
Denuncias falsas
Por Juan Manuel de Prada
Aseguraba Chesterton que llegaría el día en que tendríamos que desenvainar una espada para afirmar que la hierba es verde; pruebas de que ese día ha llegado las tenemos a porrillo. Vivimos en una época maldita en que las evidencias se presentan como herejías que deben ser combatidas y silenciadas. En estos días, por ejemplo, se ha desatado una delirante polémica en torno al nuevo libro de Juan Soto Ivars, donde se atreve a señalar que las denuncias falsas por la llamada ‘violencia de género’ son mucho más numerosas de lo que pretende la propaganda sistémica.
Toda cuestión política –nos enseña Donoso– encubre una cuestión teológica; y todas las ideologías modernas se sustentan sobre la negación del dogma teológico del pecado original. Lo niega el liberalismo, por divinizar la libertad, y lo niega el enjambre de ideologías sucedáneas nacidas a su rebufo, incluidas las sedicentemente izquierdistas. Así, el feminismo ha consagrado el dogma locoide de la ‘inmaculada concepción de la mujer’, que obliga a creer que la mujer es un ángel y, por lo tanto, nunca miente, nunca obra malignamente, nunca concibe pensamientos perversos, etcétera.
Cualquier persona que no haya dimitido de la razón sabe que la corrupción de nuestra pobre naturaleza humana inclina con frecuencia a hombres y mujeres al mal; y entre esas formas de mal se cuenta interponer denuncias falsas. Son, en efecto, numerosas las personas obcecadas o aviesas o pérfidamente asesoradas que, para infligir un daño a otras personas a las que odian, interponen denuncias falsas, acusándolas de los más variopintos delitos. Y esta práctica habitual se intensifica en el caso de la llamada ‘violencia de género’, porque existe una ley monstruosa que fomenta e incentiva las denuncias falsas, permitiendo que sean utilizadas para agilizar los procesos de separación y divorcio. De este modo, estos procesos abandonan los juzgados de familia y se derivan hacia juzgados especiales (que, en puridad, son tribunales de excepción); y a los hombres denunciados se les aplican medidas cautelares muy gravosas (se les expulsa del domicilio familiar, se les imponen órdenes de alejamiento, pierden la custodia de sus hijos, etcétera) que arruinan su vida. Son muchos los chiringuitos feministas que, a las mujeres que desean divorciarse, las exhortan a interponer una denuncia falsa por malos tratos, para colocar al marido en una situación angustiosa y de este modo obtener ventajas en la negociación del divorcio. Quien lo probó lo sabe.
Para más inri, estas denuncias falsas que la ley fomenta e incentiva engendran más violencia; pues los hombres denunciados falsamente que tienen que apechugar con medidas cautelares tan gravosas acaban convertidos en sacos de pus. Afirmar la existencia de denuncias falsas de malos tratos es tan perogrullesco como afirmar que la hierba es verde; pero vivimos una época maldita en que afirmar la evidencia nos convierte a nuestro pesar en héroes.
