Por Javier Lewkowicz *
El problema del trabajo cubre, por lo menos, todo el espacio político del Occidente capitalista. Plantearlo en términos de costo laboral encubre la “codicia empresaria” ya denunciada por Adam Smith en el siglo XVIII.
La reforma laboral con la cual el gobierno de Cambiemos avanza viene a introducir por la fuerza un debate sobre el modelo de precarización de las relaciones de producción que emerge desde los centros de poder global. Las nuevas formas de producción existen y se profundizarán en los próximos años. Pero el Gobierno, en lugar de plantear una agenda de generación de conocimiento tecnológico con apoyo estatal, indispensable para pararse frente a lo que viene, adopta un individualismo chato, como el del “emprendedor de cerveza artesanal”. Al mismo tiempo, se desarticulan proyectos de incubación de industrias de alto valor agregado, como los satélites y radares. Ese diagnóstico ofreció a PáginaI12 Eduardo Dvorkin, doctor en ingeniería del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Dvorkin dirigió el instituto de investigación científica de Siderca, Techint, y en los últimos años realizó los cálculos estructurales para la construcción de los satélites Arsat 1 y 2.
–¿Cuál es la discusión en el terreno laboral que se plantea a nivel global?
–Hay un proyecto que excede a Mauricio Macri y a Cambiemos. Es lo que plantea Klaus Schwab, que es el fundador del Foro Económico Mundial de Davos. Schwab dice que estamos atravesando la cuarta revolución industrial. La primera fue la revolución neolítica, cuando la gente empieza a sembrar y a juntar ganado en lugar de ir cazando y recolectando. La segunda fue la que se llamó la revolución industrial, con la máquina de vapor. La tercera es la digitalización y la cuarta se vincula a una serie de nuevas tecnologías, algunas de ellas sin gran difusión todavía. Schwab dice que en algún momento todo el sistema de producción va a cambiar a producción 3D. Hoy las impresoras 3D imprimen maquetas, pero están empezando a usarlas con materiales duros. Por otro lado, desde el lado de la robótica, va a haber autos que se manejen solos junto al enorme desarrollo de las plataformas online. Hoy en día, Amazon vale en el mercado 355 mil millones de dólares, por arriba de la sumatoria de todas las supertiendas americanas, que suman 297,8 millones de dólares. Es decir, hay una nueva forma de comercio que ha desplazado a la vieja. Hoy Uber, que es una forma muy tecnológica de taxis, vale mucho más que Delta Airlines, y Uber no es dueña de un solo coche.
–¿Cuál sería el impacto de esas nuevas formas de producción sobre la relación laboral?
–La conclusión de Schwab es que se acabó el modelo de la relación de dependencia. Que se acabó el trabajador vinculado sostenidamente a una empresa. Según esa concepción, la empresa va a llamar al trabajador porque tiene que realizar determinada tarea durante un par de meses. Schwab le pone un nombre: la nube humana. De la misma forma que no toda mi información digital está en el disco duro de mi computadora, sino que está en lo que decimos la “nube”, dropbox, mail, etc. O sea, el trabajo humano no estaría ahí. Lo que conlleva un profundo cambio en la relación laboral hacia la precarización.
–La reforma laboral de Brasil va explícitamente en esa dirección.
–Macri viene de alguna forma a introducir, con menor fuerza que Michel Temer en Brasil, esa precarización laboral, lo mismo que Emmanuel Macron en Francia. Un exponente local de esa concepción es el CEO de Mercado Libre, Marcos Galperín. Schwab dice que el avance de la robótica va a generar que las industrias ya no tengan que instalarse en lugares con mano de obra barata, o sea, en los países emergentes. La industria se desplazaría de nuevo hacia el centro, y los emergentes competirían por los costos laborales, costo de la energía y leyes que regulan el tema ecológico.
–¿Cómo se conjuga esa descripción con la situación de la Argentina y los cambios en materia de apoyo del Estado a la ciencia?
–En la Argentina tenemos un neoliberalismo periférico. Ni Macron ni Merkel ni Barack Obama (porque Donald Trump es un personaje más raro) atentan contra su aparato científico ni contra su aparato tecnológico. En cambio, el Gobierno en los hechos reniega de la ciencia propia. Y sale con esa historia rara del emprendedurismo. Es rara porque el emprendedurismo consiste básicamente en gente que crece en base a programas bancados y promovidos por el Estado. O sea, sin un estado tractor no hay emprendedurismmo. Por ejemplo, en Sillicon Valley, el gran emprendedurismo norteamericano en el campo de la electrónica, las empresas, incluso Google, surgieron de programas financiados por el gobierno central. En Boston, cerca del MIT, hay enormes edificios de empresas biotecnológicas que se acoplaron a los programas oficiales. Pero acá se habla de emprededurismo en una forma muy chata y el famoso esquema triangular de empresas del Estado, pymes y los institutos de investigación está siendo desarticulado.
–¿Qué proyectos concretamente están retrocediendo?
–El Arsat 3, la Fábrica Argentina de Aviones, vagones de carga, radares y el presupuesto del Conicet, entre otros. Hay una política de ajuste del aparato científico. La falta de tracción del Estado, que es la principal fuente de investigación científica, implica un retroceso en el camino del manejo del paquete tecnológico en la producción industrial, que es lo que realmente importa. No hay país desarrollado que tome la decisión de ajustar su sector científico. Hoy comienza a haber nuevamente ingenieros desocupados.
Arsat: “Para entender lo que pasa con Arsat, hay que ser francos en primera instancia. ¿Los Arsat fueron los satélites más baratos para la Argentina? No. Si salís con plata al mercado, a Francia, Estados Unidos, Alemania o China, seguramente vas a tener un precio mejor. ¿Son los satélites más modernos? Los Arsat 1 y 2 tienen motores para regular la órbita que operan con combustible químico, mientras que los más modernos tienen motores eléctricos que se alimentan con energía solar, que era la tecnología que se planificaba aplicar en Arsat 3. Entonces los Arsat 1 y 2 no eran los más económicos ni los de última tecnología, pero sí era el surgimiento de una industria satelital argentina. Para incubar una industria hay que protegerla, esto pasa en todos lados. Ahora, la asociación con Hughes supone que la lógica de la incubación se termine, porque va en contra del interés de una empresa estrictamente comercial”, explicó Eduardo Dvorkin, quien trabajó estrechamente junto al Invap en el diseño de los satélites geoestacionarios argentinos.
Radares: “Al comienzo de la presidencia de Néstor Kirchner hubo una reunión en el Ministerio de Defensa en donde se discutía la compra de radares. Ahí Kirchner dijo que los radares se iban a hacer en el país. Fue una decisión muy valiente porque siempre es más sencillo importarlos y utilizar tecnologías probadas y corregidas. Los radares secundarios (para detectar aviones que quieren ser detectados) se produjeron en el Invap y hoy en día la mayor parte de los aeropuertos cuentan con radares argentinos. El gran paso es exportarlos. También se estaban desarrollando drones para patrullar el Mar Argentino. Esos proyectos están en veremos y si bien en el Invap no hubo despidos masivos, la gente más brillante ya se fue porque saben que la perspectiva no es buena”, detalló Dvorkin.
Conicet: “El año pasado no entraron al Conicet 500 personas. No son 500 pibes que acaban de salir de la secundaria. Son personas que siguieron una carrera universitaria, se doctoraron e hicieron por lo menos dos años de posdoctorado. El Estado invirtió dinero en esa formación y ahora le dice que no hay laburo. Son personas formadas para investigar y no tienen donde trabajar porque es mentira que las empresas privadas puedan absorberlos porque en general no hacen investigación. Y este año va a ser peor, porque van a ser 1000 los que no van a entrar”.
* Javier Lewkowicz – Economista y periodista de Página 12 y editorialista de la Revista Turba.
Fuente: www.pagina12.com.ar – 2-10-17