Alternancia sin alternativa. Miseria a derecha e izquierda
Por Diego Fusaro
La miseria de la política italiana actual refleja perfecta y fielmente la miseria de la política en todo Occidente o, más bien, el asesino liberal-atlantista, como ahora sería más apropiado llamarlo. Según intentamos mostrar en nuestro estudio “Demofobia”, vivimos desde hace varias décadas en la época de la alternancia sin alternativa, en la que la derecha neoliberal y la izquierda neoliberal se alternan en el gobierno, garantizando así la estabilidad del el orden liberal en sí mismo.
Esta última se parece cada vez más a un águila de doble envergadura: con sus alas derecha e izquierda, dicha águila vuela alto en los cielos de la globalización turbocapitalista y luego se lanza rápidamente sobre los pueblos, las clases trabajadoras y las naciones, según esa lucha de clases dirigida exclusivamente desde arriba que caracteriza el paisaje desértico de la globalización neoliberal. De hecho, debemos imaginar a la derecha y a la izquierda como expresiones del mismo orden neoliberal como dos celosos mayordomos, que sólo difieren en el color de la librea que visten.
En esta ficción que te haría reír si no te hiciera llorar, el mayordomo de la derecha con librea azul y el mayordomo de la izquierda con librea fucsia compiten entre sí para ganarse un lugar al servicio de la jefes cosmopolitas o patriciados sin fronteras, como quieras llamarlos. Por esta razón, la derecha azul y la izquierda fucsia no se distinguen por sus ideas y programas, que de hecho tienden cada vez más a coincidir bajo el signo del liberalismo político, el liberalismo económico, el nihilismo cultural arcoíris y el imperialismo atlantista.
De hecho, compiten para ver quién representa mejor estas demandas y, por tanto, a ver quién puede complacer más a los amos del mundo. Siempre se dice, y no sin buenas razones, que bajo el totalitarismo del siglo XX estaba vigente el Partido Único, ya que todas las demás fuerzas políticas estaban proscritas. En el marco del nuevo orden mundial liberal-atlántico, la situación sólo es aparentemente diferente: ciertamente tenemos una pluralidad caleidoscópica de partidos, pero todos ellos son variantes del mismo mensaje liberal y atlantista, de modo que el siempre celebrado pluralismo se resuelve en un falso pluralismo, en el que los plurales son todos expresiones de lo mismo.
Y, de esta manera, realmente no hay partidos plurales, sino un Partido Único del capital falsamente articulado, según la figura que mi maestro Costanzo Preve llamó homogeneidad bipolar o, nuevamente, según la figura que Domenico Losurdo llamó monopartidismo competitivo neoliberal.
La propia estructura de mando del orden neoliberal se parece cada vez más a una oligarquía financiera plebiscitaria: en asambleas privadas, la clase dominante decide sus propias trayectorias y estrategias, que luego impone soberanamente a los mayordomos políticos que operan en los parlamentos nacionales. Por su parte, el pueblo se engaña pensando que vive en una democracia porque se le permite elegir, mediante elecciones, qué mayordomos enviar para recibir órdenes en el parlamento de la clase capitalista transnacional. En resumen, la democracia hoy parece ser una cáscara vacía, un simple nombre que cubre y legitima una estructura íntimamente no democrática, que coincide de facto con el autogobierno de la plutocracia y los mercados neoliberales.
Traducción: Carlos X. Blanco
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