Fredes Luis Castro *
El título de la nota puede impresionar al lector poco informado. Pero, poco puede pensarse seriamente en el escenario actual ignorando que de aquel todopoderoso país va quedando bastante poco. Un mundo más pacífico y equitativo exige ser multipolar. No parece que estemos lejos.
“En una entrevista concedida a Bloomberg Businessweek, el CEO de Microsoft Satya Nadella reconoce que la globalización es un fenómeno que ha producido numerosas ventajas, pero que no fueron distribuidas equitativamente. En la medida que no respondamos al problema de las desigualdades generadas en las sociedades de todos los países lo que se predica como América Primero en Estados Unidos, será Bretaña Primero en el Reino Unido y será China Primero en China”. Agrega que ningún líder con ambiciones puede pretender acceder a la presidencia o jefatura de gobierno de su país, si no comunica a los electores la preferencia de su patria por sobre las restantes (¿Mr. Nadella no conoce Argentina?; pregunta el bloguero). Respecto de los líderes empresariales, observa que deben aceptar la emergencia del “movimiento populista nacionalista” como la etapa de un proceso que inicia, no como una fase transitoria.
El mismo día que se publica la entrevista mencionada -21 de diciembre- una nota de la Associated Press News informa que los homicidios en las ciudades norteamericanas siguen un infeliz patrón: se concentran en determinadas áreas (clusters), “en las que la gente muere a un ritmo que no se ha visto en años, acaso nunca”, pero al mismo tiempo otros espacios de las mismas ciudades revelan estadísticas positivas sin precedentes en la materia. Vecindarios altamente pacíficos conviven con otros en donde la muerte violenta asola a sus habitantes, regularmente pobres y afroamericanos (condiciones que identifica a víctimas y victimarios). En sintonía con el CEO de Microsoft, especialistas imputan esta disparidad al desempleo, la segregación y la creciente brecha entre pobres y ricos. “En las últimas tres décadas, los estadounidenses más ricos han acrecentado su riqueza, mientras los de bajos ingresos perdieron su trabajo, apostando en algunos casos a la violencia”. Esta disparidad ha divorciado a los afortunados de sus conciudadanos, habitantes de los “distritos de la desesperación”, anulando sentidos de comunidad entre ellos.
Las informaciones descriptas se publican a escasas horas de un extraordinario recorte impositivo, aprobado por el Congreso norteamericano, que ha sido caracterizado como un verdadero desastre para la desigualdad de ingresos, al recortar impuestos a billonarios, millonarios, herederos e intermediarios financieros. Se prevé que este programa impositivo concentre en el 2027 el 83% del recorte a favor del 1% más rico. William Gale, un economista que sirvió a la gestión del muy republicano George H.W. Bush, asegura que el programa intensificará las tendencias de largo plazo que afectan a la economía de los Estados Unidos. Esto implica mayores beneficios para el quintil más rico, que incrementó su participación en la riqueza nacional en más de un 6% desde 1979, período en el cual la participación del quintil inferior sólo conoció pérdidas.
El argumento que sostiene que el alivio fiscal redundará en mayores inversiones y productividad es descartado por la historia reciente. Emmanuel Saez y Gabriel Zucman, profesores de la Universidad de California en Berkeley responden empíricamente a la teoría ofertista de los desfinancistas neoliberales: “la evolución del crecimiento y la desigualdad en las últimas tres décadas hace que tal afirmación sea absurda. Desde 1980, los impuestos pagados por los ricos han caído dramáticamente con crecimiento de sus ingresos, mientras que las ganancias para el resto de la población han sido insignificantes. El ingreso nacional promedio por adulto ha crecido solo un 1.4 % por año, un desempeño deficiente tanto para los estándares históricos como para los internacionales. Como resultado, la participación del ingreso nacional en el 1% superior se ha duplicado del 10% a más del 20%, mientras que los ingresos acumulados en el 50% inferior se han reducido casi a la mitad, del 20% al 12,5%.
La política promovida por el ex-animador de realitys shows que ocupa el Salón Oval, indican Sáez y Zucman, impactará en el escenario global, ya que acelerará la tendencia a los recortes impositivos a favor de las grandes corporaciones, con lo cual se multiplicarán los ingresos de los ya enriquecidos accionistas de las firmas multinacionales, “justamente lo contrario a lo que es necesario hacer en este tiempo de reacción populista que se experimenta en los países desarrollados”.
Para compensar el desfinanciamiento estatal se aprobó una reforma en el sistema de cobertura de salud, que permitirá ahorrar más de 300 mil millones de dólares en 10 años, a costa del desamparo sanitario de 4 millones de estadounidenses en el corto plazo, que se elevarán a 13 millones en el 2027, según data prospectiva de la Oficina de Presupuesto del Congreso norteamericano.
Lo que hace Trump, explica Nouriel Roubini, ex funcionario del FMI, el Banco Mundial y la Reserva Federal, es gobernar como un plutócrata vestido con ropaje populista, incentivando ánimos nacionalistas y sentimientos religiosos, como coartada cultural para distraer a los damnificados por sus políticas económicas. Pero lo cierto es que “ha llenado el gobierno de multimillonarios” que han llevado “el lobby empresarial a alturas nunca antes vistas”. En términos similares, Anne Applebaum, sugirió de qué manera las provocaciones machistas y las agresiones contra minorías étnicas, son funcionales a la distracción cultural, bajo la promesa restauradora de un nacionalismo blanco. La amenaza de enemigos internos y externos, sobra decir, cumplen un rol similar en esta ingeniería de exclusión y empobrecimiento.
El título del presente artículo se propone como un interrogante. Sucede que los deterioros, de larga data, de carácter doméstico en los Estados Unidos, son incuestionables. Pero habrá que ver si definitivos. En su proyección internacional, las tecnologías de su aparato militar industrial, gestionadas por el Departamento de Defensa y el Pentágono, motores burocrático-desarrollistas de la economía imperial, y las codependencias con las principales economías del planeta, no habilitan pronósticos apocalípticos. La manera en que evolucione el intercambio entre las esferas domésticas y de proyección internacional, determinará, entre otros factores, el destino norteamericano.
Lo que es evidente es que propiciar políticas domésticas similares, en países con ambición industrial, pulsión igualitaria y posicionamiento periférico, es asunto más insensato que corajudo, y el pronóstico es menos complejo: implicará irrelevancia internacional definitiva, y una sociedad en convulsión permanente, sometida, para peor, en su día a día económico, a la inestabilidad provocada por el gran juego desarrollado por las naciones a las que se decidió someterse.
* Fredes Luis Castro – Abogado, estudió un posgrado en Derecho en la Universidad de Palermo, de Administración Pública en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires y de Relaciones Económicas y Negocios con Asia del Pacífico e India en la Universidad Nacional de Tres de Febrero.
Fuente: www.alainet.org – 21/12/2017