“Yo la acompañaba, a veces, a barrios suburbanos, en noches frías de invierno, a llevar medicamentos a un enfermo y entraba con ella en una casita humilde. En una cama, un señor jadeaba con dificultad y en su rostro se veían llagas profundas, purulentas. Ella entraba, saludaba a todos, dejaba los medicamentos en una mesa y luego se acercaba al hombre para darle una palabra de aliento y le besaba la cara. Y yo, pastor de cristo, que había estudiado el Evangelio en el colegio Máximo de Devoto, yo, que había dado no sé cuántas misas y había predicado en la Catedral, daba un paso atrás, yo, sacerdote, imagínese… Ella salía y me retaba. Era terrible.
-Pero Padre. Usted se cree que vinimos nada más que a traer medicamentos como hacían las oligarcas de la Sociedad de Beneficencia. Vinimos a traer solidaridad, a que este hombre se sienta uno como nosotros, un argentino por el cual otros argentinos se preocupan y sufren por su estado y quieren fervientemente que se sane. No va a decir que no lo entiende, Padre…
¡Terrible! Ella era más cristiana que yo, para ella el cristianismo no era un sermón, ni una hostia, era mucho más, era sentir el dolor de los desamparados, ¿comprende?
-Memorias del Padre Benítez, confesor de Eva Perón.
Extracto de Eva Perón – Mi Mensaje – Cap. XXI:
Yo no creo, como Lenin, que la religión sea el opio de los pueblos. La religión debe ser, en cambio, la liberación de los pueblos; porque cuando el hombre se enfrenta con Dios alcanza las alturas de su extraordinaria dignidad. Si no hubiese Dios, si no estuviésemos destinados a Dios, si no existiese religión, el hombre sería un poco de polvo derramado en el abismo de la eternidad. Pero Dios existe y por El somos dignos, y por El todos somos iguales, y ante Él nadie tiene privilegios sobre nadie. ¡Todos somos iguales!
Yo no comprendo entonces por qué, en nombre de la religión y en nombre de Dios, puede predicarse la resignación frente a la injusticia. Ni por qué no puede en cambio reclamarse, en nombre de Dios y en nombre de la religión, esos supremos derechos de todos a la justicia y a la libertad. La religión no ha de ser jamás instrumento de opresión para los pueblos. Tiene que ser bandera de REBELDÍA. La religión está en el alma de los pueblos porque los pueblos viven cerca de Dios, en contacto con el aire puro de la inmensidad.
Nadie puede impedir que los pueblos tengan fe. Si la perdiesen, toda la humanidad estaría perdida para siempre.
Yo me rebelo contra las “religiones” que hacen agachar la frente de los hombres y el alma de los pueblos. Eso no puede ser religión. La religión debe LEVANTAR la cabeza de los hombres. Yo admiro a la religión que puede hacerle decir a un humilde descamisado frente a un emperador: “¡Yo soy lo mismo que Usted, hijo de Dios!”
La religión volverá a tener su prestigio entre los pueblos si sus predicadores la enseñan así: como fuerza de rebeldía y de igualdad, no como instrumento de opresión.
Predicar la resignación es predicar la esclavitud. Es necesario, en cambio, predicar la libertad y la justicia.
¡Es el amor el único camino por el que la religión podrá llegar a ver el día de los pueblos!
Extracto de La Razón de Mi Vida – Cap. XXXVIII:
Anoche, como todos los años, al promediar la nochebuena, hablé a los descamisados en un mensaje radial. Les dije que para mí la nochebuena les pertenece con derecho de propiedad exclusivo.
La nochebuena es de los pobres, de los humildes, de los descamisados desde que Cristo, despreciado por los ricos que le cerraron todas las puertas, fué a nacer en un estable… y ¿acaso los ángeles no llamaron a los pastores, a los hombres más humildes y pobres de Belén… y únicamente, a ellos le comunicaron la buena nueva que venía a alegrar el mundo? Unicamente a los pastores, a los humildes, a los pobres les fué anunciada la “paz a los hombres de buena voluntad…”.
¿Qué tiene de raro que Perón sólo luche por la felicidad de los descamisados? ¡Los otros, los demás, ya tienen la felicidad que ellos mismos se pueden construir! El tema y el día me hacen seguir hablando de Dios y de los pobres. Muchas veces cuando pienso en mi destino, en la misión que debo cumplir, en la lucha que esa misión me exige, me siento débil.
¡Es tan grande la lucha y son tan pocas mis fuerzas! En “esos momentos” creo que siento necesidad de Dios… Yo no lo invoco a Dios a cada rato. Recuerdo que alguien un día me rogó que fuese más “cristiana”, y que invocase más frecuentemente a Dios en mis discursos y en mi actividad pública.
Quiero dejar aquí en estos apuntes la respuesta que le di, porque me he prometido ser sincera en todo… también en esto: — Es cierto lo que Ud. dice. Yo no invoco a Dios muy frecuentemente. La verdad es que no lo quiero complicar a Dios en el bochinche “de mis cosas”.
Además, casi nunca lo molesto a Dios pidiéndole que me recuerde, y nunca reclamo nada para mí. Pero lo quiero a Cristo mucho más de lo que Ud. cree: yo lo quiero en los descamisados.
¿Acaso no dijo El que estaría en los pobres, en los enfermos, en los que tuviesen hambre y en los que tuviesen sed? Yo no creo que Dios necesite que lo tengamos siempre en los labios. Perón me ha enseñado que más vale llevarlo en el corazón.
Yo soy cristiana por ser católica, practico mi religión como puedo y creo firmemente que el primer mandamiento es el del amor.
El mismo Cristo dijo que… “nadie ama más que el que da la vida por sus amigos”. Si alguna vez lo molesto a Dios con algún pedido mío es para eso: para que me ayude a dar la vida por mis descamisados.
Extracto de La Razón de Mi Vida – Cap. XLVI:
Pensarán que, en estos momentos tan tristes y tan difíciles para el hombre, el mundo se presenta como un inmenso campo de batalla: dos pequeñas minorías imperialistas, armadas como nunca lo ha estado ninguna nación de la historia, se disputan el derecho de mandar sobre una inmensa humanidad que está entre dos fuegos sin saber qué hacer… no quiere ser comunista, ni quiere vivir en el viejo y fracasado mundo capitalista.
Y… nadie, sino Perón, le dice a la humanidad una palabra distinta… Nadie más que Perón le muestra a la humanidad un nuevo camino, dándole una nueva esperanza.
La humanidad cree que todo le ha salido mal y que ya no hay ninguna solución para sus males.
Incluso cree que el mismo cristianismo ha fracasado… y Perón le dice francamente:
— No. Lo que ha fracasado no es el cristianismo. Son los hombres los que han fallado aplicándolo mal. El Cristianismo no ha sido todavía bien probado por los hombres porque nunca el mundo fue justo…
El Cristianismo será verdad cuando reine el amor entre los hombres y entre los pueblos; pero el amor llegará solamente cuando los hombres y los pueblos sean justicialistas.