Por Washington Uranga *
Como es habitual el Papa adelantó en días pasados el mensaje para la celebración de la “Jornada mundial de las comunicaciones” que la Iglesia Católica conmemora en mayo. Lo llamativo es que en este caso Francisco ha decidido llamar la atención sobre “el fenómeno de las noticias falsas, las llamadas “fake news” en un intento, dice, de “redescubrir el valor de la profesión periodística y la responsabilidad personal de cada uno en la comunicación de la verdad”.
El Papa define las “fake news” como “informaciones infundadas, basadas en datos inexistentes o distorsionados, que tienen como finalidad engañar o incluso manipular al lector para alcanzar determinados objetivos, influenciar las decisiones políticas u obtener ganancias económicas”. Y señala que la eficacia de ese tipo de noticias falsas se debe “en primer lugar, a su naturaleza mimética, es decir, a su capacidad de aparecer como plausibles”. Se trata, dice Jorge Bergoglio, de noticias que, a pesar de ser falsas son “verosímiles, son capciosas, en el sentido de que son hábiles para capturar la atención de los destinatarios poniendo el acento en estereotipos y prejuicios extendidos dentro de un tejido social, y se apoyan en emociones fáciles de suscitar, como el ansia, el desprecio, la rabia y la frustración”.
Por eso, señala el Papa, la difusión de tales noticias “puede contar con el uso manipulador de las redes sociales y de las lógicas que garantizan su funcionamiento” y de este modo “los contenidos, a pesar de carecer de fundamento, obtienen una visibilidad tal que incluso los desmentidos oficiales difícilmente consiguen contener los daños que producen”.
Adentrándose en el análisis del tema, el papa Francisco advierte que “el resultado de esta lógica de la desinformación es que, en lugar de realizar una sana comparación con otras fuentes de información, lo que podría poner en discusión positivamente los prejuicios y abrir un diálogo constructivo, se corre el riesgo de convertirse en actores involuntarios de la difusión de opiniones sectarias e infundadas”.
Para el Papa “el drama de la desinformación es el desacreditar al otro, el presentarlo como enemigo, hasta llegar a la demonización que favorece los conflictos”. Advierte también Francisco que no es fácil hacer frente a estas falsedades porque “la desinformación se basa frecuentemente en discursos heterogéneos, intencionadamente evasivos y sutilmente engañosos, y se sirve a veces de mecanismos refinados”, razón por la que “la prevención y la identificación de los mecanismos de la desinformación requieren también un discernimiento atento y profundo”.
De manera muy crítica el Papa señala también que “las mismas motivaciones económicas y oportunistas de la desinformación tienen su raíz en la sed de poder, de tener y de gozar que en último término nos hace víctimas de un engaño mucho más trágico que el de sus manifestaciones individuales: el del mal que se mueve de falsedad en falsedad para robarnos la libertad del corazón”.
Frente a eso Francisco hace un llamado a “educar en la verdad” que “significa educar para saber discernir, valorar y ponderar los deseos y las inclinaciones que se mueven dentro de nosotros, para no encontrarnos privados del bien “cayendo” en cada tentación”.
El Papa entiende al periodista como “custodio de las noticias” y señala que en el mundo contemporáneo, la tarea de los periodistas “no es solo un trabajo” sino “una verdadera y propia misión”. Porque, asegura, los profesionales de la comunicación tienen “la tarea de recordar que en el centro de la noticia no está la velocidad en darla y el impacto sobre las cifras de audiencia, sino las personas”. Y por tal motivo, argumenta Francisco que “la verificación de las fuentes y la custodia de la comunicación son verdaderos y propios procesos de desarrollo del bien que generan confianza y abren caminos de comunión y de paz”.
El papa Bergoglio termina haciendo un llamado a promover “un periodismo de paz” entendido como “un periodismo sin fingimientos, hostil a las falsedades, a eslóganes efectistas y a declaraciones altisonantes; un periodismo hecho por personas para personas, y que se comprende como servicio a todos, especialmente a aquellos –y son la mayoría en el mundo– que no tienen voz; un periodismo que no queme las noticias, sino que se esfuerce en buscar las causas reales de los conflictos, para favorecer la comprensión de sus raíces y su superación a través de la puesta en marcha de procesos virtuosos; un periodismo empeñado en indicar soluciones alternativas a la escalada del clamor y de la violencia verbal”.
* Washington Uranga – periodista, docente e investigador de la comunicación. Su campo de especialización son los temas de comunicación vinculados con la ciudadanía, la participación, las políticas públicas y la planificación de procesos comunicacionales; dicta cursos en grado y posgrado, Director de la Maestría en Planificación de Procesos Comunicacionales (UNLP) y de la Maestría en Periodismo (UBA) y dirige la Maestría en Comunicación Institucional de la Universidad Nacional de San Luis.
Fuente: www.pagina12.com.ar – 21-2-18
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