El Punto Omega del Régimen del 78: la conversión de España en un guiñapo desvertebrado en manos de la plutocracia apátrida – Por Juan Manuel de Prada

Purgando a los rezagados
Por Juan Manuel de Prada

Tampoco exageremos ni nos hagamos los puretas. Las purgas que el Partido de Estado ha perpetrado últimamente entre algunos de sus militantes más provectos e ilustres no son más que una consecuencia inevitable de la ley de hierro de las oligarquías, que Alfonso Guerra plasmó –cuando todavía no era candidato a las purgas– en una frase tan maligna como llena de donaire: «El que se mueva no sale en la foto«. Aunque, en realidad, la frase de Guerra adolece de un perspectivismo averiado: pues, en democracia, las oligarquías son por esencia movilistas; y quienes se quedan fuera de la foto son quienes no se mueven y se quedan rezagados.

Si mañana, gobernando milagrosamente el Partido Adlátere a Rebufo (o hallándose en trance de poder hacerlo), saliesen unos militantes provectos e ilustres abominando del aborto o del matrimonio por retambufa, proclamando su inconstitucionalidad y reclamando a su líder que impida tales desmanes, ¿qué ocurriría? Pues ocurriría que serían purgados, como los militantes socialistas que hoy se pronuncian públicamente en contra de la amnistía, proclamando su inconstitucionalidad. La amnistía, en puridad, es tan inconstitucional como el aborto o el matrimonio por retambufa; o sea, nada, pues el bodrio constitucional es un texto elástico, con unas tragaderas dignas de Linda Lovelace, concebido maquiávelicamente para asimilar sin trauma alguno las ‘mutaciones’ más abracadabrantes.

Los militantes socialistas que se pronuncian contra la amnistía de los indepes no han entendido el alma movilista del Régimen del 78, que avanza –impasible el ademán– hacia su Punto Omega; para lo cual, amén de saquear la riqueza nacional y entregarla a la plutocracia apátrida, necesita convertir a la sociedad española en una piara dispuesta a comulgar con las ruedas de molino más desquiciadas, con tal de que la dejen mojar el churrito por todos los orificios y después desprenderse de las secuelas de sus mojaduras; y, por supuesto, vivir del cuento a costa de los pocos (cada vez menos) que trabajamos.

Cuando se ha logrado modelar esa piara, el Partido de Estado puede conceder amnistías a los indepes con la misma tranquilidad con que el Partido Adlátere a Rebufo puede permitir a mansalva el aborto o el matrimonio por retambufa, en la certeza absoluta de que no van a perder ni un solo voto. Pues sus votantes respectivos saben que la democracia es movilista por naturaleza; y que para poder disfrutarla a tope hay que saber ‘adaptarse a los tiempos’. Los militantes provectos e ilustres que se quedan quietos son entonces percibidos como estantiguas grotescas o rémoras exasperantes que impiden alcanzar el Punto Omega del Régimen del 78, que es la conversión de España en un guiñapo desvertebrado en manos de la plutocracia apátrida. Y a esos rezagados impertinentes no queda más remedio sino purgarlos; y que den gracias de que la democracia movilista no se decide –por el momento– a darles matarile eutanásico.

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