Si se pensaba que no se podía ser más genuflexo, cipayo y entreguista que Mauricio Macri, aparece su amigo Sebastián Piñera y lo supera. El empresario que ocupa la presidencia en Chile se reunió este viernes con Donald Trump y no tuvo mejor idea que mostrarse para la foto con una imagen que demuestra su idea de soberanía: la bandera de su país, Chile, incorporada como una estrella más de la bandera de los EEUU.
Como tamaña idiotez quedaba sin explicación, el mismo Piñera se encargó de dar su interpretación de la puesta en escena: “Con un pequeño cambio en la bandera americana uno puede decir que Chile está en el corazón de Estados Unidos, porque como la bandera americana tiene estrellas y tiene franjas rojas y azul (sic), uno puede hacer con una pequeña dosis de ingenio, afirmar que Chile está en el corazón de Estados Unidos”.
Este hecho no es solo un chiste de mal gusto. Se da en momentos en que se incrementan las bases militares de los EEUU en América Latina, se vuelve a discutir la posibilidad de dolarizar la economía argentina, Macri pide “enamorarnos” de la presidente del FMI, Christine Lagarde, a quien le entrega todos los resortes del Ministerio de Economía y del Banco Central, varios gobiernos obsecuentes del poder anglonorteamericano firman una denuncia contra el gobierno de Venezuela ante la Corte Penal Internacional y los poderes judiciales de Brasil y Argentina persiguen a dirigentes políticos populares e incluso encarcelan a los otrora intocables empresarios nacionales, preparando el terreno para que las principales constructoras locales sean compradas a precio vil por corporaciones norteamericanas. En política no hay casualidades, o gestos librados a la ocurrencia del momento, como aquel de Macri evitando jurar “por la Patria” en su asunción.
A pesar del surgimiento de tendencias aislacionistas como las de Trump, el Brexit y otras dentro de Europa, las fuerzas del globalismo financiero avanzan con su proyecto de largo plazo de desmontar los Estados Nación, último escollo para las corporaciones transnacionales. Para eso necesitan previamente eliminar toda conceptualización de tipo nacional y patriótica, sea por la vía de la derecha económica liberal o la pseudo-izquierda cultural internacionalista, especialista en inventar enemigos virtuales que dividen a los pueblos. Junto al Estado Nación, el poder va eliminando la idea de soberanía y la densidad de la Historia de cada pueblo y sus luchas. Por eso tampoco es casual la eliminación de la enseñanza de la Historia en los colegios secundarios y de figuras históricas en los billetes, solo por dar dos ejemplos. Las élites oligárquicas necesitan acabar con toda posibilidad de una comunidad organizada, confundir las identidades que la componen y desarticular toda institución que nuclee a colectivos con capacidad de resistir a sus designios. Solo de este modo tendrá el camino libre para su planificada sociedad de pocos para pocos, individualista, nihilista, hedonista y transhumanista.
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