La “Guerra sin fin”: del 11 de septiembre de 2001 a la Caída de Kabul en 2021 – Por Thierry Meyssan

Por Thierry Meyssan

A finales del año 2001, publiqué una serie de artículos sobre los atentados ‎del 11 de septiembre ‎de 2001 y en marzó de 2002 publiqué un libro sobre ese asunto ‎‎ [1]. Desde su publicación mi libro fue traducido a ‎‎18 idiomas y abrió un debate mundial que ‎cuestionaba la veracidad de la narrativa oficial de ‎Estados Unidos sobre los hechos del 11 de ‎septiembre. ‎

Sin embargo, la “prensa internacional” se negó a tomar en cuenta mis argumentos y ‎emprendió ‎una campaña acusándome de «amateurismo» [2], de «conspiracionista» [3] y de ‎‎«negacionismo» ‎‎ [4]. ‎

Lo más importante es que las autoridades de Estados Unidos y sus aliados redujeron ‎todo ‎mi trabajo al contenido de las primeras páginas de mi libro –las que ponían en duda la ‎versión ‎oficial sobre los atentados– y fingieron no ver que era un libro de ciencias políticas ‎que ‎denunciaba lo que aquellos atentados “false flag [5] iban a permitir justificar: el recrudecimiento de ‎la vigilancia ‎institucional sobre la ciudadanía en los países occidentales y el inicio de la «guerra ‎sin fin» en el ‎Medio Oriente ampliado o Gran Medio Oriente. ‎

En el presente artículo voy a pasar revista a todo lo que hemos logrado saber en los ‎últimos ‎‎20 años sobre aquellos atentados. Pero veremos sobre todo si mis predicciones ‎de 2002 ‎resultaron ser ciertas o no. ‎

EL AGUJERO NEGRO DEL 11 DE SEPTEMBRE DE 2001

‎Si alguien pregunta qué sucedió el 11 de septiembre de 2001, usted seguramente evocará ‎las ‎imágenes de los atentados contra las Torres Gemelas del World Trade Center ‎y contra ‎el Pentágono. Pero seguramente olvidará muchas otras cosas, como los casos de ‎personas que ‎se beneficiaron con la caída de las acciones de las compañías aéreas afectadas… ‎beneficios que ‎pudieron obtener porque sabían lo que iba a suceder aquel día; el incendio que ‎devastó el anexo ‎de la Casa Blanca –el Old Eisenhower Building– o el derrumbe de un tercer ‎edificio del ‎World Trade Center. ‎

Lo más sorprendente es que casi nadie recuerda ya que, a las 10 de la mañana del aquel ‎día, ‎Richard Clarke puso en marcha el «Plan de Continuidad del Gobierno» [6]. Con aquella decisión, el presidente George W. Bush y todo ‎el Congreso ‎quedaban suspendidos de sus funciones y bajo “protección” militar. ‎

El presidente Bush fue conducido a una base aérea en Nebraska, donde ya estaban –‎desde ‎la noche anterior– todos los jefes de empresas que ocupaban los pisos superiores de ‎las ‎Torres Gemelas [7], mientras ‎que todos los miembros del Congreso habían sido concentrados en ‎el megabúnker de Greenbrier. ‎El Poder quedó así en manos del «Gobierno de Continuidad», ‎que se hallaba en otro ‎megabúnker –el llamado «Complejo R» de Raven Rock Mountain [8]. ‎El Poder no fue devuelto a los civiles hasta el final de aquel día. ‎

El 11 de septiembre de 2001, al ser informado por su estado mayor de que ‎un satelite ruso había observado un tiro de misil desde un navío estadounidense posicionado ‎frente a Washington hacia el Pentágono, el presidente ruso Vladimir Putin trató de ‎comunicarse con el presidente George W. Bush. Pero no pudo hacerlo, no porque hubiese ‎dificultades con las redes telefónicas sino porque George Bush hijo había sido despojado ‎temporalmente de todas sus prerrogativas y funciones presidenciales.

Imagen previa a la caída de la pared del Pentágono: ¿Y el avión?
‎¿Quiénes eran los miembros de aquel «Gobierno de Continuidad» y qué hicieron ‎durante ‎el tiempo que asumieron el Poder? Todavía no se sabe. Los miembros del Congreso ‎que plantearon esa interrogante nunca pudieron organizar una audiencia para ‎aclararlo. ‎

Es importante entender que mientras no se aclaren ese y otros aspectos de ‎lo sucedido ‎aquel día, se mantendrá la polémica sobre el 11 de septiembre de 2001. ‎El protocolo que ‎se aplicó aquel día había sido concebido por el presidente ‎Eisenhower ‎en momentos en que se temía una guerra nuclear y partiendo del principio que ‎si perecían él –‎el presidente de Estados Unidos–, los presidentes del Senado y de la ‎Cámara ‎de Representantes, así como la mayoría de los miembros del Congreso, o sea ya ‎en ausencia ‎de los poderes constitucionales, los militares tendrían lógicamente que asumir la ‎continuidad ‎del gobierno. Pero, el 11 de septiembre de 2001 no sucedió absolutamente nada de ‎eso. ‎No murió ni un solo representante de los tres poderes reconocidos en la ‎Constitución ‎estadounidense. Por consiguiente, el traslado del poder a un «Gobierno de ‎Continuidad» fue ‎una medida inconstitucional. ‎

En otras palabras, fue un golpe de Estado. ‎

LOS ATENTADOS DEL 11 DE SEPTIEMBRE

En mi libro sobre el 11 de septiembre y los hechos posteriores, emití una hipótesis sobre ‎lo que ‎realmente sucedió aquel día. Pero eso carece de importancia en mi demostración. ‎La facción que ‎perpetró aquel crimen quería provocar una conmoción comparable a lo que ‎suscitaron ‎los hechos de Pearl Harbor… conforme a lo que ya habían escrito antes los miembros ‎del ‎‎Project for a New American Century, para justificar una modificación del modo de vida y ‎del ‎funcionamiento de Estados Unidos. Lo que hicieron fue contar a la opinión pública una ‎historia ‎increíble… que todos se tragaron sin chistar. ‎

Sin embargo: ‎

  • ‎‎Hasta el día de hoy, no existe todavía nada que demuestre que los 19 individuos ‎designados ‎como “secuestradores aéreos” estuvieron realmente a bordo de los aviones ‎secuestrados. ‎Esas personas ni siquiera aparecían en las lista de pasajeros que las compañías ‎aéreas publicaron ‎aquel mismo día. Los videos que muestran a esos “secuestradores aéreos” ‎no fueron grabados ‎en Nueva York sino en otros aeropuertos donde estuvieron en tránsito.‎
  • ‎‎Hasta el día de hoy, no existe ninguna prueba de que las 35 comunicaciones telefónicas ‎con ‎pasajeros que se hallaban en los aviones secuestrados hayan existido realmente [9]. ‎Lo mismo ‎sucede con la conversación telefónica atribuida a un pasajero que supuestamente ‎atacó a ‎los secuestradores del vuelo UA 93 y con la conversación telefónica que ‎el Procurador General, ‎Theodore Olson, decía haber sostenido con su esposa, quien viajaba en el ‎vuelo AA 77. Por el ‎contrario, el FBI especificó que los aviones secuestrados no tenían teléfonos ‎incorporados en ‎los asientos de los pasajeros y que dichos pasajeros habrían tenido que utilizar ‎sus propios ‎teléfonos celulares… que en aquella época no funcionaban a más de 5 000 pies de ‎altitud. ‎Además, en las listas de comunicaciones proporcionadas por las compañías ‎telefónicas ‎no aparecía ninguna de las comunicaciones mencionadas –ni siquiera la que reportó ‎el ‎Procurador General Olson. ‎
  • ‎Hasta el día de hoy, no existe ninguna explicación física que permita entender el derrumbe ‎vertical (sobre ‎sí mismas) de las Torres Gemelas del World Trade y de un tercer edificio de aquel ‎complejo. Las Torres Gemelas recibieron cada una el impacto de un avión, sin que ‎eso ‎las derribara. Según la versión oficial, el combustible de los aviones ardió y el fuego fundió ‎las ‎vigas verticales que sostenían las dos torres, lo cual explicaría su derrumbe. Un tercer ‎edificio ‎del complejo también se derrumbó –sin impacto de ningún avión– supuestamente porque ‎fue ‎afectado por los derrumbes de las Torres Gemelas… pero no cayó lateralmente sino que ‎también ‎se derrumbó sobre sí mismo. Obsérvese que nadie explica las explosiones laterales que ‎reportaron ‎los bomberos y que se ven en numerosas imágenes filmadas. Nadie explica tampoco ‎la ‎presencia de vigas verticales seccionadas –no fundidas. Tanto las explosiones como la ‎presencia ‎de vigas seccionadas indican la existencia de una demolición no accidental sino ‎controlada. ‎Otro hecho, ni antes ni después del 11 de septiembre de 2001 se ha producido el ‎derrumbe de ‎ningún rascacielos como resultado de un incendio de grandes proporciones ‎ [10]‎. Y ‎después de ‎aquel 11 de septiembre, nadie ha sugerido modificar la manera de construir los ‎rascacielos para ‎evitar una catástrofe similar. Para terminar, las fotos de verdaderas “piscinas” de ‎acero fundido ‎tomadas por los bomberos y las fotos de la FEMA (la agencia estadounidense para ‎la gestión de ‎catástrofes) que muestran como se derritió la roca sobre la cual estaban ‎construidos ‎los cimientos son inexplicables según la versión oficial. ‎

 

  • ‎‎Hasta el día de hoy, no existe ninguna prueba de que un avión de pasajeros se haya ‎estrellado ‎contra el Pentágono. Al día siguiente de los atentados, los bomberos explicaron en ‎una ‎conferencia de prensa que no habían encontrado allí nada proveniente de un ‎avión. ‎Las autoridades, que publicaron un comunicado feroz contra mi libro, anunciaron ‎haber ‎encontrado numerosas piezas de avión y aseguraron que estaban utilizándolas para ‎reconstituir ‎el aparato en un hangar… pero luego dejaron de informar al respecto. Por cierto, ‎familiares de ‎víctimas, inicialmente escandalizados por el contenido de mi libro, cambiaron de ‎actitud cuando ‎las autoridades les entregaron urnas funerarias con restos supuestamente ‎identificados gracias ‎a… las huellas digitales, lo cual debería ser imposible tratándose de ‎personas muertas en medio de ‎las altísimas temperaturas de un incendio de gran envergadura. ‎Algunos de esos familiares de ‎víctimas se negaron a firmar el acuerdo de confidencialidad que las ‎autoridades les proponían ‎a cambio de una fuerte indemnización. ‎

GENERALIZACIÓN DEL CONTROL DE LOS ESTADOS OCCIDENTALES SOBRE SUS PROPIOS CIUDADANOS

‎Inmediatamente después de los atentados del 11 de septiembre, sólo en cuestión de días, ‎la ‎administración de George W. Bush hizo aprobar en el Congreso un Código Antiterrorista, bajo ‎la ‎denominación de USA Patriot Act, la “Ley Patriótica Estadounidense”. Era un texto ‎muy ‎voluminoso que había sido redactado a lo largo de los 2 años anteriores por la Federalist ‎Society ‎‎–que contaba entre sus miembros al Procurador General Theodore Olson y al secretario ‎de ‎Justicia John Ashcroft. La US Patriot Act suspende la aplicación de la Carta ‎de Derechos ‎‎(Bill of Rights) en los casos de terrorismo.‎

Hagamos un poco de historia. Durante la formación de los Estados Unidos de América, ‎surgieron ‎dos facciones opuestas. Una de ellas, encabezada por Alexander Hamilton, redactó ‎la Constitución estadounidense con intenciones de instaurar un sistema similar a la ‎monarquía ‎británica, pero con gobernadores en lugar de la nobleza. La otra facción, encabezada ‎por ‎Thomas Jefferson y James Madison, rechazó aquella Constitución hasta que se agregaron ‎a ella ‎‎10 Enmiendas que debían evitar que los futuros gobernantes estadounidenses pudiesen ‎recurrir a ‎la «Razón de Estado». Esas 10 Enmiendas constituyen la United States Bill of Rights ‎o Carta ‎de Derechos y su suspensión mediante la Patriot Act echa por tierra el equilibrio que ‎debía ‎servir de base para la fundación de Estados Unidos. La imposición de la Patriot Act ‎favorece las ‎aspiraciones de la facción que quiso construir la nación estadounidense a imagen y ‎semejanza de ‎la monarquía británica, la facción de los descendientes de los llamados «Padres ‎Peregrinos», los ‎puritanos exiliados de Inglaterra. El presidente George W. Bush, al igual que ‎su padre ‎el presidente George H. Bush, es descendiente directo de uno de los 41 firmantes del ‎‎«Pacto del ‎Mayflower» de 1620. ‎

Para aplicar la USA Patriot Act, se creó en Estados Unidos un nuevo ministerio, ‎el ‎Departamento de Seguridad de la Patria (Department of Homeland Security o DHS), que abarca ‎toda ‎una serie de agencias que ya existían. Este Departamento de Seguridad de la Patria ‎de ‎Estados Unidos se dotó de una policía política capaz de espiar a cualquier ‎ciudadano ‎estadounidense. El Washington Post reveló en 2011 que el Departamento de ‎Seguridad de ‎la Patria reclutó 835 000 funcionarios, de los que 112 000 fueron contratados ‎en secreto ‎‎ [11], lo cual significa que esa agencia tiene un ‎espía por cada ‎‎370 habitantes, convirtiendo a Estados Unidos en el país más orwelliano ‎del planeta. ‎

Edward ‎Snowden reveló en 2013 cómo trabaja el Departamento de Seguridad de la Patria. ‎Snowden ‎no se limitó a revelar información sobre el sistema de espionaje mundial de las ‎comunicaciones ‎internacionales implantado por la Agencia de Seguridad Nacional (National ‎Security Agency o NSA) ‎sino que además divulgó elementos sobre la vigilancia interna de masas en ‎Estados Unidos. Hoy ‎vive en Rusia como refugiado político. ‎

Ese sistema de vigilancia y control interno de la población, aunque menos documentado, ‎ha venido ‎extendiéndose progresivamente en todos los Estados occidentales mediante los ‎‎“Cinco Ojos” ‎‎(Five Eyes) [12] y la OTAN. ‎

LA «GUERRA SIN FIN», DEL 11 DE SEPTIEMBRE DE 2001 A LA CAÍDA DE KABUL EN 2021

‎Un mes después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, el entonces ‎secretario ‎de Defensa, Donald Rumsfeld, creaba la “Oficina de Transformación de la Fuerza” ‎‎(Office of ‎Force Transformation) y la ponía bajo la dirección del almirante Arthur Cebrowski. ‎Se trataba de ‎cambiar la función misma de las fuerzas armadas de Estados Unidos. ‎

La doctrina Rumsfeld-Cebrowski [13] es una reforma tan importante como ‎la ‎creación del Pentágono después de la crisis de 1929. Pero esta vez se trata de adaptarse ‎al ‎capitalismo financiero. Estados Unidos ya no tratará de ganar guerras sino de prolongarlas ‎el ‎mayor tiempo posible. Es ese el verdadero significado de la expresión «guerra sin fin» ‎del ‎presidente George Bush hijo. El verdadero objetivo de Estados Unidos será destruir ‎las ‎estructuras mismas de los Estados en los países cuyas riquezas pretende explotar. Con ‎la ‎destrucción de los Estados se busca evitar que los países víctimas de esa estrategia ‎puedan ‎ejercer algún tipo de control político sobre sus propios recursos. El coronel ‎estadounidense Ralph ‎Peters resumió esa doctrina en una frase: «La estabilidad, enemiga de ‎Estados Unidos» ‎‎ [14].‎

Eso es exactamente lo que acaba de suceder en Afganistán. Estados Unidos inició ‎su guerra ‎contra Afganistán justo después del 11 de septiembre. Supuestamente sería una guerra ‎de sólo ‎semanas, pero se convirtió en una guerra interminable. La victoria de los talibanes ‎a la cual ‎acabamos de asistir fue organizada –por Estados Unidos– para seguir prolongando ‎el conflicto. ‎Es por eso que el presidente Biden acaba de declarar que Estados Unidos ‎no invadió Afganistán ‎para construir allí un Estado –exactamente lo contrario de lo que ‎Estados Unidos hizo ‎en Alemania y en Japón después de la Segunda Guerra Mundial. ‎

Cuando se reunió con Vladimir Putin en Ginebra, Biden rechazó públicamente la ‎‎«guerra ‎sin fin». Pero ahora acaba de reactivarla, alineándose –como Barack Obama– tras la ‎doctrina ‎Rumsfeld-Cebrowski. ‎

Todos los conflictos iniciados después del 11 de septiembre de 2001 se han ‎prolongado ‎hasta hoy. Lejos de terminar después de la victoria militar proclamada por ‎Estados Unidos, la inestabilidad se ha instalado en Irak. Lo mismo ha sucedido en Libia, en Siria, ‎en Yemen y ‎en Líbano. Por supuesto, siempre existe el recurso de calificar lo que sucede en ‎esos países de ‎‎«guerra civil» y de acusar a sus líderes de ser «dictadores» o simplemente ‎no explicar nada. Pero ‎lo cierto es que esos países eran estables antes de las intervenciones ‎occidentales impulsadas por ‎Estados Unidos y que, cuando empezaron sus desgracias, la Libia de ‎Kadhafi y el Líbano de Aoun ‎eran incluso aliados de Estados Unidos. ‎

Bajo la administración de George Bush hijo, el vicepresidente Cheney había creado en ‎la ‎Casa Blanca un grupo secreto, encargado de definir el desarrollo de la política energética ‎de ‎Estados Unidos (National Energy Policy Development). Aquel grupo estaba convencido ‎de ‎el mundo estaba a punto de enfrentar una grave escasez de petróleo. Así que, si ‎Estados Unidos ‎destruyó Estados fue para poder explotar el petróleo de esos países, pero ‎no precisamente ‎ahora sino en otro momento. ‎

Además, la doctrina Rumsfeld-Cebrowski estipula que Estados Unidos no debe luchar contra ‎las ‎potencias globalizadas como Rusia y China sino que debe, al contrario, darles acceso a ‎los ‎recursos naturales de los países conquistados… pero obligándolas a pagar a Estados Unidos ‎para ‎obtener ese acceso. ‎

Al publicar numerosos informes internos de las fuerzas armadas estadounidenses, Julian ‎Assange ‎no reveló información realmente sensible. Pero el conjunto de documentos ‎revelados ‎permite comprobar que el Pentágono nunca trató de ganar las guerras que emprendió ‎después ‎del 11 de septiembre. ‎

Para librar esas guerras, el Pentágono se dotó secretamente de fuerzas especiales ‎clandestinas: ‎‎60 000 soldados que no portan uniformes [15] y que son capaces de ‎asesinar ‎a cualquiera, en cualquier país y sin dejar rastro. Ya en 2002, el periodista ‎estadounidense Bob ‎Woodward revelaba la operación bautizada «Matriz del Ataque Mundial», ‎que se había decidido ‎sólo 3 días después de los atentados del 11 de septiembre [16]. Por su parte, Wayne Madsen –también ‎estadounidense– publicaba los nombres de ‎las primeras víctimas en Papuasia, Nigeria, Indonesia y ‎Líbano [17].‎

CONCLUSIÓN‎

Los últimos 20 años confirmaron todas mis previsiones. Desgraciadamente, son pocos los que ‎han ‎visto con claridad la evolución del mundo. La mayor parte de la gente se niega a ver la ‎relación ‎que existe entre las revelaciones de fuentes diversas y casi nadie quiere ver la ‎responsabilidad de ‎las democracias occidentales en los crímenes perpetrados contra los países del Gran ‎Medio Oriente. ‎

El problema sigue siendo el mismo: casi nadie puede admitir que el criminal esté tan cerca. ‎

[1] L’Effroyable imposture, ‎Thierry Meyssan, Carnot, 2002. Segunda edición, revisada y corregida ‎‎L’Effroyable imposture ‎suivie du Pentagate con prefacio del general Leonid ‎Ivashov (quien era jefe ‎interino del estado mayor de las fuerzas armadas rusas el 11 de ‎septiembre de 2001), Demi-Lune, ‎‎2006. En el mismo año 2002, este libro fue publicado en español bajo el título La Gran Impostura: ‎Ningún avión se estrelló en el Pentágono.

[2] Según mis detractores, yo no había ‎estado en ‎el lugar de los hechos, como habría tenido que hacerlo un «verdadero periodista». ‎Pero ‎Estados Unidos había prohibido el acceso a las tres “escenas del crimen” por razones ‎de ‎‎«seguridad nacional» y durante años ningún periodista, de absolutamente ningún medio, ‎tuvo ‎acceso a ellas. Así que el reproche de «amateurismo» tendría que aplicarse no sólo a mí ‎sino también ‎a todos los periodistas que repetían la versión oficial.

[3] El ‎calificativo ‎‎«conspiracionista» comenzó a utilizarse en los años 1960 para designar a quienes ‎ponían ‎en duda la tesis oficial del francotirador solitario que supuestamente asesinó al presidente ‎Kennedy y ‎denunciaban que fue un complot lo que hizo posible aquel magnicidio.

[4] En efecto, yo niego la versión oficial sobre los atentados del 11 ‎de septiembre de 2001. Pero el ‎término «negacionismo» alude en realidad a una corriente de ‎extrema derecha –cuyas ideas ‎siempre he combatido– que niega la voluntad de los nazis de ‎perpetrar el genocidio de ‎los judíos en Europa.

[5] Las operaciones false flag o ‎‎“bajo ‎bandera falsa” son operaciones realizadas de manera tal que sea posible atribuirlas al ‎bando ‎adverso. Nota de Red Voltaire.

[6] Against All ‎Enemies, ‎Inside America’s War on Terror, Richard Clarke, Free Press, 2004. Publicado en francés ‎bajo el ‎título Contre tous les ennemis: Au cœur de la guerre américaine contre le ‎terrorisme, ‎Albin Michel, 2004.

[7] Como todos los años, Warren Buffet –quien era entonces el hombre más rico ‎del ‎mundo– daba una cena de caridad en Nebraska. Pero, cosa que nunca antes había ‎sucedido, ‎aquel día la cena anual no se organizó en un gran hotel sino… en una base militar. ‎Los jefes de ‎empresas invitados habían dado el día libre a sus empleados de Nueva York, ‎lo cual explica la ‎cantidad relativamente reducida de muertos en el derrumbe de las ‎Torres Gemelas.

[8] A ‎Pretext for War: 9/11, ‎Iraq and the abuse of America’s intelligence agencies, James Bamford, ‎Anchor Books, 2004.

[9] «¿Quién inventó las falsas llamadas telefónicas desde los aviones secuestrados el 11 de Septiembre?», ‎por ‎Giulietto Chiesa, Megachip-Globalist (Italia), Red Voltaire, 28 de julio de 2013.

[10] Cuatro años después de los hechos del World Trade Center, los madrileños fueron testigos del incendio de la Torre Windsor, un edificio de 32 plantas y más de 106 metros de altura. En la noche del 12 al 13 de febrero ‎de 2005, la Torre Windsor estuvo ardiendo durante horas. Algunas partes del edificio colapsaron ‎de forma aislada pero la Torre Windsor no se derrumbó sobre sí misma. De hecho, se mantuvo en pie y tuvo que ser objeto de un trabajoso proceso de desmantelamiento ‎para liberar el terreno que ocupaba. A pesar de su engañoso título, el lector podrá encontrar ‎detalles interesantes en el artículo “Quince años del incendio del Windsor, el rascacielos que ‎se derritió a 1.000 grados”, El País, 12 de febrero ‎de 2020, y en Wikipedia. Nota de ‎‎Red Voltaire.

[11] Top Secret America: The Rise of the New American Security State, Dana Priest y ‎William M. ‎Arkin, Little, Brown and Company, 2011.

[12] Los “Cinco Ojos” o Five Eyes es la denominación de la alianza de ‎servicios de ‎escuchas e intercepción de las comunicaciones mundiales en la que participan ‎Australia, Canadá, ‎Estados Unidos, Nueva Zelanda y Reino Unido, alianza creada en 1941 por la ‎Carta del ‎Atlántico.

[13] «La doctrina Rumsfeld-Cebrowski», ‎por ‎Thierry Meyssan, Red Voltaire, 25 de mayo de 2021.

[14] “Stabiliy American’s Ennemy”, coronel Ralph Peters, Parameters #31-4, ‎invierno de 2001.

[15] “Exclusive: Inside the Military’s Secret ‎Undercover ‎Army”, William M. Arkin, Newsweek, 17 de mayo de 2021.

[16] “Saturday, ‎September 15, At Camp ‎David, Advise and Dissent”, Bob Woodward y Dan Balz, The ‎Washington Post, 31 de enero ‎de 2002.

[17] “J’accuse – Bush’s Death Squads”, ‎Wayne Madsen, Makingnews.com, 31 de enero ‎de 2002.

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