inicialmente nacional, aplicable a “las necesidades y circunstancias concretas de cada país”, como pueden ser las de Argentina, Perú o México.

“Cuando la Hispanidad sea una gran comunidad, se podrá funcionar como partido conjunto. Pero ahora, a nivel nacional, uno argentino, español o peruano, produciendo el ideario y la forma operativa y la manera de hacer. No se trata de inventar uno en cada país, sino tener una base, que es el conjunto, y estar unidos para tener una acción común y dar una batalla de las ideas en común”, expone.

Lejos de quedarse en el ámbito de las ideas, la propuesta de Castro se concreta en tres pilares, que son “acabar con la pobreza, defender la familia y cuidar la naturaleza”.

Entre esas medidas, considera que acabar con la pobreza no es solo “una inquietud de todo católico”; sino una “obligación del Evangelio” y “el motor” que mueve su propuesta en la misión de “servir al prójimo”.

Por ello, a lo largo de El por qué de la baja autoestima de los Hispanos, propone actuaciones comunitarias muy concretas respecto a la pobreza y medidas a favor de la familia, la cual considera que debe ser “uno de los grandes objetivos de la Hispanidad”.

El autor del libro se refiere a un programa comunitario de máximos y aunque propone realizarlo “sin pausa pero con prisa”, es consciente de las enormes dificultades. Por eso, invita a los cada vez más entusiastas del hispanismo a “colaborar” en la medida de sus posibilidades. “Se puede ayudar y mucho, sumándose a los distintos proyectos que ya hay. Es importantísimo el trabajo contra la Leyenda Negra, defendiendo la verdad de lo que fue el imperio, el mestizaje, la evangelización y los que están ahí, deben seguir”.

También hay un plano empresarial para el que “aún no hay abierto ningún foro de debate”, si bien sugiere que la posibilidad podría no ser lejana. En todo caso, concluye con un llamado a la acción concreta de cada interesado, involucrando también su economía, aunque sea en pequeña medida: “Hay que apoyar a los grupos y youtubers que ya hay, también económicamente, con una suscripción mensual. Hay que apoyarles”.

Fuente: Religión en libertad

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