Bolsonaro y el giro de la región hacia el proyecto de Trump y Steve Bannon. La promesa de “combatir la ideología de género”

Jair Bolsonaro asumió alineado con Donald Trump e Israel, sumando al Brasil al grupo de países que se orientan en la doctrina nacionalista del ex Goldman Sachs, Steve Bannon, en una plataforma conocida como “The Movement” que nuclea a la Hungría de Orban y la Italia de Salvini y que confronta con el proyecto político del liberalismo globalista representado por el Partido Demócrata liderado por los Clinton o el Partido Republicano tradicional de los Bush. El propio Bannon declaró su apoyo a Bolsonaro. La contradicción de este proyecto en Brasil reside en la política ultraliberal de apertura y privatizaciones que pretende el Ministro de Economía, Paulo Guedes, a contramano de la política proteccionista de Trump en EEUU.

La ceremonia se dio bajo estrictas medidas de seguridad y una ciudad militarizada incluso con misiles antiaéreos en medio al temor de ataques de organizaciones narcos como el Primeiro Comando da Capital (PCC), de San Pablo, y el Comando Vermelho (CV), de Río de Janeiro. Muchos analizaron el fenómeno como una puesta en escena y un preanuncio de un gobierno con fuerte presencia militar (de hecho 7 ministros de 22 provienen de las FFAA y el mismo Bolsonaro es un ex capitán de paracaidistas del Ejército).

Asistieron a la ceremonia los presidentes de Bolivia, Evo Morales; Chile, Sebastián Piñera; Honduras, Juan Orlando Hernández; Paraguay, Mario Abdo Benítez; Perú, Martín Vizcarra; y Uruguay, Tabaré Vázquez. En el caso de la Argentina, el principal socio económico de Brasil en la región, asistió el canciller Jorge Faurie, debido a que Mauricio Macri prefirió su ininterrumpible descanso en la Patagonia. También estuvieron presentes los primeros ministros de Israel, Benjamín Netanyahu; Hungría, Viktor Orban; y Marruecos, Saadedine Othmani; así como el presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Souza; y el secretado de Estado de los EEUU, Mike Pompeo.

Fiel a su estilo, Donald Trump lo felicitó por Twitter y alabó su “gran discurso de asunción”.


Lo que fue rápidamente respondido por Bolsonaro en su primer twit como presidente:

 

La asunción de Bolsonaro indica el giro de una parte de la región hacia el proyecto de poder internacional que sostiene a Donald Trump, fuerte aliado también del israelí Benjamin Netanyahu (con quien Bolsonaro ya trabó acuerdos estratégicos) y del húngaro Viktor Orban y alejados del proyecto liberal global que venían sosteniendo tanto el Partido Demócrata de Hillary Clinton y el megaespeculador financiero George Soros (mecenas de fundaciones liberales que promueven la agenda de género a la que Bolsonaro se opone) como el Partido Republicano cuando era hegemonizado por los Bush (que dicho sea de paso llamaron a votar por Hillary).

Este proyecto mundial alternativo incluye nacionalismos proteccionistas en los países del Primer Mundo (fuertemente promovidos por el capitalismo industrial que estaba siendo desplazado por el capitalismo especulativo-liberal-financiero deslocalizado) y nacionalismos liberales en los países del Tercer Mundo (tradicionalistas en lo cultural pero liberales en lo económico).


Bolsonaro junto a Netanyahu

Este nuevo orden internacional no solo está sustentado por la industria continentalista sino también por gigantes bancarios como Goldman Sachs (un apéndice de la centenaria casa Rothschild, fundadora del Estado de Israel) de donde viene el Secretario del Tesoro de Trump, Steven Mnuchin. El nuevo proyecto está permitiendo la recuperación económica de los EEUU, que ha logrado volver a crecer al 3% y hasta 4% y reducir su desempleo a niveles que no se veían en varias décadas, pero se vuelve difícilmente sustentable para los países del Tercer Mundo ya que allí predica el aperturismo, lo que destruye las industrias nacionales.

En el discurso de asunción de Bolsonaro no hubo menciones al Mercosur o a la región, lo que ratifica la idea de que buscará acuerdos bilaterales por fuera del bloque, lo que dejará a América Latina mucho más expuesta a los intereses de los EEUU, ya que el proyecto es eliminar la unión aduanera y dejar al Mercosur como mera zona de libre comercio entre sus países. ¿Es compatible este proyecto económico liberal con la ideología de su canciller que ha manifestado la necesidad de volver a un Brasil “grande y fuerte”?

El propio Mauricio Macri podrá ver relegada de acá en más su figura por los EEUU ya que geopolíticamente ahora será Bolsonaro el predilecto de Trump en Sudamérica debido al peso específico de Brasil y al desastre económico de Cambiemos en Argentina.

Con respecto al peso de Brasil sobre la economía y su influencia sobre la política de la región, cabe recordar que el país carioca cuenta con 210 millones de habitantes, U$S 382.000 millones de dólares de reservas (sextuplica a las de la Argentina) y un PBI de 2 millones de millones de dólares (más del triple que la Argentina), siendo ya la octava economía del mundo y la primera de América Latina. Sus procesos políticos suelen replicarse en el resto de los países, así de hecho ha venido ocurrido década tras década. No es difícil prever lo que ocurrirá si la economía brasilera logra crecer en los próximos años.

“Primero, agradezco a Dios por estar vivo”, comenzó el discurso institucional ante el Congreso, recordando su alianza con los sectores religiosos de Brasil (un país en el que el 90% de la población se asume cristiana, contra el 80% en la Argentina).

Luego se comprometió a resolver algunos de los problemas que han venido alterando la vida cotidiana del pueblo brasilero con base en restaurar principios éticos perdidos: “Convoco a cada uno de los congresistas a ayudarme en la misión de restaurar y volver a erguir a nuestra patria, liberándola definitivamente del yugo de la corrupción, la criminalidad, la irresponsabilidad económica y la sumisión ideológica”. La misma idea volvió a ser expresada en su segundo discurso del día: “La corrupción, los privilegios, ventajas, favores, deben terminar y quedar en el pasado”.

Otro punto importante de su breve discurso fue el combate a la ideología de género, que fue tanto un caballito de batalla de la izquierda como un motivo de espanto en gran parte de sus votantes, especialmente en pueblos como los latinoamericanos con una fuerte tradición cristiana (más allá del agnosticismo más difundido en las capitales y dentro de la militancia política): “Vamos a unir al pueblo, a valorar la familia, respetar las religiones y nuestras tradiciones judeo-cristianas, combatir la ideología de género, conservando nuestros valores”. Es sabida la fuerte suba en las encuestas de Bolsonaro luego de la megamanifestación #EleNao. Volvió a manifestar la misma idea al decir horas más tarde que “no podemos dejar que ideologías nefastas dividan a los brasileros, que destruyan a la familia y a a nuestra sociedad”.

Buscó pararse sobre las ideas-fuerza fundacionales del Brasil: “Orden y progreso (…) ninguna sociedad se desarrolla sin respetar esos preceptos”, en alusión al lema que figura en la bandera de Brasil. Y en su segundo discurso se encargó de contraponer los colores tradicionales del emblema patrio a la ideología “roja” del PT: “Esta es nuestra bandera, que jamás será roja. Solo será roja si es necesario que nuestra sangre la mantenga verde y amarilla”. Presentándose como la solución al caos del Brasil actual, sentenció: “Restableceremos el orden en nuestro país”. Este orden también habrá de significar combate al delito vía el refuerzo del poder de las fuerzas de seguridad: “Hay que terminar con la ideología que defiende a criminales e incrimina a policías. Nuestra preocupación será con la seguridad de las personas de bien”.

Con respecto al curso de la economía, respaldó los planteos de su Ministro de Economía, el liberal Paulo Guedes, inclinando a Brasil a un modelo similar al de Chile: “Precisamos crear un círculo virtuoso para la economía, que traiga la confianza necesaria para permitir abrir nuestros mercados al comercio internacional, estimulando la competencia, la productividad y la eficacia sin sesgos ideológicos. En este proceso de recuperación del crecimiento, el sector agropecuario seguirá desempeñando un papel decisivo en perfecta armonía con la preservación del medio ambiente. De esta forma, todo el sector productivo tendrá aumentos de eficiencia, con menos reglamentación y burocracia. Estos desafíos serán resueltos mediante un verdadero pacto nacional entre la sociedad y los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, en la búsqueda de nuevos caminos para uno nuevo Brasil”, afirmó. Este punto es el que podría en la práctica volver insustentable el proyecto de Bolsonaro, ya que la apertura económica privilegia los intereses de las corporaciones multinacionales, no los intereses de la Nación, por lo que es contradictorio con su proclama de que “los intereses de los brasileros están en primer lugar”. La posibilidad de que pueda convertir a Brasil en un segundo Chile (modelo sustentable pero altamente desigual) es un tanto remota por el perfil industrial de gran parte de la economía brasilera, un sector que dicho sea de paso estuvo completamente ausente en su discurso. ¿Cambiará Bolsonaro el rumbo económico hacia una política más desarrollista (la propia dictadura militar brasilera fue industrialista entre 1964 y 1985) así sea para salvarse a sí mismo o se inmolará en el camino ultraliberal de Guedes? Solo el tiempo lo dirá, pero una América Latina de pura actividad agrícola y exportación de productos primarios es un continente al que le sobran millones de personas.

Finalizó su discurso con su ya clásico: “Le agradezco a Dios por estar vivo y a ustedes por orar por mí. Que Dios bendiga a Brasil. Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos”.

El futuro de América Latina dependerá de la capacidad de sus pueblos para sortear las distintas trampas y propuestas engañosas que le tiende el sistema por izquierda y por derecha para así poder finalmente construir un proyecto político que efectivamente represente sus intereses. La elección en Argentina en este 2019 terminará de dar un rumbo a la región. Esperemos aprender a tiempo de las lecciones que Brasil nos deja.

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