Ezequiel Beer *
El contexto internacional es altamente inestable y de difícil pronóstico, ello aconseja prudencia y preservación del interés nacional por sobre todas las cosas.
Considerar los avatares geopolíticos actuales es una invitación a entablar un diálogo entre un mundo subsumido en la recesión económica o de bajo crecimiento anual localizado en Occidente versus un mundo en crecimiento situado en el Oriente.
La larga letanía recesiva y la constante financiarización de la economía mundial que deja sin labor a amplias franjas de la población acentuando una caída del consumo y por ende de la actividad productiva invita a ese “mundo” desarrollado a interpelar que tipo de políticas se están llevando a cabo donde la concentración de la riqueza es cada vez mayor; es decir a quienes está favoreciendo las políticas de austeridad y baja inflación sino es pues a los sectores dominantes de la sociedad, quizás a ese 1 % que los movimientos sociales alternativos denuncian constantemente.
Desde Francia pasando por Alemania, España e Inglaterra cobran terreno los líderes de los partidos progresistas o laboralistas donde descansan las esperanzas de millones de ciudadanos, pues la integración regional les ha dejado un sabor amargo como así los procesos de integración mundial bajo la denominada Globalización.
El descredito sobre el sistema democrático es una consecuencia consabida pues en el balance Estado – Mercado, este último se ha llevado mucho por delante dejando a una inteligencia tecnocrática al mando del estatismo que augura en desterrar lo político como herramienta de transformación y cambio.
Solo se “gesta” bajo criterio de eficiencia y eficacia al igual que una empresa donde los presupuestos deben rondar en competitivos las personas son números y se descentraliza en terceros la atención ciudadana tal cual lo muestra la última película del británico Ken Loach: “Yo Dan Blacke”, en la que un trabajador enfermo debe lidiar con todo un andamiaje burocrático a tal fin.
Por otra parte donde la política se entremezcla con la economía de una manera singular es en China donde un partido único de régimen comunista ha sabido abrir sus puertas a Occidente de manera inteligente y estratégica a paso lento pero continuo bajo la protección de un gran mercado interno de consumo y playas de producción intensiva desde hace ya más de tres décadas.
Su área de influencia no se hizo esperar y el Bloque Asiático explica el 50% del crecimiento mundial en estos últimos años en contra balance con lo expuesto anteriormente. No obstante ello, variados expertos preanuncian sobre este eje una probable crisis financiera producto de una sobre expansión urbana y de inversión estatal que afectaría a todo el globo.
¿Qué se podría esperar de ello ante un Occidente que aún no se ha levantado de la última crisis bursátil de 2008 salvada en parte por la inyección estatal multimillonaria de fondos que lo único que hizo fue refondear a la Banca Internacional en desmedro de la misma población que es la aportante de los fondos?
¿Se pondría en tela de juicio al Capitalismo como orden regulador “natural” de la producción y distribución de los bienes? Aún no lo sabremos pero debemos estar atentos y leer nítidamente la coyuntura que nos persigne y actuar en dirección a salvaguardar el patrimonio tanto social como económico que como país contemplamos.
Algo que no resultará de fácil realización, dado el alto grado de exposición externa que la Argentina presenta por su continuo proceso de endeudamiento externo, donde el humor de los finanzas internacionales pueden hacer tambalear al más mínimo de los palotes internos algo que ya ha sucedido con la Crisis de los 80, El Tequila de 1994, la Crisis Rusa 1998 y la sucesiva crisis asiática.
Habría que hacer una salvedad sobre la Crisis de 2008 pues el nivel de endeudamiento y exposición argentino era bajo y por lo tanto no afecto a las necesidades de financiamiento interno.
La Historia es cíclica, en este sentido la falta de motorización del ahorro interno que es constantemente fugado, no solo por la aptitud de sus congéneres sino por los propios mecanismos en función, es lo que obliga a la emisión monetaria o a la toma de obligaciones externas para el fondeo del Estado y sus necesidades.
Debemos trazar un mapa del desarrollo interno en función de nuestra propia realidad local, y casi regional, no emulando modelos de otras geografías sino profundizando en nuestra potestad política y cultural.
No sería desatinado comenzar con los trazos del modelo argentino suscripto por Juan Domingo Perón actualizando dichos conceptos a día de hoy pero sin copy page de otras vicisitudes. El desafío está abierto.
* Ezequiel Beer – Licenciado en Geografía, Humanidades/Estudios humanísticos (UBA); Especializado en Geo-Economía y Geopolítica; especializado en Análisis Político; Analista en la Dirección Nacional de Capacitación proveyendo asistencia en el dictado de los cursos regulares del Instituto.
Fuente: Rebelión – 6-9-17
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