¡Viva el cáncer!, escribió alguna mano enemiga
en un muro de Buenos Aires.
La odiaban, la odian los biencomidos: por pobre, por mujer, por insolente.
Ella los desafía hablando y los ofendía viviendo.
Nacida para sirvienta, o a lo sumo para actriz de melodramas baratos. Evita se había salido de su lugar.
La querían, la quieren los malqueridos;
por su boca ellos decían y maldecían.
Además Evita era el hada rubia que abrazaba al leproso y al haraposo y daba paz al desesperado, el incesante manantial que prodigaba empleos y colchones, zapatos y máquinas de coser, dentaduras postizas,
ajuares de novia.
Los míseros recibían estas caridades desde al lado, no desde arriba, aunque Evita luciera joyas despampanantes y en pleno verano ostentara abrigos de visón. No es que le perdonaran el lujo: se lo celebraban. No se sentía el pueblo humillado sino vengado por sus atavíos de reina.
Ante el cuerpo de Evita, rodeado de claveles blancos desfila el pueblo llorando. Día tras día, noche tras noche, la hilera de antorchas: una caravana de dos semanas de largo. Suspiran aliviados los usureros, los mercaderes, los señores de la tierra.
Muerta Evita, el presidente Perón es un cuchillo sin filo.
-Eduardo Galeano, “Memoria del Fuego”.
Algunas frases de Evita que pasaron a la Historia:
“Donde existe una necesidad nace un derecho”.
“Cada uno debe empezar a dar de sí todo lo que pueda dar,
y aún más”.
“No hay fuerza capaz de doblegar a un pueblo que tiene conciencia de sus derechos”.
“El capitalismo foráneo y sus sirvientes oligárquicos y entreguistas han podido comprobar que no hay fuerza capaz de doblegar a un pueblo que tiene conciencia de sus derechos”.
“No hay que tenerles miedo: la envidia de los sapos nunca pudo tapar el canto de los ruiseñores”.
“Por eso los venceremos. Ellos tienen dinero, privilegios, jerarquías, poder y riquezas… pero no podrán ser nunca fanáticos… porque no tienen corazón. Nosotros sí. Ellos no pueden ser idealistas porque las ideas tienen su raíz en la inteligencia pero los ideales tienen su pedestal en el corazón”.
“Ya no quiero explicarles nada de mi vida ni de mis obras. No quiero recibir ya ningún elogio. Me tienen sin cuidado los odios y las alabanzas de los hombres que pertenecen a la raza de los explotadores. Quiero rebelar a los pueblos. Quiero incendiarlos con el fuego de mi corazón”.
“Aunque deje en el camino jirones de mi vida, yo sé que ustedes recogerán mi nombre y lo llevarán como bandera a la victoria”.
“Nuestra patria dejará de ser colonia
o la bandera flameará sobre sus ruinas!”.