El foro de Davos – camino hacia un nuevo liderazgo

El Foro de Davos ha tenido una presencia protegida por la sombra del secreto. Una buena descripción de su historia, de sus propósitos y de quiénes participan ayuda a comprender mejor las complejidades de este mundo globalizado.

El Foro de Davos: camino hacia un nuevo liderazgo
por Fernando Rey – www.elordenmundial.com – 11 Abril, 2017

En la última edición del Foro de Davos, que tuvo lugar el pasado mes de enero, Xi Jinping, presidente de China, se erigió como defensor de la globalización y del libre mercado. Su participación en Davos es un punto de inflexión: se ha convertido en el primer jefe de Estado chino en asistir al foro y lo ha hecho en un momento determinante ante las tendencias anti-establishment que están tomando forma en Estados Unidos y Europa.

El Foro Económico Mundial, también conocido como Foro de Davos, reúne cada año a los principales líderes mundiales de los ámbitos político, empresarial o académico. En su seno se tratan algunos de los principales desafíos a los que se enfrenta la sociedad actual y a su amparo se elaboran todo tipo de informes sobre el estado de cada cuestión.

Cada edición de Davos gira en torno a un tema en particular. En la edición de 2017 el tema fue “Liderazgo responsable y receptivo”. Las connotaciones del título son en sí mismas evidentes en un contexto de descontento generalizado con la política tradicional, sobre todo en Estados Unidos y en la Unión Europea. No obstante, en esta ocasión el elemento diferenciador del foro no ha sido la irrupción de algunos de estos nuevos líderes en la sociedad internacional, sino la participación en el foro de Xi Jinping, primer jefe de Estado chino en asistir al encuentro, y su papel como maestro de ceremonias.

Entre las suspicacias y las críticas que sigue recibiendo un encuentro que es tildado de elitista a pesar de sus intentos de apertura y transparencia, el protagonismo de Xi Jinping en esta edición, trascendiendo su carga simbólica, es una clara muestra de la toma de posiciones de China en el contexto político y económico actual.

Un encuentro con mucho recorrido

El Foro de Davos debe su nombre a la ciudad suiza en la que tiene lugar, pero la sede oficial del Foro Económico Mundial, la organización que lo convoca cada año, se encuentra en Ginebra. La primera edición del foro tuvo lugar hace casi medio siglo, en 1971. Su ideólogo fue Klaus Martin Schwab, por aquel entonces un economista alemán de apenas 31 años, que convocó a una reunión a los empresarios más importantes de la Europa de la época. Es difícil que Schwab se imaginara las dimensiones que algún día alcanzaría el exclusivo club que se creó en aquella cita: el Foro Económico Mundial —conocido hasta 1987 como Foro de Administración Europea—, una organización sin ánimo de lucro cuyo objetivo inicial fue modernizar la industria europea, es hoy uno de los principales puntos de encuentro de la élite mundial.

En aquella primera edición, sin tema específico, se trataron cuestiones económicas y administrativas que afectaban a la industria europea en general. Schwab obtuvo el apoyo y reconocimiento de las principales corporaciones económicas e instituciones del continente en su visión y, con el paso de los años, los encuentros anuales se sucedieron y ganaron en relevancia y contenido. Fue en la cuarta edición del foro, en 1974, cuando se reunieron conjuntamente empresarios y líderes políticos mundiales. La consolidación del Foro de Davos se produjo al amparo de la complejidad de la sociedad internacional, en esta ocasión con motivo del fin del sistema de Bretton-Woods y la crisis del petróleo de 1973. A la modernización de la industria como objetivo primordial se sumaron nuevas metas, primero de carácter político y social y más tarde relacionadas con el medio ambiente y el cambio climático.

En las últimas décadas Davos también ha crecido en complejidad. En la mayoría de las ocasiones tan solo se hace referencia a la reunión anual de altos dignatarios cuando lo cierto es que en torno a dicho encuentro gira un gran entramado organizativo. El conocido como Foro de Davos es en rigor la Asamblea Anual del Foro Económico Mundial, que tiene lugar en el mes de enero y cuya asistencia tan solo es posible previa invitación obligatoria, pero a lo largo de todo el año tienen lugar diversos encuentros de diferente contenido y proyección, como asambleas regionales y foros más específicos en los que los jóvenes y las potencias emergentes son los protagonistas.

Las asambleas regionales sirven como preparativos para el encuentro en Davos. En ellas se abordan las cuestiones que afectan a los territorios y sirven como primera toma de contacto entre sus principales protagonistas. Por otro lado, la importancia que el Foro Económico Mundial le otorga a la juventud en términos de emprendimiento y liderazgo queda reflejada en encuentros de jóvenes promesas, ya sea del ámbito político o del económico, con el objetivo de preparar a las nuevas generaciones.

Los resultados más tangibles del Foro Económico Internacional son los numerosos informes que elabora gracias a la suma de conocimientos. La organización ejerce en la práctica como un gran think-tank que busca aportar soluciones en diferentes ámbitos, que se han ido actualizando con el paso del tiempo para abordar cuestiones cada vez más actuales. El punto de partida es el informe integral de competitividad, publicado por primera vez en 1979, al que han seguido otros tantos sobre las TIC, la desigualdad de sexos, riesgos mundiales, cuestiones regionales, sector financiero, tendencias demográficas, etc.

No obstante, algunas de las aportaciones de Davos desbordan cualquier informe técnico. El mayor logro del foro en sus casi cincuenta años de Historia puede resumirse en la creación de un espacio de entendimiento entre naciones con el objetivo de solucionar los principales desafíos a los que se enfrentan.

Medio siglo entre logros y críticas

No es de extrañar que haya sido en un encuentro de tan alto nivel como el Foro de Davos donde se han alcanzado algunos de los grandes acuerdos políticos de las últimas décadas. El foro ha actuado como un espacio neutral y con amplio reconocimiento internacional, lo que ha facilitado su elección como canal para el diálogo, tanto bilateral como multilateral.

Algunos de los acontecimientos más trascendentales de los que Davos ha sido protagonista son el acercamiento entre Grecia y Turquía en 1988, el encuentro de Nelson Mandela con el entonces presidente de Sudáfrica, Frederik de Klerk, en 1992, y la reunión entre el expresidente de Israel, Simon Peres, y Yasser Arafat, antiguo líder de la Organización para la Liberación de Palestina, en 1994. Trascendiendo las relaciones bilaterales, en Davos también se han fraguado diversas iniciativas que tienen como objetivo el trabajo conjunto en materia de salud, educación, cambio climático, recursos básicos y corrupción.

Si miramos la otra cara de la moneda, a pesar de los logros alcanzados, Davos ha recibido multitud de críticas desde su consolidación como foro de élites. Sus detractores cuestionan su utilidad en la medida en que consideran que, en términos generales, no ha servido para mucho más que palabrería. En este sentido, si el mundo se enfrenta aún a problemas sistémicos que no han sido tratados como se merecen, la razón última descansa en que su resolución resultaría desfavorable para sus protagonistas.

Con el estallido de la crisis económica y financiera de 2007, la organización centró su atención en las consecuencias y posibles soluciones. No obstante, sus críticos sitúan su papel en la sociedad internacional a la altura del Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional en cuanto a baluartes del orden económico y político vigente. Consideran que su naturaleza y funcionamiento hacen en última instancia muy compleja su utilidad, puesto que sus participantes son, al fin y al cabo, los representantes del propio sistema.

La ONG Oxfam Intermón publica cada año un informe sobre la desigualdad en el marco del Foro de Davos con el objetivo de mostrar un problema al que no se le presta suficiente atención. En esta ocasión, “Una economía para el 99 %” recoge datos sobre la riqueza, las grandes empresas y el descontento ciudadano, que comienza a materializarse en el surgimiento de líderes anti-establishment. Según el informe, en la actualidad ocho hombres acaparan la misma riqueza que la mitad más pobre de la población, lo que evidencia la desigualdad no solo en cuanto a riqueza, sino en cuanto a cuestión de género. La brecha entre ricos y pobres viene aumentando sin descanso durante las últimas tres décadas en todo el mundo y son las mujeres quienes sufren las peores consecuencias.

En el informe también se recoge información sobre la actividad de algunas de las mayores corporaciones empresariales transnacionales, así como su política hacia sus trabajadores y en materia fiscal y la gran influencia que ejercen sobre los Gobiernos. La denuncia sobre el Foro de Davos es de especial relevancia en la medida en que dicho espacio reúne a élites políticas y económicas de todo el mundo.

Cada vez son más las críticas hacia el Foro de Davos, con el Foro Social Mundial como el mayor exponente de la contrapartida antiglobalización del mismo. Por ello, en un intento de atajar la situación y mejorar su imagen de cara a la opinión pública, desde el año 2003 tienen lugar encuentros abiertos en paralelo a la reunión en Davos. La organización ha apostado por mayor transparencia y ha reforzado su presencia tanto en los medios tradicionales de comunicación como en internet, donde se retransmiten en directo muchas de las sesiones y se permite incluso la participación de asistentes virtuales. Un lavado de imagen que no afecta al fondo de la cuestión.

Xi Jinping, un maestro cargado de simbolismo

La última edición del foro reunió a un amplio abanico de personalidades, de entre las que cabe destacar a Xi Jinping, presidente de China y primer jefe del Estado de este país en acudir al encuentro. En esta ocasión, el asunto abordaba como principal desafío el fortalecimiento de la colaboración internacional en materia de crecimiento económico, para la reforma del capitalismo y en la preparación para la cuarta revolución industrial.

La presencia de Xi Jinping en Davos supone un verdadero punto de inflexión. No solo es el primer jefe de Estado chino en participar en el foro, sino que lo hace en calidad de maestro de ceremonias y en un contexto mundial de cuestionamiento del statu quo por parte del actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Xi Jinping se ha erigido en defensor del libre comercio y de la globalización y se ha posicionado como cabeza visible de ambas ideas ante el perfil proteccionista de Trump.

El tema de la edición 2017 sobre liderazgo se ha tomado en consideración a la luz de este nuevo panorama político. Junto a la llegada de Trump a la Casa Blanca, en 2016 también hemos asistido al rechazo en referéndum a la reforma constitucional en Italia y al voto favorable al brexit en el Reino Unido, entre otras dinámicas. En este sentido, Theresa May, primera ministra británica, aseguró que su país seguirá en primera línea del libre mercado, aun abandonando el mercado único europeo, mediante nuevos acuerdos comerciales.

Por otro lado, es importante considerar las conclusiones de Oxfam al tratar los desafíos propuestos para esta edición. La revitalización del crecimiento económico, la reforma del capitalismo y la cuarta revolución industrial estarían en potencia de afectar positivamente a la creación de empleo y a la reducción de las desigualdades, aunque su resultado en términos de calidad y distribución de la riqueza aún no están claros.

La irrupción de China como principal protagonista en Davos resulta de suma importancia para anticiparnos a las dinámicas internacionales que están por venir. Con unos Estados Unidos que amenaza con zafarse de la globalización y una Unión Europea altamente cuestionada, la toma de posiciones del gigante asiático lo sitúa ante grandes oportunidades en el libre comercio con regiones —como América Latina— que buscan garantías de futuro en materia de industria e infraestructuras, energía o agricultura.

Entre el simbolismo y la utilidad

Como resultado de su mediatización y del alto perfil de los invitados que asisten a Davos cada año, todo acuerdo que se alcanza adquiere gran valor simbólico. Y ese es precisamente el problema: en vez de aprovechar la naturaleza del encuentro para tratar los grandes desafíos de la humanidad en lo que es, al fin y al cabo, un ambiente distendido e informal, los resultados se traducen en pequeños gestos llenos de pomposidad.

El tema de cada edición del encuentro es reflejo del estado del mundo en el momento de su convocatoria, pero al final su utilidad real se reduce más bien a grandes titulares. Es cierto que si volvemos la vista hacia atrás encontramos el recuerdo de grandes logros como los mencionados anteriormente, como el acercamiento para la transición en Sudáfrica o el diálogo entre Grecia y Turquía. No obstante, parece que la época de las soluciones a grandes problemas ha pasado.

El informe de Oxfam, esclarecedor y constructivo, apuesta sin rodeos por la humanización del capitalismo, una idea que ha sido repetida en numerosas ocasiones, incluso en el propio foro. Sea como fuere, la solución frente a las desigualdades —ya sean de sexo o de riqueza—, así como frente a la impunidad de las élites, descansa en un cambio de paradigma. Si consideramos los cambios políticos que hemos experimentado en 2016 y las incógnitas de 2017, es posible que estemos asistiendo a un cambio de paradigma, aunque no al que esperábamos.

China es hoy uno de los mayores pilares de la globalización y el libre comercio, con prácticas realmente cuestionables, mientras que sus defensores tradicionales, tanto en Europa como en Estado Unidos, han optado por dar un paso atrás. La sociedad internacional actual se encuentra al borde de un proceso de reconfiguración en el que podríamos asistir a un cambio de roles. Quién resulte beneficiado y quién salga perjudicado en las altas esferas importa poco en la medida en que, por lo pronto, no parece que ninguno de los candidatos vaya a atajar los grandes problemas del mundo contemporáneo.

Fernando Rey – Madrid, 1994. Graduado en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid. Interesado en desarrollo, cooperación y resolución de conflictos, especialmente en África y América Latina.

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