Por Ricardo Vicente López
Parte I
A quienes nos gusta investigar el curso de la historia del mundo, sin que esto suponga el querer saberlo todo, tarea inalcanzable, recorremos diariamente la mayor parte de la información que puede estar a nuestro alcance. Por cierto tenemos preferencias por algunos temas, con la condición de que esta tarea tenga como consumación el pensar en un mundo mejor para todo el hombre y para todos los hombres, según la expresión del papa Pablo VI. Hay acontecimientos que se nos imponen por su magnitud, por sus derivaciones. Otros que, a pesar de parecer insignificantes van adquiriendo paulatinamente mayor trascendencia. Por ejemplo, el ingreso de unos rebeldes a la ciudad de la Habana (Cuba) no mostraba en sus comienzos el potencial que llegaría a tener ese hecho en las décadas siguientes: ¿Cómo con tan poco se pudo hacer tanto?
Mucho más cercano en el tiempo, una turba enardecida terminó ingresando en el Capitolio estadounidense. Lo que pudo haber sido nada más que un hecho policial, por diversos motivos, creo que marcó un hito de consecuencias que hoy no son posibles de medir en toda su magnitud.
Entre los muchos comentarios que he leído algunos contienen reflexiones que deben ser leídas con mayor atención. Una de ellas cuyo autor, José Ignacio González Faus [1] (1983), en su página blog.cristianismeijusticia.net, publicó una nota cuyo título era: Del “sueño americano” a la situación actual en la cual escribe esta frase: “Los fascismos aparecen no solo porque hay hombres que quieren ser dictadores sino porque hay gentes que desean ser dictadas“, sobre la cual comenta:
«Me pregunto si no hay en las mentalidades que se creen progresistas una especie de falsa seguridad ilusoria de que el futuro es infaliblemente suyo. Las izquierdas desconocen el pecado original y las derechas se aprovechan de él. Grandes autores, creyentes y no creyentes (Dostoievski, Berdiaev, Nietzsche, Sartre…) afirman que al ser humano le pesa tanto la libertad que, en cuanto se le concede, busca cómo cambiarla por un “plato de lentejas” de seguridad».
Erich Fromm [2] (1900-1980) En el prólogo de su afamado estudio: El miedo a la libertad, escribe, lo que podemos calificar, de sorprendentes conceptos:
«Los actuales sucesos políticos [1940] y los peligros que ellos entrañan para las más preciadas conquistas de la cultura moderna —la individualidad y el carácter singular y único de la personalidad— es uno de sus aspectos, de suma importancia para la crisis social y cultural de nuestros días; es el significado de la libertad para el hombre moderno. La tesis de este libro es la de que el hombre moderno, liberado de los lazos de la sociedad pre-individualista [3]— lazos que a la vez lo limitaban y le otorgaban seguridad—, no ha ganado la libertad en el sentido positivo de la realización de su ser individual, esto es, la expresión de su potencialidad intelectual, emocional y sensitiva. Aun cuando la libertad le ha proporcionado independencia y racionalidad, lo ha aislado y, por lo tanto, lo ha tornado ansioso e impotente. Tal aislamiento le resulta insoportable, y la alternativa que se le ofrece es la de rehuir la responsabilidad de esta libertad positiva, la cual se funda en la unicidad e individualidad del hombre».
Debo agregar que estas afirmaciones leídas desde hoy parecen ser un pálido reflejo de lo que llegó a ser en el escenario mundial actual. Lo que importa rescatar es que la mirada penetrante de Fromm ya percibía casi un siglo atrás lo que él define como el drama del hombre moderno. Poniendo estos párrafos en paralelo, me parece que ayuda mucho para aproximarnos a lo sucedido en el Capitolio de los EEUU, aunque pueda parece una osadía. Lo que está en juego es la descomposición del hombre de las grandes urbes, escenario en el cual gran parte de ellos se exacerba.
Si nos remontamos a los orígenes de la sociedad política occidental podemos leer en Platón, en su República, que la democracia solo podría funcionar en ese mundo trascendente de “las Ideas”, el mundo idealizado que él definía como la verdadera realidad de las cosas.
Esto nos coloca frente al dilema dramático, y por ello ocultado, tan humano, hoy más que antes, entre la libertad y la seguridad. Le propongo releer meditativamente a González Faus para no dejarnos llevar por una primera impresión:
«Grandes autores, creyentes y no creyentes (Dostoievski, Berdiaev, Nietzsche, Sartre…) afirman que al ser humano le pesa tanto la libertad que, en cuanto se le concede, busca cómo cambiarla por un “plato de lentejas” de seguridad. La libertad de los inconscientes es la única soportable; pero acaba convirtiéndose en una esclavitud tácita y manipulada. Mientras que cargar a solas con el riesgo de una decisión libre, produce un vértigo tal que procuramos eludirlo como sea: no hay para el hombre preocupación más grande que la de encontrar cuanto antes a quién entregar ese don de la libertad con que nace esta desgraciada criatura».
Esta especie de parábola sin salida podría remitir a un pasaje del libro de M. Horkheimer y T. Adorno, miembros de la Escuela de Fránkfort [[4]] Dialéctica de la Ilustración (1944) en el cual crean el concepto “personalidad autoritaria”; lo sorprendente es que no designa a personas que quieren mandar, sino a las que quieren ser mandadas, para conquistar así la tranquilidad y evitarse riesgos. De estas tesis se deduciría una conclusión, indigerible para el liberalismo actual, que es la que propone González Faus, que ya mencioné. Esta aparece en línea con el análisis de estos autores, “los fascismos aparecen no solo porque haya personas que quieren ser dictadores sino porque hay personas que desean ser dictadas”. Lo que parece confirmarse, cuando se observa algunas manifestaciones en las cuales los gritos fanáticos y entusiasmos delirantes que acompañan y aclaman a esos dictadores. Esto es un resultado de las sociedades de masas que he analizado en otras notas. Tienen su mayor expresión en la sociedad estadounidense del siglo XX [5].
González Faus, afirma lo siguiente, a modo de explicación:
«Nuestra historia atraviesa, por tanto, una hora de eso que se llama “desolación”. La globalización de la indiferencia (diagnosticada como nuestro mayor pecado) intentaba ocultarnos esa oscuridad. Hasta que la inesperada pandemia nos ha obligado a reconocer que quizás sí estamos en una hora oscura de la historia».
De lo que no cabe duda es que es uno de los filósofos de la liberación, y ha sido muy consecuente, con su humanismo cristiano, en la defensa de los pobres y marginados. Si la tesis que propone puede generar algunas inquietudes, no olvide todas las notas que he publicado denunciando la manipulación de los públicos masificados. Allí debemos buscar la explicación de lo que, me atrevo a calificar, como una claudicación ciudadana que sumerge a las personas en una especie de marionetas del espacio mediático.
[1] Licenciado en filosofía (Barcelona, 1960), fue ordenado sacerdote se Doctoró en Teología en la universidad austríaca de Innsbruck; cursó estudios en el Pontificio Instituto Bíblico de Roma; Profesor de Teología Sistemática en la Facultad de Teología de Cataluña (Barcelona); da clases en la Universidad Centroamericana (UCA) en San Salvador y ha viajado como Profesor Invitado a distintos países de América Latina (México, Brasil, Uruguay, etc.
[2] Fue un destacado psicoanalista, Psicólogo social y Filósofo humanista de origen alemán, Miembro del Instituto de Investigación Social de la Universidad de Fráncfort, participó activamente en la primera fase de las investigaciones interdisciplinarias de la Escuela de Fráncfort; durante los años 40 Fromm desarrolló una importante labor editorial, pues publicó varios libros, luego considerados clásicos, sobre las tendencias autoritarias de la sociedad contemporánea.
[3] Dado la nebulosa ideológica que la Ilustración esparció sobre los estudios históricos de la época conocida como Edad Media, que Fromm denomina pre-individualista, sugiero la lectura de mi trabajo Los orígenes del capitalismo moderno Primera parte, en la página www.ricardovicentelopez.com.ar para una mirada más profunda sobre ese periodo histórico.
[4] La escuela de Fráncfort fue un grupo de investigadores que adherían a las teorías de Hegel, Marx y Freud y cuyo centro estaba constituido en el Instituto de Investigación Social, inaugurado en 1923.
[5] Para un análisis más detallado sugiero la lectura en www.ricardovicentelopez.com.ar, Sección Reflexiones políticas de las notas nº 93.- Las raíces ideológicas del mundo globalizado; nº 94.- La manipulación de la opinión pública según la revista Mercado y 97.- La manipulación es una parte imprescindible y fundamental del quehacer político.
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