Por Nicholas Wright
La pandemia del coronavirus está provocando miles de muertes, devastando economías y provocando bloqueos y cierres en casi todo el mundo. Pero mirando hacia delante, uno de los legados más significativos será la forma en que la pandemia se ensambla con otra gran disrupción global de los últimos años, el surgimiento y difusión de la vigilancia digital que permite la inteligencia artificial (IA).
Las medidas de salud pública siempre han dependido de la vigilancia, y eso se ve especialmente en las respuestas de los gobiernos al coronavirus. China, después de que inicialmente suprimiera las noticias del brote en Wuhan, usó su arsenal de herramientas de vigilancia para hacer frente a la pandemia. Esas técnicas incluían desde desplegar cientos de miles de monitores para registrar los movimientos y temperaturas de los individuos hasta la vigilancia masiva de los datos de teléfonos móviles, trenes, aviones para seguir a la gente que había viajado a las regiones afectadas.
Pero los países democráticos en el Sudeste Asiático también usaron ese poderoso poder de vigilancia para luchar contra el COVID-19, la enfermedad que causa el coronavirus. Surcorea aprovechó la televisión de circuito cerrado y los datos de tarjetas de crédito para seguir los movimientos de los individuos y Taiwán integró bases de datos de salud con otras para que todos los hospitales, clínicas y farmacias pudieran acceder a la información de viajes de sus pacientes.
Las democracias liberales occidentales están mirando las herramientas de China para detener la proliferación del virus y analizan la posibilidad de adoptar algunos de esos métodos autoritarios. En los últimos diez años, China fue creando un estado autoritario de vigilancia digital en el interior de sus fronteras mientras competía con Estados Unidos en el escenario internacional para fijar los estándares globales y moldear la infraestructura de la red exportando tecnología 5G y sistemas de reconocimiento facial. La superposición de estas dos superposiciones globales – la epidemiológica y la tecnológica – darán forma a los próximos años de historia global.
Los países asiáticos han demostrado que un fuerte régimen de vigilancia es esencial para combatir una pandemia. Las democracias occidentales deben recurrir a una “vigilancia democrática” para proteger a sus propias poblaciones. ¿Pero cómo se puede hacer eso sin sacrificar los valores liberales?, se pregunta Wright.
Aunque en su momento no se entendió muy bien, uno de las mayores impactos de largo plazo que dejaron los ataques terroristas del 11 de septiembre fue la ampliación de la vigilancia en Estados Unidos y otras democracias, tanto en el sector público como en el privado. También el COVID.19 modificará las vigilancia digital en todo el globo debido a la necesidad del sector de la salud de vigilar más a los ciudadanos. Si las democracias no vuelcan a su favor el futuro de la vigilancia global, los competidores que aplican el autoritarismo digital estarán listos para ofrecer al mundo su propio modelo.