Por Juan Manuel de Prada*
A rebufo de la plaga coronavírica, ha aflorado un nuevo tipo de científico ‘empoderado’, facundo, fatuo, que el poder utiliza para apacentar y someter a las masas temblonas, como antaño el jefe de la tribu utilizaba al hechicero o más tarde el rey ilegítimo al fraile cismático.
Lo que caracteriza al verdadero científico es que está enamorado de su ciencia, absorto en ella y, por lo tanto, desentendido y desdeñoso de las vanidades mundanas. Lo que caracteriza a esta nueva caterva es un falso ardor divulgativo que no es sino ansia de notoriedad y dominio. Esta caterva ha descubierto que sus palabras son escuchadas reverencialmente por una masa temerosa de la muerte que obedece borreguilmente sus indicaciones; y ha descubierto, sobre todo, que esta influencia supersticiosa -como de oráculo de Delfos- puede brindarles un poder formidable.
El otro día en un programa de radio en el que participaba entrevistaban a uno de este género, que aseguró que la vacuna Astrágala era tan excelente y eficaz como todas las demás, que la gente no debe albergar ningún miedo contra ella y, en fin, que todo lo demás es ‘cuñadismo’ (porque esta caterva engreída se cree en posesión de un saber que desafía al sentido común).
Concluida la entrevista con el oráculo de Delfos, me atreví a recordar -de la forma más moderada y respetuosa posible, pues en estos programas yo siempre adopto la disciplina del arcano- que, si la gente alberga miedo o reticencia contra la vacuna Astrágala no es por desconfianza de ‘cuñados’, sino porque ha visto cómo los Estados que la administran han echado vacilantes el freno y la marcha atrás en varias ocasiones. Y me atreví también a decir, en el colmo de la osadía, que no consideraba ‘cuñadismo’ afirmar que existen unas vacunas más eficaces que otras: la revista ‘The Lancet’, por ejemplo, ha atribuido a la vacuna Sputnik una eficacia del 92 por ciento, frente a la eficacia del 75 que los propios fabricantes de la Astrágala reconocen a la suya (y uno siempre mira con buenos ojos a sus hijos). Y, en fin, añadí que tampoco era ‘cuñadismo’ recordar que, si ahora se descubrían efectos secundarios inesperados en la Astrágala, tal vez era porque en su ‘carrera’ por obtener la vacuna, los laboratorios abreviaron indebidamente las etapas de experimentación clínica establecidas en los protocolos científicos. Que es, por cierto, lo que los oráculos de Delfos nos repetían sin descanso, cuando los rusos se adelantaron con la vacuna Sputnik, asegurándonos que no habría vacunas fiables hasta finales de 2021. Y lo que a las pocas semanas dejaron de decir, cuando ‘aparecieron en el mercado’ la Astrágala y demás vacunas con cotización bursátil.
Pero atreverse a proclamar verdades tan modestas y evidentes arroja sobre uno un estigma indeleble. Por supuesto, el oráculo de Delfos llamó hecho un basilisco al programa, donde me montaron un aquelarre y quedé retratado como un peligroso réprobo que osa sembrar el miedo entre las masas pastoreadas por el cuñadismo cientificista.
*Juan Manuel de Prada es escritor, crítico literario y articulista español.
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