A 72 años del holocausto nuclear de Hiroshima y Nagasaki

Hace 72 años, el 6 de agosto de 1945, una bomba atómica explotó a 576 metros sobre el cielo de Hiroshima, la primera ciudad japonesa en ser atacada por las armas nucleares de EE.UU. al final de la Segunda Guerra Mundial. Tres días después, Washington lanzó una segunda bomba sobre Nagasaki. Este holocausto nuclear se cree que se cobró la vida de por lo menos 166.000 personas en Hiroshima y 80.000 en Nagasaki.

El máximo responsable político fue el presidente número 33 de los EEUU (12 de abril de 1945 – 20 de enero de 1953), Harry Truman, un internacionalista que participó de la fundación de las Naciones Unidas (24 octubre de 1945), creó bajo su administración la CIA (1947), apoyó la creación del Estado de Israel (1948), promovió la fundación de la OTAN (1949, dando inicio a la Guerra Fría) y creó la NSA (National Security Agency, 1952). Fue un masón del grado 33, Gran Maestre de la Gran Logia Masónica de Missouri.

Catedral de Urakami en Nagasaki. Dicha ciudad era la de mayor población católica de Japón (63.698 sobre un total de 94.096 en todo el país).

Las bombas atómicas destruyeron las dos ciudades y actualmente se estipula en más de 450.000 personas el saldo de fallecidos directos en ambos ataques y como consecuencia de las enfermedades que causó la radiación. Ahora las víctimas del primer ataque con bomba nuclear de la historia cuentan a RIA Novosti su escalofriante experiencia.

Quemamos a nuestro padre en una hoguera

“Por todos lados yacían amontonados y en desorden cuerpos calcinados. Estaban hinchados y parecían muñecos de goma. En sus caras quemadas destacaba el blanco de los ojos”, recuerda uno de los supervivientes, Yoshiro Yamawaki. Al día siguiente de la explosión, Yoshiro y sus hermanos fueron a buscar a su padre.

Vimos sobre el puente hileras de hombres muertos que estaban parados de pie a ambos lados de una barandilla. Murieron de pie. Seguían estando de pie con la cabeza inclinada, como en oración. Cuerpos muertos flotaban por el río”, relata.

“En la fábrica encontramos el cuerpo de nuestro padre. Parecía como si su rostro muerto se estuviera riendo. Los adultos de la fábrica nos ayudaron a cremar el cuerpo. Quemamos a nuestro padre en la hoguera, pero no nos atrevimos a decirle a nuestra madre todo lo que vimos y experimentamos”, continúa Yoshiro Yamawaki.

El área de 1,5 kilómetros alrededor de hipocentro antes y después del ataque / U.S. Navy

Papas con huesos humanos

“Cuando estalló la bomba, yo estaba en el jardín de la escuela. Dos kilómetros y medio me separaban de [el foco de] la explosión. La zona en el otro lado del río quedó completamente destruida”, cuenta Reiko Yamada, que entonces tenía 11 años.

“Desde allí, la gente huía hacia nosotros, todo el camino estaba abarrotado. Sin asistencia médica, esas personas —una a una— murieron en el camino bajo los abrasadores rayos de sol“, asevera.

“Para limpiar el camino, montones de cadáveres fueron rastrillados como basura y quemados en el patio de nuestra escuela. También quemaron cadáveres en los patios de otras escuelas y en descampados. Olía a carne quemada por toda la ciudad”, constata Yamada.

Hiroshima tras la explosión de la bomba atómica. / US government

“En la primera primavera tras la guerra en el patio de nuestra escuela plantaron patatas dulces. Pero cuando comenzaron a cosecharlas empezaron a oírse gritos: junto con las papas en la tierra aparecieron huesos humanos. No pude comer esas papas a pesar del hambre”, mantiene.

Es muy importante liberar al mundo de las armas nucleares, ¡Por favor, háganlo!“, exhorta Sadao Yamamoto, otra superviviente cuyo tío murió repentinamente a causa de una enfermedad provocada por la radiación.

El bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki es el único caso en la historia en el que se utilizaron armas nucleares durante una guerra. Casi medio millón de personas fueron sacrificadas para fines políticos: obligar a la URSS a entrar en guerra con Japón y forzar a Japón a capitular en la Segunda Guerra Mundial, y al mismo tiempo asustar a la Unión Soviética y al mundo entero demostrando el poder de un arma fundamentalmente nueva de Estados Unidos.

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