por Thierry Meyssan
El 17 de septiembre de 2018, Francia, Israel y el Reino Unido realizaron una operación militar conjunta contra objetivos sirios. Como consecuencia del enfrentamiento provocado por esa operación, un avión ruso de reconocimiento fue derribado por fuego amigo sirio. El estudio de las grabaciones demuestra que un F-16 israelí “se escondió” tras el Il-20 para protegerse del fuego de la defensa antiaérea siria, que acabó derribando por error el avión militar ruso.
El derribo de un avión militar ruso por causa de Israel durante una operación conjunta israelo-franco-británica ha provocado estupor en todas las cancillerías. Si en los 7 años que han transcurrido desde el inicio del conflicto en Siria había existido una línea roja, era que los protagonistas nunca ponían en peligro fuerzas rusas, estadounidenses o israelíes.
Sobre lo sucedido sólo se sabe a ciencia cierta que:
Un avión de reconocimiento británico despegó de Chipre hacia Irak. En su trayectoria violó el espacio aéreo de Siria para “escanear” las defensas sirias y posibilitar el posterior ataque.
Menos de una hora después, 4 aviones israelíes F-16 y la fragata francesa Auvergne dispararon misiles contra objetivos en Siria –ubicados en la provincia de Latakia. La defensa antiaérea siria protegió su país disparando misiles tierra-aire S-200 contra los misiles franceses e israelíes.
Durante el enfrentamiento, uno de los aviones agresores israelíes se escudó tras un avión de reconocimiento Ilushin-20 ruso que concluía su misión de vigilancia en la zona y de localización de lugares de lanzamiento de drones de los yihadistas. La defensa antiaérea siria disparó un misil tierra-aire dirigido a la señal térmica del F-16 israelí y es teóricamente posible que haya derribado por error el avión ruso, cuya señal térmica, al ser más importante que la del avión israelí –más pequeño– que se escondía tras él, pudo haber atraído el misil antiaéreo.
Sin embargo, esta explicación parece fantasiosa ya que los misiles antiaéreos S-200 disponen de un sistema de reconocimiento que distingue los aviones amigos de los aviones enemigos, detalle que el ministerio ruso de Defensa confirmó y posteriormente desmintió. En todo caso, el avión ruso de reconocimiento fue derribado sin que pueda decirse con certeza cómo y por quién.
La cobardía de los dirigentes británicos y franceses los ha llevado a censurar toda información sobre su propia responsabilidad en la operación. Londres no ha hecho absolutamente ningún comentario y París negó los hechos. La BBC y los medios vinculados a France-Television no se han atrevido a mencionar lo sucedido. Para el Reino Unido y Francia, la realidad de la política exterior está más que nunca totalmente excluida del debate democrático.
Interpretación inmediata de los acontecimientos
No sabemos en realidad si el derribo del avión ruso, que provocó la muerte de los 15 militares que se hallaban a bordo, es imputable al piloto israelí –lo cual parece muy poco probable– a los militares israelíes o a los países implicados en el ataque a Siria.
De la respuesta a esa pregunta depende un posible conflicto entre 4 potencias nucleares. Esta situación es, por tanto, extremadamente grave. De hecho, no tiene precedente desde la creación de la Federación Rusa, a finales de 1991.
La agresión britanico-franco-israelí es la respuesta de Londres, París y Tel Aviv al acuerdo ruso-turco firmado en Sochi sólo horas antes. Se produce después de la negativa estadounidense, a principios de septiembre, de bombardear nuevamente Siria con un pretexto falso y al envío de una delegación de la administración Trump al mundo árabe para dar a conocer el desacuerdo de la Casa Blanca con las iniciativas franco-británicas [1].
Turquía firmó los acuerdos de Sochi bajo una fuerte presión de Rusia. En Teherán, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan se había negado antes a firmar el Memorándum sobre el repliegue de las fuerzas yihadistas y las tropas turcas en Idlib y el presidente ruso le había respondido secamente, reafirmando la soberanía y la integridad territorial de Siria [2] y subrayando además –por primera vez– que a la luz del derecho internacional la presencia militar turca en Siria es ilegal. Muy inquieto, Erdogan aceptó una invitación a viajar a Rusia 10 días después.
El acuerdo ruso-turco de Sochi –además de alejar un poco más a Turquía de la OTAN con contratos vinculados al sector energético– de hecho obligaba a Ankara a retirarse de una parte del territorio que ocupa en Siria, supuestamente en aras de mejorar la protección que ofrece a los “rebeldes” reunidos en la provincia de Idlib [3]. Además, Turquía sólo dispone de un mes de plazo para confiscar el armamento pesado de sus compinches de al-Qaeda y Daesh (el Emirato Islámico) [4].
Por supuesto, para Londres, París y Tel Aviv, el acuerdo ruso-turco es inaceptable porque en definitiva implica:
el fin de los yihadistas como ejército que Londres ha organizado, dirigido y manipulado durante décadas [5];
el fin del sueño de un mandato francés sobre Siria y de la creación de una nueva colonia de Francia en el norte de ese país árabe, creación colonial que se justificaría denominándola abusivamente “Kurdistán” (la creación de un Kurdistán sería legítima únicamente dentro de las fronteras reconocidas en 1920 por la Conferencia de Sevres, o sea no en Irán, ni en Irak o en Siria sino únicamente en la actual Turquía [6]);
el fin del dominio regional de Israel, que se vería ante una Siria estable bajo la protección de Rusia.
Interpretación a mediano plazo de los acontecimientos
La alianza militar Reino Unido-Francia-Israel no había entrado en acción desde la crisis del Canal de Suez, en 1956. En aquella época, Anthony Eden, Guy Mollet y David Ben Gurión habían implicado las fuerzas de esos tres países de forma conjunta para humillar a los nacionalistas árabes, principalmente al líder egipcio Gamal Abdel Nasser, y restaurar los imperios coloniales de Inglaterra y Francia mediante la «Operación Mosquetero» [7].
Es exactamente lo mismo que ha sucedido en el ataque contra Latakia: como ha confirmado el secretario general del Hezbollah libanés, Hassan Nasrallah, ninguno de los blancos del ataque tenía relación alguna con Irán ni con el Hezbollah. Esta acción militar británico-franco-israelí no tenía ninguna relación con la lucha internacional contra los yihadistas en general o contra Daesh en particular. Sólo estaba relacionada con el deseo de los participantes de propiciar el derrocamiento de la República Árabe Siria o de su presidente, Bachar al-Assad. Su principal objetivo era matar científicos militares, principalmente a los especialistas en cohetería del Instituto de Industrias Técnicas de Latakia.
El ataque contra Latakia es, por consiguiente, la continuación de la política de asesinatos selectivos que Israel ha venido aplicando durante una veintena de años, sucesivamente contra los científicos iraquíes e iraníes y ahora contra los científicos sirios. Este es uno de los pilares de la política colonial: impedir que los pueblos a los que se pretende someter sean capaces de lograr acceso a los mismos sectores del saber que las potencias coloniales. Antiguamente, las metrópolis occidentales prohibían bajo pena de muerte que sus esclavos aprendieran a leer. Hoy en día, asesinan a los científicos de los pueblos que quieren esclavizar.
La política de asesinatos de científicos se interrumpió con la firma del acuerdo 5+1 (JCPOA) con Irán, que de todas maneras impedía el acceso de ese país al saber ya que estipulaba el cierre de las facultades de física nuclear en las universidades iraníes. Pero ha sido reactivada a raíz de la retirada estadounidense de ese acuerdo –el 8 de mayo de 2018. En efecto, exactamente un mes después, el Reino Unido, Francia y Estados Unidos bombardeaban Siria –el 14 de abril de 2018– y el único blanco de ese bombardeo fue el centro de investigación científica ubicado en la localidad siria de Barzeh [8].
Se trata de una simple repartición del trabajo: los yihadistas destruyen el pasado, los occidentales se encargan de destruir el futuro.
Interpretación de los acontecimientos a más largo plazo
Desde que Rusia desplegó fuerzas en Siria –el 13 de septiembre de 2015– para ayudar a ese país en la lucha contra los terroristas, los aliados de Estados Unidos comprendieron que se hacía imposible concretar el plan estadounidense sin arriesgarse a desatar una guerra mundial. Con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, esos aliados comenzaron a revisar sus objetivos de guerra, abandonaron los del grupo llamado «Amigos de Siria» y se replegaron hacia sus estrategias históricas respectivas [9].
Fue esta lógica lo que los ha llevado a volver a formar la alianza que dio lugar a la crisis de Suez. Y es también esta lógica lo que ha llevado a Alemania a mantenerse a distancia de esa alianza.
Al principio de la Primera Guerra Mundial, los imperios británico, francés y ruso habían decidido cómo iban a repartirse el mundo cuando ganaran la guerra. El británico Mark Sykes, el francés Georges Picot y el ruso Serguei Sazonov se encargaron de negociar esa repartición del mundo. Durante la guerra mundial, los bolcheviques derrocaron al zar en Rusia, así que las regiones asignadas al imperio ruso volvieron a quedar disponibles. En definitiva, al término de la Primera Guerra Mundial, la única parte del plan que llegó a aplicarse fue la que tenía que ver con el Medio Oriente, lo que aún llamamos los «Acuerdos Sykes-Picot».
El regreso de Rusia a la palestra internacional viene por tanto a cuestionar la repartición colonial del Medio Oriente pactada entre británicos y franceses. La posibilidad de un choque acaba de surgir, por accidente o por voluntad de alguien, con el derribo del Ilushin-20 ruso durante la operación militar conjunta del Reino Unido, Francia e Israel contra la ciudad siria de Latakia.
Cómo reaccionar
El estupor de la comunidad internacional ante el repentino resurgimiento de un conflicto que ya tiene un siglo de existencia es palpable en el silencio de la cuenta de Twitter de la Casa Blanca.
Durante la crisis de Suez, las tropas israelíes implicadas contaban el doble de efectivos que el conjunto de las tropas británicas y francesas. El total de aquella fuerza conjunta se elevaba a 250 000 hombres. Comparada con la operación contra Latakia, la de Suez era por tanto una operación de muy gran envergadura. Pero ambas responden a la misma lógica diplomática y pueden llevar a lo mismo.
Durante la crisis de Suez, en plena guerra fría, la Unión Soviética amenazó al Reino Unido, Francia e Israel con una respuesta nuclear si no se retiraban de Egipto. Al principio, la OTAN respaldó a los europeos amenazando a Moscú con una guerra mundial, pero luego… lo pensó mejor. En plena guerra fría, Estados Unidos apoyó temporalmente a la URSS para detener la locura europea.
Para Washington, permitir que los europeos siguieran adelante habría sido empujar a todos los países árabes en brazos de los soviéticos. Era además imposible aceptar la intervención franco-británica en Egipto precisamente en momentos en que denunciaban la intervención del Pacto de Varsovia contra la revuelta húngara.
El presidente estadounidense Dwight D. Eisenhower y su vicepresidente Richard Nixon desataron un ataque monetario contra la libra esterlina, enviaron fuerzas navales y aéreas estadounidenses a interferir las acciones del dispositivo británico-franco-israelí y prohibieron el uso del material militar francés financiado con fondos de Estados Unidos.
Fue posible preservar la paz internacional gracias a personalidades de terceras partes, como el secretario general de la ONU Dag Hammarskjöld (asesinado 3 años después y laureado con el Premio Nobel de la Paz a título póstumo), el ministro canadiense de Exteriores Lester B. Pearson (también laureado con el Premio Nobel de la Paz) y el líder del Movimiento de Países No Alineados y primer ministro de la India Jawaharlal Nehru.
La crisis de Suez reorganizó profundamente no sólo la vida política internacional sino también la escena política nacional en Reino Unido, Francia e Israel.
Burlando el derecho de veto de los europeos en el Consejo de Seguridad, la Asamblea General de la ONU intimó los invasores a retirarse de Egipto y creó la primera fuerza de interposición de las Naciones Unidas.
En el Reino Unido, la Cámara de los Comunes exigió el fin de la política colonial para favorecer los intereses económicos de Londres sólo a través del Commonwealth.
En Francia, comunistas, gaullistas y poujadistas (entre ellos Jean-Marie Le Pen) se unieron contra los centristas y los socialistas, algo que nunca volvió a suceder desde entonces. Seis años después, el presidente De Gaulle consideró que, al reconocer la independencia de Argelia, ponía fin a la colaboración militar francesa con el Estado colonial de Israel y retomaba la política de amistad y cooperación con los pueblos árabes que siempre había caracterizado a Francia, exceptuando sólo el paréntesis colonial [10].
La posición de los occidentales sobre la agresión contra Latakia es especialmente difícil porque, en violación de lo que ellos mismos habían acordado con Rusia, los israelíes sólo informaron a Moscú mucho después del inicio de la operación y sólo un minuto antes de disparar sus misiles. El Pentágono afirma que nunca fue informado. Pero tenemos que recordar que el acuerdo de no agresión mutua entre Israel y Rusia existe únicamente porque Israel es el arsenal de Estados Unidos en el Medio Oriente –en Israel se encuentran todos los depósitos estadounidenses de municiones para el conjunto de la región. Si Israel no avisó por adelantado al Pentágono sobre la operación contra Latakia, Israel ya no puede gozar de la protección estadounidense y, por consiguiente, Rusia puede cuestionar su pacto de no agresión con Israel.
La respuesta rusa depende de la posición de la Casa Blanca, posición que hoy se desconoce. Esa respuesta estará guiada por la voluntad de reducir la tensión –si fuera posible– y de mantener a la vez su disuasión castigando al o a los culpables que el Kremlin señale. Ni siquiera será necesario que Rusia haga pública esa sanción, a condición de que sean informadas las cancillerías interesadas.
La respuesta rusa
Rusia puede elegir entre ver el derribo de su avión como una falta cometida por un piloto israelí, atribuirlo a las fuerzas armadas de Israel o responsabilizar a los 3 países implicados (Reino Unido, Francia e Israel).
El ministro de Defensa de la Federación Rusa, Serguei Choigu, telefoneó a su homólogo de Israel, Avigdor Lieberman y le informó que considera a Israel responsable del incidente y que se reserva el derecho de respuesta. Un poco después, el presidente ruso Vladimir Putin declaró que «se trata de una serie de acontecimientos trágicos ya que nuestro avión no fue derribado por un aparato israelí». Putin puso énfasis en diferenciar esta situación del incidente del Sukhoi 24-M derribado deliberadamente por la aviación turca en noviembre de 2015. Así que nos dirigimos hacia la designación pública de Israel como único responsable y la adopción de alguna sanción secreta contra los 3 países implicados.
El encargado de negocios de Israel en Moscú, Keren Cohen Gat, fue convocado por el ministerio ruso de Exteriores mientras que el primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, seguía su primer reflejo tratando de culpar a Irán del incidente. Una delegación israelí, encabezada por el general Amikam Norkin, jefe del estado mayor de la fuerza aerea de Israel, corrió a Moscú con celeridad nunca vista. El general Norkin discutió las declaraciones del ministerio ruso de Defensa, clamó la inocencia de Israel y se esforzó por culpar a los sirios.
El presidente Donald Trump, gran admirador de la política exterior de Richard Nixon, tiene así en la mano la oportunidad que necesitaba para acabar con el apoyo del Reino Unido, Francia e Israel al Estado Profundo estadounidense. Pero, en plena campaña electoral legislativa, no puede dar la impresión de que apoya al rival ruso sancionando a los aliados de Estados Unidos. Trump está por lo tanto buscando cómo presentar a la opinión pública estadounidense ese importante cambio de posición. Es con esa perspectiva que ya condenó, en una entrevista concedida al sitio web Hill TV, la decisión de George Bush hijo de incrementar la implicación militar de Estados Unidos en el Medio Oriente a raíz de los atentados del 11 de septiembre de 2001.
El domingo 23 de septiembre, el general Igor Konachenkov, vocero del ministerio ruso de Defensa, presentó una síntesis de las informaciones rusas y de los datos que Siria e Israel entregaron a Rusia.
El general Konachenkov señaló que –al no avisar con suficiente antelación a la parte rusa sobre su ataque y al mentir sobre la localización de los objetivos de la acción– Israel violó deliberadamente el acuerdo de no agresión mutua de 2015.
Señaló que Israel puso en peligro los vuelos civiles en esa zona del Mediterráneo y denunció además que Israel es «enteramente» responsable del derribo del Ilushin-20 ruso.
Denunció que Israel no prestó ayuda a los militares rusos al ser alcanzado el avión.
Acusó al general Amikam Norkin, jefe del estado mayor de la fuerza aérea de Israel, de haber mentido al afirmar que los F-16 israelíes ya habían regresado a Israel cuando el avión ruso fue alcanzado.
Finalmente, el vocero del ministerio de Defensa de Rusia descartó las acusaciones de amateurismo lanzadas contra la defensa antiaérea de la República Árabe Siria.
Sin embargo, el general Konachenkov se abstuvo de cuestionar públicamente al Reino Unido y Francia a pesar de que estas dos potencias occidentales están implicadas en sus señalamientos contra Israel.
Si la Casa Blanca halla una narración de los hechos aceptable para sus electores, Rusia podría prohibir al Reino Unido, Francia e Israel toda intrusión no autorizada por el gobierno de Damasco en el espacio aéreo, marítimo y terrestre de Siria. Londres y París tendrían entonces que poner fin a sus amenazas de bombardeo contra Siria, que hasta ahora habían justificado con pretextos como los incidentes químicos bajo falsa bandera, y se verían obligados a retirar de Siria sus fuerzas especiales. Esta última medida se aplicaría a todos los protagonistas en general, con excepción de Estados Unidos y, en Idlib, de Turquía.
[1] «¿Quién quiere reactivar la guerra en Siria?», por Thierry Meyssan, Al-Watan (Siria), Red Voltaire, 4 de septiembre de 2018.
[2] «Joint Statement by Irán, Russia and Turkey dealing with Syria», Voltaire Network, 7 de septiembre de 2018.
[3] «Se pospone la batalla de Idlib», Red Voltaire, 18 de septiembre de 2018.
[4] «Memorándum para la estabilización de la situación en la zona de desescalada de Idlib», Red Voltaire, 17 de septiembre de 2018.
[5] Ver la segunda parte del libro De la impostura del 11 de Septiembre a Donald Trump, Thierry Meyssan, Orfila Valentini, 2017.
[6] «Los proyectos (diferentes) de creación de un Kurdistán», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 5 de septiembre de 2016.
[7] La «Operación Mosquetero» (en francés «Opération Mousquetaire» y en inglés «Operation Musketeer») fue la operación militar conjunta franco-israelo-británica durante la cual tropas de esos países se apoderaron (en 1956) del Canal de Suez, nacionalizado por el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser. Nota de la Red Voltaire.
[8] «El fiasco del bombardeo occidental contra Siria», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 24 de abril de 2018.
[9] «Salir de la guerra contra Siria», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 11 de septiembre de 2018.
[10] «Conferencia de prensa de Charles De Gaulle, fragmento sobre Israel», Re Voltaire, 27 de noviembre de 1967.
Fuente: http://www.voltairenet.org/article203072.html
Rusia aplicará exclusión aérea total en Siria
¿Cómo aplicar en Siria una zona de exclusión aérea?
En la ciencia militar existe la expresión «medidas de seguridad de combate». Los estadounidenses han aplicado medidas de seguridad de combate extremadamente sofisticadas para garantizar la protección de sus soldados en todos los teatros de operaciones donde han estado presentes. Los rusos, empeñados en no contrariar a israelíes, turcos y estadounidenses, no habían tomado ese tipo de medidas. Se dijeron a sí mismos que no habría problemas. Pero eso no funcionó y acaban de perder 15 oficiales, muertos en el derribo del avión de reconocimiento Il-20, todos altamente especializados en un sector muy sensible. Pasarán 5 o 6 años antes de que puedan reemplazarlos.
La consecuencia de ese drama es que Moscú va a tomar en Siria medidas de seguridad muy severas, sea cual sea la reacción de Washington.
El ministro de Defensa de la Federación Rusa ya anunció la entrega a Siria, en las dos próximas semanas, de sistemas modernos de misiles antiaéreos S-300/PMU2, cuyo alcance es de 250 kilómetros. Pero esos misiles no garantizan por sí mismos la seguridad de los aviones y objetivos terrestres rusos y sirios. Por consiguiente, no son el elemento fundamental. Lo verdaderamente importante es el conjunto de todo el dispositivo creado por los rusos alrededor del espacio aéreo sirio.
Además de los sistemas antiaéreos S-300/PMU2, Rusia aportará el equipamiento más moderno del mundo para la gestión del espacio aéreo, llamado C31, que garantiza la automatización de la gestión. Eso significa para Siria un paso de gigante que multiplicará por 50 la precisión de sus medios antiaéreos. Por ejemplo, los misiles antiaéreos más antiguos, fabricados en tiempos de la Unión Soviética (los S-200, S-75, S-175, etc.), ya no tendrán que ser lanzados de manera aleatoria y serán casi tan precisos como los S-300.
Los sistemas de automatización de la gestión son un intermediario fundamental en el funcionamiento simultáneo de las unidades aéreas y de la defensa de Siria, a las que ahora se agregan las rusas.
1. Cuando un radar detecte un blanco aéreo en Siria, el sistema automatizado mostrará las informaciones correspondientes en todos los radares de reconocimiento y control de la aviación y de los sistemas de misiles y de artillería antiaérea sirios y rusos.
2. Todas las unidades de misiles antiaéreos y la aviación interceptora de Siria estarán registradas en la memoria de los servidores informáticos integrados rusos que almacena para su reconocimiento la señal de radar característica de todos los objetivos aéreos, incluyendo los misiles de crucero y los aviones de combate F-35.
3. Ya identificados, los objetivos aéreos quedan registrados y sus datos son reenviados desde el sistema central automatizado al mando de las fuerzas armadas sirias. Todo el proceso pasa automáticamente por el jefe del contingente ruso en Siria.
4. Todos los objetivos aéreos (vuelos civiles y aviones militares rusos, sirios y extranjeros) están representados por marcas de colores diferentes según su grado de peligrosidad. Se establece así un orden de prioridad para la respuesta ante el ataque enemigo. Por ejemplo, en la segunda imagen que acompaña este artículo puede verse la captura de pantalla del sistema de gestión automatizado cuando observaba como uno de los F-16 israelíes maniobra de manera que el Ilushin-20 ruso quede entre él y los misiles S-200 de la defensa antiaérea siria.
5. El sistema informático ruso pone entonces en posición de combate todas las unidades de aviación y de misiles antiaéreos sirios, que extrapolan la trayectoria de los objetivos asignados, prediciendo a la vez los blancos terrestres del ataque enemigo y calculando la cantidad y el tipo de aviones interceptores disponibles y de misiles antiaéreos que deben entrar en acción.
6. Los aviones y misiles sirios son controlados a través de un canal de flujo de datos imposible de interferir.
7. Los sistemas automatizados de gestión cuentan igualmente con un equipamiento que hace imposible toda interferencia a la vez que calcula por triangulación las coordenadas del blanco aéreo que genera la interferencia. Siria también recibirá de Rusia equipamiento especializado en ese sector. El resultado es un seguimiento preciso de la evolución de los generadores de interferencia y la eliminación de los blancos falsos.
8. Rusia desplegará equipamiento que permite interferir los equipos de navegación del tipo GPS, los radares navales o aerotransportados, los datos y comunicaciones necesarios para todos los sistemas de ataque contra Siria a partir del Mediterráneo. Ese equipamiento de interferencia será utilizado bajo la coordinación del sistema de gestión del espacio aéreo sirio. Los misiles crucero «invisibles» británicos Storm Shadow, los Scalp franceses, los misiles estadounidenses JASMM y el también «invisible» estadounidense Tomahawk, utilizado contra Siria en abril pasado, dependen todos del sistema GPS. Mala suerte para ellos porque ya no podrán alcanzar blancos en Siria. Y todo eso como consecuencia de la operación durante la cual los israelíes provocaron el derribo del Ilushin-20 ruso, operación que contó con la participación de una fragata francesa y de un avión británico del tipo Tornado.
9. Es muy probable que el sistema de automatización desplegado sea el Polyana D4M1, capaz de cubrir una superficie de 800 kilómetros cuadrados (equivalente a toda la superficie de Francia), de seguir al mismo tiempo 500 objetivos aéreos y misiles balísticos y de actuar simultáneamente contra 250 de esos objetivos. Ese sistema es capaz de integrar más de 14 divisiones de misiles antiaéreos dotadas de misiles de largo alcance S-300 y de misiles de alcance corto y medio de cualquier generación. El tiempo de reacción fluctúa entre 1 y 3 segundos.
10. Cuando el ejército sirio esté integrado a ese sistema de gestión del espacio aéreo, su sistema de defensa antiaérea será similar a los de las fuerzas armadas de la Federación Rusa, Estados Unidos, Reino Unido, Francia e Israel. El Ejército Árabe Sirio podrá entonces iniciar la ofensiva contra los terroristas en la provincia de Idlib sin temor a eventuales represalias de Estados Unidos, Reino Unido, Israel y Francia. De esa manera será posible poner fin rápidamente a la agresión externa contra Siria, agresión que hoy se esconde bajo el calificativo de «guerra civil».
Siria recibe gratuitamente ese sistema que Rusia ha decidido poner a su disposición. Algo muy diferente sucede con Rumania –país miembro de la OTAN– que ha comprado 7 baterías antiaéreas estadounidenses Patriot, a un costo de 3 600 millones de euros… sin sistema de gestión automatizada. En caso de guerra, cientos de misiles Patriot serán lanzados inútilmente contra falsos objetivos aéreos.
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