El capitalismo se encuentra en transición hacia una nueva etapa. La creciente robotización de la producción augura un futuro con poco empleo y enormes masas de desocupados, muy por encima del histórico “ejercito de reserva de mano de obra”. Por otra parte, para asegurarse el control sobre los recursos del mundo, desde la segunda mitad del siglo XX organismos como la ONU y el Banco Mundial instrumentaron distintas medidas de control de la natalidad y planificación familiar, logrando reducir en pocas décadas la tasa de fertilidad mundial promedio de 5 hijos por mujer a la mitad, 2.5, quedando al límite de la reproducción generacional y pasando al decrecimiento poblacional en muchos países europeos. Esta transición hacia poblaciones envejecidas obliga a los Estados a destinar proporcionalmente mayor cantidad de recursos a sus sistemas jubilatorios. Desde la mirada del FMI (un organismo cuya función teórica es ser prestatario de último recurso de los Estados, pero que en la práctica actúa como una institución de lobby de los grandes bancos transnacionales) esto significa menos recursos del país para pagar deuda externa. Por eso en las últimas décadas viene haciendo de la reducción de las jubilaciones y pensiones uno de sus principales objetivos.
En uno de sus más recientes documentos teóricos, el FMI vuelve a sostener que la Argentina deberá volver a reducir sus jubilaciones. Específicamente la tasa entre el promedio del valor de las jubilaciones y el promedio de los salarios.
“Para hacer frente a los costos del envejecimiento poblacional, muchos países han promulgado importantes reformas jubilatorias en años recientes. Dichas reformas apunta en gran parte a contener el crecimiento del número de jubilados, generalmente cambiando parámetros claves del sistema, como por ejemplo, aumentar la edad de jubilación, endurecer las reglas de eligibilidad o reducir el valor de las jubilaciones, ajustando las fórmulas. Muchas de estas reformas paramétricas mejoran la sostenibilidad a largo plazo de los sistemas de jubilaciones. Sin embargo, reformas adicionales pueden ser necesarias: por ejemplo, racionalizar los acuerdos generosos realizados en reformas anteriores (como en Italia y Portugal), reducir las tasas de beneficios (como en Argentina y Brasil), y reducir los beneficios de las jubilaciones anticipadas (como en Rusia)”. ¿A qué se refiere con “las tasas de beneficios” que deberá reducir la Argentina? La respuesta la da el mismo documento: “La tasa de beneficio es definida como la tasa entre el promedio de los beneficios jubilatorios y el salario promedio del conjunto de la economía”.
A pesar de intentar “solucionar” un problema derivado del envejecimiento poblacional, el documento del FMI nunca critica la caída de la natalidad, al contrario, la elogia como una característica de los países más desarrollados y hasta afirma que “una tasa de fertilidad más baja aumenta el ahorro privado, ya que las familias tienen que gastar menos en el cuidado de los hijos”.
El documento tampoco deja de analizar cómo modificó el cuadro general el incremento de la participación de las mujeres en el capitalismo actual: “durante los últimos 35 años, el incremento en las tasas de participación laboral de las mujeres en edad de trabajar en los países de la OCDE superaron la reducción en las tasas de participación de mano de obra de personas mayores, reflejando una combinación de la declinante fertilidad y las políticas gubernamentales para promover el empleo femenino”. “Si bien una brecha de género permanece en algunos países”, se lamenta.
Como se puede ver, los distintos pueblos del mundo son analizados casi como en un laboratorio por el FMI no solo en sus dimensiones financieras, sino también poblacionales y hasta de algo tan personal como la cantidad de hijos promedio que cada familia tiene, dentro de modelos teóricos de mediano y largo plazo, a 30 y 50 años. El problema con esto es que dada su historia y el rol que ha cumplido, sabemos muy bien que no lo hace en función del bien común sino de las posibilidades que cada país tendrá para poder seguir pagando su deuda externa, principal mecanismo de la banca internacional para mantener sometidos a los pueblos del mundo.
Para el FMI, y los gobiernos que sigan sus mandatos, nuestros abuelos tendrán que conformarse con cada vez jubilaciones más indignas.
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