¿Amigo o enemigo? La compleja relación de Estados Unidos con sus aliados – Por Marcelo Ramírez

Por Marcelo Ramírez

«Ser un enemigo de Estados Unidos es arriesgado, pero ser su amigo es letal», dijo una vez el brillante estratega geopolítico Henry Kissinger. Si bien hay quienes cuestionan la precisión de esa frase, argumentando que en realidad lo que dijo el centenario analista no era exactamente eso, sino que Estados Unidos no tiene amigos, solo intereses, el fondo del asunto poco se modifica. Estados Unidos es una gran potencia con intereses muy concretos que ejerce de una manera férrea, trazando alianzas y enemigos que pueden variar según las necesidades coyunturales.

El país del dólar ha alcanzado su cenit en los años 90 del siglo pasado y, como tal vez corresponde a los tiempos actuales, ha entrado en un rápido y pronunciado declive. Acorde con estos tiempos tumultuosos y acelerados, no resulta extraño que apenas podamos apreciar un período imperial de menos de un siglo y hoy vemos cómo el descenso ya se hace más que notorio si observamos el PIB corregido por la paridad de poder adquisitivo, la caída queda más que clara.

Después de la Segunda Guerra Mundial, la economía de Estados Unidos alcanzó su plenitud, dominando el escenario mundial. En la década de 1950, el PIB de Estados Unidos representaba aproximadamente el 50 % del PIB mundial. En los 70, con el crecimiento económico de Europa y Japón, más la crisis del petróleo, la participación de Estados Unidos en el PIB mundial disminuyó a un 30 % aproximadamente. Por aquel entonces, Washington soltó su primer lastre para mantener su predominio y dejó ir la paridad con el oro, apoyándose en el petróleo como reaseguro para sostener el valor de su moneda.

En los 90, luego de la caída soviética, con la globalización, apareció el fenómeno del rápido crecimiento de economías emergentes, especialmente en Asia, la participación de Estados Unidos continuó reduciéndose hasta poco menos del 25 % del PIB global. Hoy, la participación de los Estados Unidos en la producción mundial apenas sobrepasa el 15 %, según los datos de Statista. El declive es de una magnitud tan espectacular como lo fue el meteórico ascenso de la potencia del norte de América.

Probablemente, para los tiempos biológicos humanos, el proceso no es tan rápido. Finalmente, generaciones enteras nacieron, vivieron y murieron bajo el predominio estadounidense, y eso hace que en la percepción humana, sea mucho tiempo y acote la idea de cambio, pareciendo la misma inconcebible. Si esto lo comparamos con los dos milenios que transitó el mundo romano bajo sus distintas formas, desde república a imperio, es nada, un simple parpadeo en la historia.

Pueblos como China que tienen una memoria histórica de cinco mil años, los más de mil doscientos de la existencia imperial persa, los más de tres mil quinientos de Egipto o el milenio ruso, los Estados Unidos son apenas un niño que da sus primeros pasos. Esa mirada, la de un adulto que observa una rabieta de un pequeño que aún no consigue expresarse con fluidez por su edad, es la que hoy utilizan muchos pueblos del mundo ante la presencia estadounidense.

Ese niño, caprichoso y no consciente plenamente de lo que sucede a su alrededor, intenta seguir dictando las normas con las que el resto deberá vivir. Pocos le obedecerían si no fuera porque está armado y puede ser peligroso. Paciencia y buscar que deponga su rabieta, aceptando que los mayores no se subordinen eternamente a sus caprichos, es la actitud que mantienen hoy los pueblos con mayor historia.

Estados Unidos, dejando ya las apreciaciones de este tipo y abordando la cruda y dura realidad, ha advertido que el proceso de decadencia está carcomiendo las bases de su poder, y que para seguir manteniendo el mismo necesita poder ganar tiempo.
Ganar tiempo con una esperanza casi infantil de que algo milagroso suceda y que su caída se detenga, pudiendo mantener su primacía.

Y ante eso estamos, Estados Unidos, o sus élites globalizadas, apelan a cualquier recurso para detener a sus enemigos, aunque sea momentáneamente. En una loca carrera por conservar el poder va arrojando todo a su paso para conseguir enlentecer el avance de sus ahora enemigos. Como en su momento echó por la borda el lastre de la paridad con el oro, hoy mira hacia su alrededor y comprende que para mantener un tiempo más su poder debe conseguir recursos, y esos recursos están accesibles solo en sus amigos.

Los socios de la Unión Europea han sido los elegidos. Con Rusia en pie de guerra, con China en alerta y con el resto de los antiguos países sometidos en cada vez más abierta rebeldía, veamos si no a los saudíes, los únicos disponibles parecen ser los europeos occidentales. En su momento, para contener la expansión de los comunistas soviéticos, se les brindó un alto nivel de desarrollo industrial, tecnológico y de vida. No obstante, caída la Unión Soviética, comenzaron a desmantelar el Estado de Bienestar, algo que ya no tenía razón de ser y que marcó un alto en el crecimiento del estándar de vida europeo.

Japón y Corea del Sur, otras naciones que podían ser saqueadas para conseguir mayor aire ante la presión sino-rusa, por el momento no deben ser desmanteladas. Son necesarios para detener el avance chino en el extremo oriente. Pero los europeos occidentales no están en la misma situación. En primer lugar, ha sido necesario quemar las naves para evitar que los mismos no traicionen a los anglosajones, el Nord Stream habla por sí solo. Los británicos sorpresivamente habían saltado por la borda de la Unión Europea y nadie entendía entonces bien por qué. Bueno, probablemente sabían algo con anticipación que el resto no.

Ahora, ante los hechos consumados de una Rusia que se pone de pie y se lleva la mano a la cintura buscando el arma, los europeos deberán abandonar su antigua comodidad y seguridad y enfrentar a los monstruos cuidando las espaldas de sus antiguos protectores angloamericanos. La riqueza acumulada por Europa cambiará de manos, de hecho ya lo está haciendo ante nuestros ojos.

Las empresas más valiosas, los técnicos que se dedican a cosas importantes y no a militar ideas woke, son cruzados hacia el otro lado del Atlántico. Lo mismo sucede con el dinero, venderles el GNL caro estadounidense en lugar del barato ruso, ha mantenido la macroeconomía de los Estados Unidos un tiempo más, a costas del déficit y la destrucción de los europeos.

La explicación por la cual los países de la Unión Europea no se insubordinan es bastante simple, las ONG y Fundaciones han hecho un gran trabajo posicionando políticos serviles de los intereses anglosajones al frente de las naciones europeas. El feminismo, el ecologismo y otras ideas han llevado a personajes como Annalena Baerbock a conducir a Alemania hacia la guerra.

Mientras eso sucede, sus sociedades son entretenidas con la lucha antipatriarcal y zonceras por el estilo. Chicos, no molesten y jueguen en voz baja con sus cosas mientras los adultos decidimos que hacer con el mundo, deben decir los angloamericanos.

La caída europea está en marcha. Como dice la famosa frase que se le atribuye a Henry Kissinger, es muy difícil ser enemigo de Estados Unidos, pero mucho más es ser su amigo, porque te sacrificarán por sus intereses cuando lo necesita.

Recordando a John Donne: «Amigo, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti».

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