El fantasma climático y el credo ecologista – Por Cristian Taborda

Por Cristian Taborda

Según el diccionario, un fantasma es una “figura irreal, imaginaria o fantástica y normalmente incorpórea”, también se define como “idea irreal creada por la imaginación, especialmente la que está impresa en la memoria de forma atormentadora”. Para el común de los mortales, la idea de fantasma se asocia a un espectro o algo atormentador. Para Freud, la fantasía (phantasie) es un estado preliminar de los síntomas histéricos, Lacan va utilizar para el psicoanálisis la figura del fantasma (fantôme) tomando a Freud, no como imagen alejada de la realidad, construcción discursiva, sino dependiente. El fantasma intenta cubrir una falta, es “una defensa frente al goce del otro” dirá Lacan. El fantasma climático está atravesado por una construcción discursiva, no se niega la realidad del cambio del clima, su utilización intenta cubrir una falta, es una defensa frente a una renuncia donde sus predicadores no dejan de parecer en un estado histérico. Hay una utilización fantasmagórica del clima, el intento de cubrir una falta, la imposibilidad del retorno a algo que se considera perdido por quiénes atormentan al resto con el apocalipsis ambiental. Por lo pronto, se observa en la inmediatez la renuncia a la lucha por las causas nacionales, la justicia social, o la militancia, a cambio de la lucha por causas cosmopolitas, por justicia ambiental o climática mediante el activismo. Para los predicadores de la religión verde, el mundo es injusto y no se puede transformar, sus problemas son “estructurales” se trata de introducir reformas (desde arriba) y que sea “un poco menos injusto”, ya no un mundo justo. Se ha pasado de la transformación de la realidad a un conformismo idealista. A una construcción discursiva, un simulacro.

Allí confluyen izquierda y derecha, arrastradas y al servicio de ONGs y multimillonarios. El cambio climático se ha convertido en una forma de teología política con todos sus ritos y ceremonias. Ahí vemos la peregrinación global del progresismo bajo la espiritualidad ambiental en la “Marcha mundial contra la crisis del clima”, dando testimonio sobre el combate contra el cambio climático. Acá en Argentina, invirtiendo la fórmula de Lenin, agrupaciones del Frente de Todos y Cambiemos marcharon juntos como compañeros de liturgia: “marchar juntos, golpear separados” parece ser la nueva fórmula.

Inspirados en la idolatría a Greta Thunberg, la evangelizadora del World Economic Forum de Davos y la ONU, principal predicadora del Evangelio Verde y símbolo de la infantilización de la política, que por cierto siempre se le olvida la mención de las grandes corporaciones depredadoras y las potencias explotadoras de recursos, cargando la culpa sobre los pecadores que comen carne vacuna o usan auto a nafta, en especial del “tercer mundo”. Porque el hombre es malo según los fundamentalistas climáticos: “el único capaz de destruir la tierra”, algo que es cierto, pero el problema radica en querer salvar la Tierra destruyendo al hombre, con políticas antinatalistas o desmantelando la industria del trabajo, destruyendo familias y empobreciendo trabajadores, bajo consignas de “transición ecológica” que más bien se parecen a un proyecto de plaguicidio humano.

De no abandonar el consumo de carne y adoptar el veganismo, de no dejar de usar el aire acondicionado o calefacción, de no dejar de cargar nafta y aceptar uno que lo revienten con impuestos “para combatir el cambio del clima” (Macron) a modo de indulgencias ambientales, el Apocalipsis es irreversible. Los trabajadores están condenados a pagar por sus pecados. El clima todopoderoso ajustará cuentas, habrá castigo. Y para los escépticos, agnósticos o ateos los perseguirá como un fantasma desde los medios que reproducirán el desastre incesantemente de forma atormentadora, como imágenes de guerra, de efectos neuróticos.

La paradoja de la Modernidad es que en un mundo secularizado las ideologías, sea de género, feminista o ambiental, toman como fundamento, de punto de partida, el supuesto científico para sublevarse contra el Estado (o cooptarlo) y luego se arrogan pretensiones de Iglesia como ya planteaba Hegel en la Filosofía del derecho.

El cambio climático se ha transformado en el credo ecologista.

Lo que llama la atención, o en realidad no tanto, es que los predicadores de la religión climática suelen obviar detalles, como por ejemplo, quiénes son los principales contaminadores, el rol de las corporaciones u organizaciones supranacionales que repentinamente tuvieron una conversión pro ambientalista, la fe del converso, y el negocio que a su vez representa la transición ecológica, es decir, los intereses en pugna y quienes son los principales beneficiarios, que aportan un diezmo para la gloria verde.

Los principales emisores de CO2 en el mundo casualmente son las dos principales potencias del planeta, China con un 28% de emisiones y Estados Unidos con un 14%, seguidos por India con un 7% o la Unión Europea, si la tomamos sin distinción de naciones, casi con un 10%, a su vez Alemania emite un 2%. Es decir, en el podio los países que lograron su desarrollo mediante el usó de energías fósiles como el carbón (China) y petróleo-gas (EE.UU). Entre los primeros 3 países superan el 50% de emisión de gases CO2. (1)

En América Latina los principales emisores son Brasil y México con una emisión del 5% cada uno aproximadamente y si tomamos el resto de los países las emisiones tan sólo representan cerca de 17% del total de China, principal emisor. (2)

En el caso de Argentina, se encuentra en el puesto 155 del ranking de países que emiten CO2, formado por 184 países, con un 0,7% de emisiones y con una disminución durante los últimos 5 años.

Es decir los principales países que contaminan son las potencias que se desarrollaron con energías convencionales y ahora promocionan las renovables, donde son principales productores y proveedores del mercado, tal es el caso de Alemania (RWE Innogy, Siemens), China (Tianqi Lithium, JinkoSolar, Goldwind) y EE.UU (Apple, GE Energy, First Solar).

Quienes lograron su posicionamiento mundial con energías fósiles, mediante la industrialización y una política soberana, ahora quieren someter a las naciones periféricas al subdesarrollo “sustentable” o permanente, desmantelando la industria y disminuyendo la soberanía, poniendo los recursos naturales bajo su tutela. Para ello, la indispensable utilización del Soft Power y las agendas globales, es decir la neocolonización cultural, con la propaganda del cambio climático.

Lo último que les interesa es el clima, lo primero es el poder.

El progresismo y su religión climática no defienden el medioambiente, ni la soberanía de los recursos naturales, es más, los consideran “patrimonio de la humanidad”, defienden una agenda globalista e intereses particulares, de potencias extranjeras y una élite progresista de multimillonarios que quieren hacerse del control de los recursos usando al cambio climático como ideología de subordinación.

Para estos, el principal problema no radica en el clima, este es el fantasma, sino en el crecimiento de la población, el sistema productivo basado en el consumismo y centralmente en la escasez de recursos. Esto ha sido abiertamente planteado, y plasmado de forma detallada por Henry Kissinger en su “Memorándum de Seguridad Nacional 200: implicaciones sobre el crecimiento de la población mundial para Estados Unidos y sus intereses de ultramar”.

Lo que tampoco cuentan los predicadores de la religión climática es que la mentada transición ecológica y el “combate” al cambio climático viene con un incremento del costo de vida de los trabajadores, empezando por los alimentos y la energía (combustibles y tarifas).

La verdadera agenda verde es aquella que reivindica la defensa de nuestros recursos (entre ellos la población) y la soberanía frente al globalismo. No la que los entrega. Agenda verde es la que defiende la ecología no la ideología de intereses particulares y corporativos de multimillonarios u otras naciones que pretenden hacerse de nuestros minerales y así evitar el desarrollo económico, industrial y social, como plantea Kissinger. A contramano del pensamiento nacional de Juan Perón, expresados con claridad en su Modelo Argentino para el Proyecto Nacional y en el Plan Trienal para la Reconstrucción y Liberación Nacional, en una defensa sincera, no impostada, del medio ambiente, del agro y la industria, principales blancos de la agenda verde globalista.

La verdadera agenda verde es con una política soberana, con independencia económica y justicia social, no la de Joe Biden y el establishment financiero.

(1) Fuente: Statistical Review of World Energy 2020.

(2) Fuente: Global Carbón Atlas.
http://www.globalcarbonatlas.org/es/CO2-emissions

 

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