La debacle demográfica ha sido provocada: los dueños de las corporaciones ya han decidido la solución – Por Marcelo Ramírez

Por Marcelo Ramírez

Una publicación de finales del 2022 del portal Misionesonline informa sobre la coyuntura demográfica en Argentina, consecuencia de una secuencia de estrategias deliberadas destinadas a provocar la disminución de la tasa de natalidad. «La fecundidad bajó en todas las edades, pero bajó sobre todo en las menores de 20. La fecundidad baja te dice en lo social que estamos en una sociedad que está evolucionando muy bien en términos de reconocimiento de derechos de las mujeres, el derecho a elegir», aseguró Rafael Rofman, demógrafo y economista que elaboró en CIPPEC el informe «Odisea Demográfica. Tendencias demográficas en Argentina: insumos clave para el diseño del bienestar social».

Para Rofman, el descenso en los embarazos adolescentes «es muy buena noticia por la causa, porque son “pibas que controlan su vida, su cuerpo y tienen oportunidades”.

La directora nacional de Salud Sexual y Reproductiva, Valeria Isla, precisó que esta tendencia se vio en los últimos registros, ya que «en 2019 la tasa general de nacimientos en menores de 20 años era de un 40,7 % sobre 1.000 nacimientos, y en el 2020 bajó a un 30,3 % (…) Esto se viene sosteniendo y se explica, como hipótesis preliminar, por la aplicación del Plan ENIA de prevención del embarazo no intencional, con más disponibilidad de equipos y métodos anticonceptivos, sobre todo en las regiones del NOA y NEA, que eran los que tenían más alta». Por último, la directora nacional resaltó que la reducción del embarazo adolescente impacta en la vida de esas jóvenes porque pueden tener mayores oportunidades de finalizar estudios e insertarse laboralmente en mejores condiciones.

Según Rofman, esta tendencia demográfica del país hace que la Argentina esté ante la oportunidad de un «bono demográfico», que se caracteriza por una elevada proporción de la población en edad productiva frente a una población infantil que disminuye y una proporción de personas mayores aún no muy grande. De esta manera, la población activa es considerablemente mayor a la inactiva, lo que puede funcionar como una posibilidad para maximizar los recursos generados en el país y mejorar la redistribución del ingreso.

Hagamos un alto aquí, en primer lugar podemos concluir que cubierto de una serie de buenas intenciones como prevenir embarazos no deseados y fruto de violaciones, que seguramente estos últimos representa un número ínfimo como para justificar una política de este tenor, la caída de los nacimientos es marcada y es festejada como un éxito.

La explicación economicista no solo es reduccionista porque ata la decisión de tener hijos al hecho económico en sí, muy acorde a los tiempos libertarios que recorremos, sino que llega a una conclusión falsa.

La caída de nacimientos, lejos de ser un “bonus” que mejora la situación económica, es un enorme problema a futuro que ya empezó a verse en el mundo sobre el que se toman medidas para tratar de paliarse. La falta de población joven conduce a un desastre de los sistemas de seguridad social y resta vitalidad al mercado laboral. Países europeos que ya padecen seriamente este problema deben recurrir a trabajadores jóvenes extranjeros para minimizar los problemas de la falta de mano de obra.

«Hay que empezar a generar espacios para discutir, sin chicana política y la coyuntura del corto plazo, y diseñar estrategias del país. Nacen menos pibes y la gente vive más, es una realidad mejor a la anterior, pero tenemos que adaptar las instituciones a esa nueva realidad», concluyó el demógrafo.

Tal vez en este punto deberíamos preguntarnos qué es el CIPPEC que motoriza estas ideas. Una ONG, una vez más, que establece política de Estado ante la debilidad institucional y la falta de participación popular y organizaciones tradicionales.

Cuando vemos las fuentes de ingresos, generosas, de esta ONG, nos encontramos con este cuadro del 2022 que publica su sitio web.

Aportes de organismos nacionales e internacionales y corporaciones o individuos. La fórmula habitual de estos tiempos, donde extrañamente vemos que las empresas inciden determinantemente en políticas por “responsabilidad social”. Personajes como Larry Fink, CEO de BlackRock, hacen hincapié en que las empresas bajo su control, la enorme mayoría de las que conocemos, apoyen estas políticas.

Por supuesto, los organismos internacionales cuentan con generoso financiamiento de estos mismos actores y los nacionales responden a “recomendaciones” de estos. En definitiva, los grandes fondos de inversión son quienes deciden estas políticas que luego nos presentan como “beneficios para pibes y pibas”. 

La palabra pibe o piba es la preferida para el progresismo woke, que de esa manera busca mimetizarse como “popular”.

Pero las cosas pueden no ser como esta gente nos dice. Rusia hace años que cuenta con una activa campaña para detener la caída de la natalidad y multiplicar los nacimientos con estímulos hacia la familia tradicional de distintos órdenes, pero tal vez el caso más llamativo sea el de China.

Beijing ha pasado de una estricta política de hijo único hacia la mayoría étnica Han a no solo ampliar a tres hijos, sino estimular los nacimientos. En algunas regiones el propio partido comunista funciona como una especie de Tinder local para que se formen nuevas parejas y haya más nacimientos.

La población china empezó a disminuir por primera vez desde 1962, pero la caída de la fuerza laboral se demoró hasta los 2000, cuando la población en edad de trabajar comenzó a disminuir. Esto, al contrario de lo que cree el demógrafo del CIPPEC y que el Estado argentino adopta, se ha transformado en una limitante del crecimiento. Menos trabajadores activos estresan el sistema de seguridad social, y en China, acostumbrados los jóvenes a sostener a sus mayores, la carga sobre el hijo único es cada vez más grande.

Efectos indeseados de la limitación de disminuir la natalidad.

Sin embargo, esta política hoy ha cesado, y, los chinos siguen teniendo pocos hijos, al igual que los rusos. Pauline Rossi, de la Escuela Politécnica de París, y Yun Xiao, de la Universidad de Gotemburgo, muestran en el Journal of the European Economic Association que las políticas de control de la natalidad tuvieron «efectos indirectos», llevando a que las parejas que no tienen hijos, dada la propaganda y estímulos del mundo moderno, concitan un ejemplo de imitación.

En Occidente es más visible para nosotros, como muy pocos tienen hijos hasta bien entrados los treinta y llegados los cuarenta, como se nos explica que la realización de una vida feliz para el desarrollo profesional, el contagio es natural.

La vida actual idealiza un trabajo profesional que demanda que no se tengan hijos o se postergue los mismos, por algo Google ofrece congelar óvulos de sus empleadas hasta que pasen la edad de máxima explotación laboral. Esto, no obstante, es una especie de espejismo poco moral, pero espejismo al fin, cuando la mayor parte de las mujeres nunca llegará a esos puestos y se conformarán con ser empleadas de un supermercado o de un comercio, cuando no simplemente se ocupan de la limpieza de alguna otra mujer más pudiente o de una empresa.

En épocas anteriores de muchos hijos, esas mujeres hacían esfuerzos para sostener una familia en la que su marido trabajaba con la esperanza de un futuro mejor para sus descendientes, dándole estudio o trabajando en el comercio o empresa familiar.

Hoy ese modelo, ha sido demolido, la mujer deberá ser “libre e independiente” y necesitará trabajar hasta el agotamiento, y los hijos, por supuesto, son un obstáculo para ese venturoso desarrollo profesional que solo llega en las películas.

El modelo es anterior a Mao y su política de hijo único. Los profesores Rossi y Xiao examinaron los datos de fertilidad de las mujeres nacidas entre 1926 y 1945 y concluyeron que comenzó la campaña “más tarde, más larga y menos” en los 70. Rompiendo con las costumbres tradicionales, la política de planificación familiar de China alentó a las parejas a casarse más tarde, esperar más tiempo entre hijos y tener menos hijos. 

Gran parte del descenso de la fertilidad en China se produjo durante este período. Lo mismo que en Occidente, pero con otra estética. China es un país jerárquico y los métodos son más visibles que en la sutil praxis de occidente, pero los objetivos y resultados fueron similares.

En 1969, la tasa total de fertilidad era de 6,2, según el Banco Mundial; una década después, cuando se introdujo la política del hijo único, ya había caído al 2,7. Y se festejó como hace Hoffmann.

Las otras 55 etnias fueron también víctimas de la disminución de la fertilidad, aunque para ellos no regían la política de restricción de cantidad de hijos, corroborando la hipótesis de la imitación.

La dureza de la competencia dada por un mejor estándar de vida, acceso a viajes, salidas, ropas caras, salud y, sobre todo, educación, presionan sobre la cantidad de hijos. La competencia con el vecino, con el amigo o el familiar lleva a reforzar el comportamiento.

Nadie parece pensar que un siglo antes un padre trabajaba 8 horas y mantenía a su esposa y seis o más hijos en una casa amplia y con alimentación sana, hoy la misma pareja trabaja más horas, lo hacen ambos y no pueden darse el lujo de tener hijos, habitando además un pequeño departamento, seguramente alquilado y comiendo comida artificial.

Eso, en medio de un constante avance tecnológico que multiplica la productividad, solo deja como conclusión que alguien se queda con esos beneficios mientras nos hace creer que somos “más libres” viviendo en estas condiciones.

Habida cuenta del desastre demográfico que empieza a reflejarse en cada vez más problemas sociales, problemas que Japón y Corea ya padecen, el gobierno chino intenta escapar a su suerte.

La tasa de fertilidad cayó a 1,2 nacimientos por mujer en 2021, un mínimo histórico. La idea que asoma es que se debe estimular para al menos conseguir un sector que comienza a tener más hijos y eso mostrarlo hacia el resto, buscando esta vez que el efecto contagio termine por funcionar en sentido inverso y haya mayor natalidad.

Los resultados son preocupantes, muy preocupantes, y salvo en países subalternos y sometidos culturalmente como la Argentina, las naciones soberanas toman nota y comienzan a alarmarse. La Oficina Nacional de Estadísticas dijo que el número total de personas en China se redujo en 2,08 millones, o un 0,15 %, a un total de 1.409 millones en 2023, cayendo por segundo año consecutivo, dada la tasa de natalidad récord en baja y una ola de muertes por COVID-19, que aumentaron los fallecimientos totales. 

Esa cifra estuvo muy por encima de la disminución de la población de 850.000 habitantes en 2022, que había sido la más alta desde 1961 durante la Gran Hambruna de la era de Mao Zedong. Los nuevos nacimientos cayeron un 5,7 % a 9,02 millones y la tasa de natalidad alcanzó un mínimo histórico de 6,39 nacimientos por cada 1.000 personas, frente a una tasa de 6,77 nacimientos en 2022.

«Como hemos observado una y otra vez en otros países con bajo nacimiento, la disminución de la fertilidad es a menudo muy difícil de revertir», dijo el demógrafo Zhou Yun de la Universidad de Michigan.

Para reducir aún más el apetito por tener hijos en China en 2023, el desempleo juvenil alcanzó niveles récord, los salarios de muchos trabajadores administrativos cayeron y se intensificó una crisis en el sector inmobiliario, donde se almacena más de dos tercios de la riqueza de los hogares. Nada diferente a lo que vemos en la Argentina, son políticas que se retroalimentan, más en la situación de guerra en la que hoy vivimos.

Para mayor información, expertos de la ONU prevén que la población de China se reducirá en 109 millones para 2050, más del triple de la disminución de su pronóstico anterior en 2019, hoy la población de China de 60 años o más alcanzó los 296,97 millones en 2023, aproximadamente el 21,1 % de su población total, frente a los 280,04 millones de 2022.

Según la Academia de Ciencias de China, el sistema de pensiones se quedará sin dinero para 2035. La megaciudad sureña de Shenzhen, por ejemplo, ofrece un bono por nacimiento y un subsidio mensual hasta que el niño cumpla tres años.

El demógrafo independiente He Yafu también señala la “disminución del número de mujeres en edad reproductiva en cinco millones por año entre 2016 y 2021”. China podría tener menos de 587 millones de habitantes en el año 2100, menos de la mitad en la actualidad, según las proyecciones más pesimistas del equipo de demógrafos.

Estas estimaciones son muy aventuradas y probablemente teñidas de intereses políticos, y en Estados Unidos insisten en que su victoria final sobre sus enemigos rusos y chinos se dará porque estos no soportarán la caída demográfica. No obstante, parece que no comprenden que Occidente padece el mismo problema y que en Estados Unidos esto se disimula por los millones de inmigrantes que llegan anualmente.

Dadas las circunstancias expuestas, las ideas de la política Argentina de estimular la baja de la natalidad y fomentar el aborto bajo las premisas de prevenir embarazos no deseados, solo profundizan la debacle social a la que nos enfrentamos ya. No hablamos de un proceso de siglos sino uno del cual ya vemos sus consecuencias.

Sin embargo, la ideologización irracional política, obedeciendo a los mandatos internacionales provenientes de Washington como centro neurálgico de estas ideas, solo puede profundizar una crisis social enorme.

La irrupción de nuevas tecnologías como la robótica y la inteligencia artificial regenerativa son factores decisivos para agravar el problema. En realidad, el término correcto no sería agravar, sino redimensionar las relaciones sociales determinadas por las formas de reproducción que determinan la organización social actual.

El capitalismo que ha mutado de lo productivo a lo especulativo financiero se prepara para un nuevo gran salto hacia algo de lo que aún no sabemos exactamente de qué se trata.  Sí podemos establecer que la merma de empleos necesarios a ser utilizados por seres humanos disminuye rápidamente, dejando atrás las ideas ilusorias de economistas que nos prometían mágicos empleos no conocidos como fruto de la tecnología.

Hoy está claro que eso no sucederá y que la velocidad de destrucción de empleos es muy superior a la aparición de nuevas y desconocidas tareas. La conclusión es bastante simple: no habrá trabajo disponible para todos y la ilusión del pleno empleo es apenas temporal, en el mejor de los casos, o un simple truco de prestidigitación política para ganar elecciones.

Si cae el empleo, con la estructura actual de los sistemas de pensiones y jubilaciones, es imposible que el sistema sobreviva y los próximos jubilados simplemente no podrán sostenerse.

El sistema previsional es inviable con el actual esquema de recaudación y reparto, debe ser reexaminado y adaptado a las nuevas condiciones. Pero en el actual sistema, como hemos visto, la plusvalía que genera la tecnología no ha sido repartida en la sociedad sino en manos de unos pocos. Por ello es que hoy trabajan dos y no pueden mantener un hogar, y cada día vemos más cómo los ricos son más ricos y la clase media es cada día más pobre. 

Si la tecnología nos da rendimientos extraordinarios de productividad, no hay explicación posible que no sea un injusto reparto de los beneficios. Cada mejora tecnológica es mayor acumulación de capital de los dueños de las corporaciones, y, con base en presuntos derechos, una caída en la participación en el PIB de las clases pobres y medias. Esta última, la clase media, ve cómo día a día es despojada de su calidad de vida del pasado, mientras le explican que no tendrá nada y será feliz.

En este sombrío futuro, los dueños anónimos de las corporaciones ya han decidido la solución. No necesitan más trabajo, por ende, no necesitan más seres humanos. Allí entonces comprendemos en su total dimensión las políticas como las del CIPPEC: anticipan los problemas del futuro reduciendo la población.

Matrimonios estériles, vida solitaria, constricción enfermiza al trabajo, aborto, eutanasia, pestes artificiales y guerras coadyuvan a un mismo proyecto. Readecuar la población a las necesidades de la nueva organización social. 

Todas y cada una de las nuevas ideas apunta a un mismo efecto, bajar la población vía menos nacimientos o acelerando la muerte. No hay una sola política de este grupo de poder que estimule mayor demografía. La lucha contra el cambio climático fruto de la acción humana es la mejor excusa para imponer estas prácticas que de otro modo serían cuestionadas.

La solución debería ser un mejor reparto de las utilidades que genera esta economía supertecnificada, eliminando la pobreza, repartiendo el trabajo de una manera más equitativa socialmente y aprovechar las horas libres para el desarrollo de actividades humanas edificantes. Sin embargo, se promueve el embrutecimiento, la ignorancia y el no pensar.

La irrupción tecnológica es irrefrenable, la solución de un mejor nivel de vida para todos no es aceptada por las élites que no aceptan perder su puesto de privilegio, que se trata no de dinero sino de poder. El dinero es un solo medio para ellos.

La debacle demográfica ha sido provocada y las consecuencias sociales con la quiebra del sistema son esperadas, pero consideran superarlas simplemente eliminando el excedente poblacional. Y para eso trabajan políticos, intelectuales, y pensadores varios que consciente o inconscientemente sirven a este modelo y lo hacen posible.

Estamos entrando en una etapa final y pasaremos el punto de inflexión posible en poco tiempo, eso es lo que finalmente expresa el enfrentamiento de modelos multipolares contra el hegemónico anglosajón que impulsa este cambio. Del resultado de esta guerra dependerá nuestro futuro.

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