Por Ricardo Vicente López
El vocablo capitalismo se menciona constantemente pero, en realidad, ¿De qué se habla?
Desde el siglo XIX, fundamentalmente, el enfrentamiento social, político, económico, que representó la Revolución francesa (1789) dividió el espacio político-ideológico en dos bandos, cediendo a la fuerza que emergía de la Asamblea Francesa. Una corriente que estaba representada por los que se resistían a derrocar totalmente la herencia monárquica (la derecha, por su posición frente a la presidencia) y los revolucionarios (ubicados a la izquierda). Esa división, un poco difusa como concepción política, tuvo mucho éxito y ha llegado hasta nuestros días. Aunque hoy las diferencias entre ambas posiciones se han ido diluyendo, sobre todo en Europa, su tierra de nacimiento. Veamos un poco la historia anterior.
Las formaciones sociales que se fueron organizando a partir de los siglos X y XI, sobre todo en el territorio del norte de Europa, fueron calificadas por investigadores medievalistas del calibre del belga Henry Pirenne, del francés Jacques Le Goff y del argentino José Luis Romero, como comunas urbanas porque implementaron formas comunitarias de organización social. Éstas privilegiaron la práctica de lo común por encima de los intereses individuales. Este tema merecerá una nota especial que publicaré más adelante. Con esto quiero decir que hay una historia de más seis siglos que no ha merecido mucha atención, por razones que ya veremos.
El cambio drástico que padecieron esas comunas, partir de lo que se conoció como la Revolución industrial inglesa, de mediados del siglo XVIII hasta comienzos del siglo XIX, arrasó con esas experiencias al introducir lo que hoy conocemos como un orden capitalista. En realidad se puede hablar primero de un capitalismo mercantil a partir del siglo XVI (expansión colonial) y, con mayor precisión de un capitalismo industrial, a partir de fines del XVIII. Dice Wikipedia:
El capitalismo industrial o industrialismo surgió con la Revolución Industrial en el siglo XVIII, a partir de la transformación del sistema de producción. En ese momento se produjo un cambio en el modo de fabricar los productos manufacturados. Anteriormente, esos productos se realizaban por medio de procesos artesanales y en pequeñas cantidades. Con la creación del motor a vapor y de las máquinas con mayor capacidad de fabricación, se pasó a la producción de gran escala. De esta manera, el capitalismo industrial se enfocó en el desarrollo del sistema industrial de producción, el cual necesitaba de mayor mano de obra y, de esta manera, surgió la clase obrera.
[Dejo dicho, para volver sobre ello en otra oportunidad, que el orden de las posibles causalidades debe ser pensando invirtiendo la relación expuesta. No fueron las invenciones las que generaron la Revolución Industrial. La causa es anterior y mucho más profunda. Fue la expansión colonial del Imperio británico la que requirió una producción a escala internacional. Esta presión estimuló la inventiva que respondió con nuevas formas de producción tecnológicas (aprovechamiento de las fuerzas naturales) que catapultó las cantidades de mercancías producidas].
Quien teorizó este proceso fue el economista y filósofo escocés, Profesor de Teología Moral en la Universidad de Edimburgo, Adam Smith (1723-1790). Fue considerado uno de los mayores exponentes de la economía clásica y de la filosofía económica. Presentó una tesis que colocó como sustento de toda su investigación, cuya base proponía la idea de que el burgués que conoció en su época era el mejor modelo de hombre, a partir del cual se podía universalizar una definición:
Los seres humanos siempre han tenido una fuerte tendencia a «realizar trueques, cambios e intercambios de unas cosas por otras». De esta forma al sistema de precios que emerge de la economía de mercado, le atribuye un origen espontáneo o natural que se consolidará en la edad moderna.
A partir de ese modelo de hombre urbano británico, el burgués, presentó una antropología, que fue la base del desarrollo de sus tesis económicas. Lo que encontró en ese modelo humano es la primacía del egoísmo en la búsqueda de la satisfacción de sus necesidades. Wikipedia nos ofrece la siguiente explicación:
El egoísmo es, para la teoría económica clásica, un instinto fundamental de los seres humanos que se deriva de privilegiar su propia conservación. Este principio egoísta es lo que obliga al hombre común a atender primero que nada sus propias necesidades y las de su familia, después tendrá en cuenta las necesidades de la sociedad a la que pertenece. El instinto egoísta de conservación individual, fue considerado por los precursores de la teoría económica como un principio fuerza que abrió un nuevo camino para el estudio de la economía: el egoísmo penetra hasta convertirse en el motor de la vida social e implica una relación muy estrecha entre necesidad y satisfacción.
No nos puede sorprender a nosotros, educados en esta cultura, que esto haya sido elevado a teoría, cuando es, en realidad, solo la experiencia cultural de un pueblo, de un proyecto político, que construyó un imperio de las dimensiones del británico que se expandió por los cinco continentes. Eso es lo que nos legó Adam Smith y hoy se enseña en todas las carreras de Economía de la mayor parte de las universidades del mundo occidental, por lo menos. El modelo del burgués inglés y su moral egoísta, sin haber realizado un estudio más abarcador que tuviera en cuenta las experiencias de otras culturas, se impuso como fundamento de los que es el género humano y, para mal de males, de lo que debe ser el hombre civilizado.
Esta tesis fue refutada por el investigador, filósofo y economista prusiano Carlos Marx (1818-1883) quien sostuvo que el capitalismo es una formación económica resultante de la Revolución industrial. Por lo que sólo puede haber capitalismo en donde existan relaciones entre el trabajo y el capital, signadas por la compra de fuerza de trabajo para producir mercancías (bienes para el mercado). Dicho en otras palabras, cuando el poseedor del dinero (capital) compra mano de obra (trabajo asalariado) para producir mercancías que venderá en el mercado.
¿En qué se diferencian las tesis de estos dos investigadores? Entre otras cosas más complejas, en que para Smith el mercado es el resultado de una aparición espontánea (el mercado natural ¿? ¿?). En cambio para Marx fue necesario que se acumulara una importante cantidad de dinero (acumulación originaria resultante del saqueo colonial) en manos de un sector dominante (la burguesía y la lucha de clases [1]). Es, a partir de allí, que se fue dando una división más profunda en la sociedad entre trabajadores que contaban sólo con sus manos y señores que detentaban cantidad importantes de dinero [2].
Hace poco, el Doctor Ricardo Aronskind publicó una nota que me trajo a la memoria una vieja lectura mía de un libro de Michel Albert (1930-2015), intelectual francés, formado en el Instituto de Estudios Políticos de París y en la famosa Escuela Nacional de Administración. El libro lleva por título Capitalismo contra Capitalismo (1992). Aporta una tesis original. Reflexiona sobre el concepto capitalismo y muestra las diferentes experiencias históricas que se han dado a partir de los últimos siglos. Es decir, supera la abstracción del concepto capitalismo y propone un estudio sobre las diversas formaciones históricas que deben considerarse como capitalistas. Demuestra que la historia económica nos puede ofrecer una diversidad de variaciones, condicionadas por las culturas de las sociedades que las han institucionalizado. Equivale a decir: no existe el capitalismo como tal, hay formas de capitalismo que se desarrollaron de acuerdo a las características diversas que adquirieron en el seno de sociedades diferentes.
Para desarrollar su investigación, el libro de Albert parte de dos modelos que se pueden utilizar como síntesis de dos experiencias de capitalismo: 1.- el modelo neo-americano, también lo denomina anglo-sajón, que se basa en el éxito individual, el beneficio económico a corto plazo; mucho más desregulado, hecho a medida de las necesidades empresariales, sin demasiada protección laboral, ni leyes que controlen la movilidad del capital y la extracción de suculentas ganancias y 2.- el modelo renano-japonés, desarrollado en Alemania, Suiza, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, la Europa del norte e incluso, con variantes, en Japón, que prioriza el éxito colectivo, el consenso y la preocupación por el largo plazo, es mucho más regulado, promueve un grado mayor de protección social y más subordinado a la legislación laboral.
Es interesante tomar en cuenta que Albert publica su libro casi simultáneamente con la implosión de la Unión soviética. Fue un momento en el cual el primero modelo de capitalismo, el anglo-sajón, se mostró exultante en sus anuncios del éxito final del modelo estadounidense. Todo esto se publicó en otro libro, de Francis Fukuyama, “El fin de la Historia y el último hombre” Fue una especie de manifiesto ideológico. La prueba de ello se puede encontrar en la campaña publicitaria, poco usual para un libro: fue editado y lanzado simultáneamente en varias capitales, y fue traducido a más de 20 idiomas.
Los antecedentes que exhibía el autor son los siguientes: miembro del Departamento de Ciencias Políticas en la Corporación RAND (un laboratorio de ideas estadounidense que forma a las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos de América), y del equipo de Planeamiento Político del Departamento de Estado; miembro del Consejo Directivo de National Endowment for Democracy, y del consejo asesor para Journal of Democracy y The New America Foundation. Es miembro, también, de la American Political Science Association (APSA), el Council on Foreign Relations, etc. Es decir, organizaciones alineadas con la más extrema derecha de su país. Permítame decirle, amigo lector, que las posibles sospechas que Ud. pueda tener respecto de las intenciones de esa costosísima campaña publicitaria campaña, nada de todo ello le da razones para que Ud. pueda poner en duda la “moralidad” de este investigador. Debo decirle que todo ello no es “más que una mera coincidencia con otras experiencias de la realidad histórica”.
Pronto volveré sobre el libro de Michel Albert porque es muy iluminador para pensar las posibles salidas que pueden pensarse para nuestra Argentina en esta situación.
[1] Una historia explicativa de todo ese proceso puede encontrarse en mi trabajo Civilizados y bárbaros en http://ricardovicentelopez.com.ar/wp-content/uploads/2015/03/Civilizados-y-b%C3%A1rbaros.pdf
[2] Un estudio más detallado sobre las investigaciones de Carlos Marx puede encontrarse en la página www.ricardovicentelopez.com.ar titulado El pensamiento de Carlos Marx.
Haz clic para acceder a El-pensamiento-de-Carlos-Marx.pdf
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