Amnistías y otros desmanes del barrizal positivista instaurado por el Régimen del 78 – Por Juan Manuel de Prada

Por Juan Manuel de Prada

A nadie se le escapa que esta anunciada amnistía se va a otorgar por pura arbitrariedad, por un ansia inmoderada de retener el poder. Y tampoco que cronificará irremediablemente el ‘problema catalán’, tornándolo irresoluble; pues los separatistas sabrán que el Estado carece de la autoridad moral suficiente para castigar infracciones legales perfectamente tipificadas. Así se consumará un estado de ‘anarquía jurídica’, no a través de la anomia, sino del barrizal positivista generado por un ‘Estado de derecho’ que no es otra cosa sino la mera expresión del arbitrio del más fuerte (y en el Régimen del 78 el más fuerte es siempre el partido de Estado).

La ley de amnistía que ahora el partido de Estado anuncia, revela, desde luego, la audacia del doctor Sánchez, quien sin embargo no hace otra cosa sino servirse de los mecanismos que pone a su disposición el ‘Estado de derecho’. Que no significa, como los ilusos piensan, que el poder político está sometido al imperio de la ley, sino justo lo contrario. ‘Estado de derecho’ significa que el poder político está dotado de una capacidad demiúrgica para promulgar las leyes que benefician sus propósitos más sórdidos o utilitarios; las leyes que no obedecen a otro propósito sino retener el poder o perpetuarse en él; las leyes que, para lograr ese fin, lo mismo modelan las conciencias que abaten todas las barreras morales o fuerzan los conceptos jurídicos más elementales.

‘Estado de derecho’ significa que el poder político es una fábrica de leyes cambiantes que no cumplen otra función sino asegurar que quien retiene el poder pueda imponer sus designios, según su capricho o conveniencia, según su ávida pulsión y su ambición aciaga. La anunciada ley de amnistía nos demuestra que el ‘Estado de Derecho’ puede determinar hoy que tal acción es un crimen y mañana determinar que nunca lo fue (y que, por tanto, fueron criminales los jueces que la castigaron). Nos demuestra, en fin, que el poder político puede dictaminar en cada momento lo que es justo, sin consideración a la verdad de las cosas.

La anunciada ley de amnistía no es sino una flor pútrida -otra más- del barrizal positivista instaurado por el Régimen del 78, en el que quien posee el poder se convierte en creador de leyes que ya no son determinación de la justicia, sino puro acto de voluntad, pura concupiscencia de poder, pura exhibición de fuerza, puro nihilismo jurídico apoyado en intereses voltarios, cuando no en pulsiones desordenadas. Pero tan culpable de este estado de cosas es el doctor Sánchez y el partido de Estado que lo encumbró como esa derecha desnortada que denuncia estos desmanes invocando una Constitución que los ampara con sus anfibologías y aporías, con sus lagunas jurídicas muy calculadamente diseñadas y sus órganos de control político encargados de la interpretación de las leyes. Invocar como remedios de los desmanes sus causas primeras es tan aberrante como aplaudir los desmanes.

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