F47: ¿Supercaza o Superpuesta en Escena?
Por Marcelo Ramírez
El anuncio del F47, un supuesto caza de sexta generación presentado con bombos y platillos por Donald Trump, es mucho más que una novedad tecnológica. Es una movida política, económica y estratégica en el tablero global. No se vio un prototipo, no hubo presentación técnica, ni siquiera una maqueta física: lo que circuló fue apenas un rénder, una especie de animación. Y, sin embargo, ese dibujo desató una serie de interrogantes que no pueden ser ignorados.
Primero, el fabricante: Boeing. Una elección por demás llamativa considerando que se trata de una empresa con serias dificultades técnicas y financieras. En 2023, Boeing acumuló pérdidas superiores a los 3.300 millones de dólares. Los escándalos con el 737 Max 9, los fallos estructurales, los retrasos con el Dreamliner y las advertencias regulatorias son apenas la punta del iceberg de una compañía que tambalea. Y, sin embargo, se le asigna el diseño y la producción del nuevo caza insignia de los EE.UU. ¿Decisión técnica? Difícil de sostener. Es una jugada política.
El argumento de fondo parece estar más cerca de una lógica de sostén industrial y geopolítico que de la eficiencia militar. Boeing sigue siendo una de las tres grandes empresas estadounidenses capaces de producir plataformas aéreas complejas. La otra es Lockheed Martin, responsable del problemático F35, y la tercera Northrop Grumman, centrada hoy en bombarderos y sistemas no tripulados. Si todo quedara en manos de Lockheed, Estados Unidos estaría dependiendo de un monopolio con antecedentes cuestionables. El reparto de contratos no es, entonces, una cuestión de excelencia, sino de equilibrio estratégico.
Pero no se trata solo de mantener la competencia interna. Boeing emplea a decenas de miles de personas en estados clave como Missouri, Carolina del Sur y Washington. Trump lo sabe. Asignar este contrato a Boeing es también asegurar respaldo político en territorios clave, sostener empleo, preservar capacidad industrial y, sobre todo, evitar el colapso de una empresa “demasiado grande para caer”.
Desde el punto de vista estratégico, este anuncio parece más una respuesta apresurada al desarrollo chino que una afirmación de poderío. China ha mostrado avances concretos: el J36, con diseño furtivo sin cola, y el J35A, son realidades que vuelan. Estados Unidos, en cambio, presentó una imagen y un discurso. Trump aseguró que el F47 lleva cinco años de pruebas secretas. Nadie mostró una imagen real. Ni un video. Nada. Solo un dibujo y una promesa. La pregunta cae por su propio peso: si es tan secreto, ¿por qué lo anuncian? Y si lo anuncian, ¿por qué no muestran nada?
Esto no es nuevo. Estados Unidos tiene una larga tradición en utilizar anuncios estratégicos como forma de disuasión. Lo hizo con el SR71, con la Guerra de las Galaxias, con el F117. Mostrar lo que no se tiene o exagerar lo que se está desarrollando sirve para asustar rivales, alentar aliados, y justificar presupuestos gigantescos.
El F47 podría costar más de 300 millones de dólares por unidad. Para ponerlo en contexto: el Su-57 ruso ronda los 50 millones. El diferencial de costos es escandaloso y no siempre se traduce en mejor rendimiento. Si algo demostró el F35 fue que el derroche no garantiza superioridad. Costoso, con baja disponibilidad operativa y lleno de fallas, se convirtió más en un problema que en una solución.
La diferencia doctrinal con China y Rusia también importa. Estados Unidos sigue apostando por la supremacía global. Sus aviones deben operar en cualquier parte del mundo, desde portaaviones o bases remotas. China, en cambio, diseña para defender su espacio regional. Su estrategia es de negación de acceso. Rusia va aún más lejos: su proyecto PAC-DP se enfoca en velocidad hipersónica, defensa antisatélite y operaciones estratosféricas. El 1041 ruso promete alcanzar Mach 4 o 5, con alcance superior a 3.000 km. Furtivo, no tanto. Interceptor, absolutamente. Y con acompañamiento de drones, como ya se probó en Ucrania con el S-70 Okhotnik.
El F47, en cambio, se proyecta como una plataforma integrada con drones (Loyal Wingman), inteligencia artificial, red satelital y sensores interconectados. Pero todo eso está en el plano teórico. No hay avión, no hay vuelo, no hay nada tangible. Solo palabras.
¿Estamos ante una jugada brillante de ingeniería militar o una desesperada operación de marketing geoestratégico? Lo concreto es que Boeing, empresa en crisis, fue elegida para liderar el futuro de la aviación militar estadounidense. Y eso no habla de fortaleza. Habla de necesidad.
El anuncio del F47 no es una demostración de poder. Es una confesión. Estados Unidos ya no marca el ritmo del desarrollo militar como antes. China avanza más rápido, Rusia explora caminos nuevos, y Washington juega a ponerse al día con anuncios grandilocuentes y renderizados. El F47, hoy, es más símbolo que sistema. Una apuesta para ganar tiempo. ¿Alcanzará?
Fuente: https://www.youtube.com/live/IDPHkCgLwMk
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