La era del desacoplamiento de China de Occidente. ¿Hacia un nuevo Imperio? Debate mundial post-Covid. Por Ariel Umpièrrez

Por Ariel Umpièrrez (Economista e Historiador Universidad Sorbona y Georgetown University Analista Internacional)

China no solamente ha empezado a cortar el  cordón  umbilical  que  lo  unía  con  “Occidente” (principalmente con EEUU y Europa), sino que tambien se ha decidido a jugar un rol protagónico en la política mundial.

Esto marca el fin de la “Globalización” tal cual la conocemos desde 40 años, y el inicio de un  proceso de “Desacoplamiento” durante el cual la relación simbiótica y dependiente de China va a mutarse, ya sea en relación de cooperación o de confrontación con Occidente. Todo  dependerá de la actitud que asuma el “Imperio Norteamericano”.

Se terminó el idilio entre EEUU y China. El sistema con roles asignados entre un occidente desarrollado concentrado en la especulación financiera y en el consumo de productos baratos, y una China convertida en fábrica del mundo, ya es parte del pasado.

Recientemente China ha tomado iniciativas tan trascendentales como inesperadas al punto  que nadie vio venir sus jugadas.

La primera fue el Acuerdo de cooperación geopolítica con Irán al que luego se sumó Rusia (RIC) que incluye una monumental cifra equivalente a los 400 mil millones de dólares de inversiones de todo tipo, incluyendo la ultima tecnología militar que aportará el país de los antiguos zares.

La segunda iniciativa fue el mega Acuerdo comercial con los 10 países de la ASEAN más Japon, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda creando la zona de librecomercio más grande del mundo con 2.500 millones de personas y el 30% del PBI mundial. El primero de esos Acuerdos supone un desafío directo a EEUU al incluir a Iran y a Rusia que son los más odiados por el Estado Profundo norteamericano, además de extender la influencia china a países tradicional e incondicionalmente vasallos de EEUU como Japon, Corea del Sur y Australia. El segundo Acuerdo le brinda a China acceso a las ultimas tecnologías en semiconductores y microchips esenciales para las industrias del futuro (Inteligencia Artificial, computación cuántica, 5G y 6G), y al mercado con mayor dinamismo y expansión del planeta.

Entonces la pregunta obvia que se hace la dirigencia china cae de madura: ¿para qué necesita China ahora a EEUU y a Europa que aparecen cada día más empobrecidos, deprimidos, fragmentados, despersonalizados y embrutecidos empeñados en aplicar el suicida modelo de la Fundación Open Society de los magnates financieros Soros y Rothschild?

Para qué necesita China a EEUU y a Europa que no solamente no han sabido resolver sino que han agravado las dos crisis globales más importantes del siglo: la integración del  Medio Oriente al sistema mundial que por impericia y obstinación escatológica dejó un saldo de 6 millones de muertos, la destrucción de grandes Estados como Irak, Egipto y Siria y masas de inmigrantes; y la megacrisis financiera del 2008 que sigue haciendo estragos. El manejo desastroso, descoordinado y antisolidario de la actual pandemia del Covid-19 por parte de las grandes potencias occidentales no hizo más que agregar convicción a la dirigencia asiática.

Al final del día el razonamiento de la dirigencia china es bastante simple: ¿hasta cuándo le haremos el juego y soportaremos las excentricidades de la elite occidental? Una elite  occidental que en su arrogancia olvida que el Imperio del Medio tuvo 2.000 años de historia y que hasta mediados del Siglo XIX era la primera potencia del mundo, y es la cuna de una civilización cinco veces milenaria.

Mientras tanto, e influenciada por su “Estado Profundo” (Deep State) la Administración norteamericana, seguida por la Europa de Bruselas sometida a los dictámenes de la OTAN, sólo atina a repetir las recetas tradicionales para encarar las crisis internacionales: confrontación, bloqueos, sanciones, extorsión de sus aliados, represalias, campañas de desestabilización, normas de origen y a veces tambien a bombardeos, llegando al límite de aplicar la “extraterritorialidad” por el uso del dólar o de los servidores de email radicados en EEUU por parte de sus enemigos.

Después que el Presidente Nixon y Henry Kissinger visitaran la China comunista de Mao Tse Tung en 1972 el mundo entró en una frenética fase de “globalización”. Las fábricas y empresas de EEUU y Europa se “deslocalizaban” allí en busca de bajos salarios, mano de obra sumisa, leyes laborales inexistentes y un firme Estado comunista que garantizaba las inversiones. Atrás dejaban ciudades, regiones y países devastados y empobrecidos social y culturalmente. Mientras que China los recibía con 3 condiciones: que las inversiones debían realizarse en ciertas “zonas especiales” dentro de su territorio (“un país, dos sistemas”); que las empresas extrajeras debían tener un socio local (que siendo China un país comunista, solo podía ser una “empresa del Estado”); y que el inversor extranjero debía transferir la tecnología de los productos que fabricaba al “socio” chino. Combinado con eso, China empezó a enviar a las Universidades de Occidente a miles de jóvenes brillantes a estudiar los avances científicos y técnicos, y a invertir en modernísimos centros de Investigación y Desarrollo y en Universidades dentro de su país.

En 1991 China recibió con alivio la desaparición de la Union Soviética porque contrariamente a lo que los “analistas” norteamericanos creían, la URSS siempre había sido vista con desconfianza y considerada como un enemigo potencial por la dirigencia china desde la pérdida de la Manchuria oriental y con ella el acceso al estratégico Mar de Japon a manos zaristas. Después de la caída del imperio soviético China se sintió liberada.

Desde los años ’80 la “Globalización” triunfaba y quien criticaba sus defectos simplemente era tachado de loco. Los mercados se abrían, los capitales circulaban libremente, las empresas publicas se privatizaban, se arrasaba con el “contrato social” en todos los países, el sistema

democrático quedaba en ruinas, los Organismos Internacionales se sometían, Wall Street y la City de Londres vivían la fiesta de los petrodólares, los gobiernos centrales se dedicaban a adular al sector financiero-rentista y endeudaban al Tercer Mundo masivamente.

Mientras tanto China siguió su propio camino comunista, gobernada por un sistema autoritario sin democracia ni elecciones, donde las decisiones son tomadas por unas 200 personas, la propiedad privada no existe, con un Estado que planifica y regula toda la economía, la moneda y el crédito son administrados políticamente en función de la producción y no de la especulación. Inclusive intelectualmente China generó escuelas de pensamiento que pulverizaron los dogmas librecambistas promulgados desde Occidente como las expresadas  en el libro “La Guerra de las Monedas” de Hongbing Song que le dan un potente marco teórico al rol de China en el “orden mundial”.

Mao Tse Tung, el líder y fundador de la China comunista ya desde los años ’60 decía que el occidente capitalista no era más que “un tigre de papel” que pronto se caería solo.

Al cabo de 40 años el resultado es que a pesar de sus contradicciones y falencias China sigue siendo un país comunista, institucionalmente estable y más avanzado que EEUU en varias áreas de las tecnologías del futuro: Inteligencia Artificial, computación cuántica, 5G y 6G, Realidad Virtual, robótica, biotecnología, etc. En 2019 China marcó un hito histórico en las tecnologías de la exploración espacial al “alunizar” una sonda en la fase oscura de la Luna.

Ademas cuenta con enormes reservas internacionales resultado de su superávit comercial que le permiten encarar proyectos faraónicos.

Cuando en el año 2013 accedió al poder Xi Jinping como Presidente de la República Popular China lo hizo con un discurso pertubador para el resto del mundo, especialmente para EEUU: anunció el proyecto de construir una nueva Ruta de la Seda o “Belt and Road Initiative” (BRI   en inglés) con la ambición de volver a estrechar lazos con sus principales zonas de interés estratégico tanto comercial como geopolítico: la región indo-pacífico, Medio Oriente, Asia Central, este de Africa y Europa. Con la perseverancia china empezaron a tomar forma “emprendimientos” y proyectos de construcción de puertos, rutas, centrales eléctricas, trenes en varias zonas del planeta en base a multimillonarias inversiones del gigante asiático. Esa Nueva Ruta de la Seda incluye proyectos que van más allá de infraestructuras, alcanza tambien a los sectores culturales, políticos, científicos, militares y de seguridad. A diferencia de un EEUU y una Europa desorientados y concentrados en bombardear y ocupar Medio Oriente, norte de Africa y aplicar sanciones a tantos países con el fin de satisfacer las demandas del Estado de Israel, China está aplicando un “soft power” (poder blando) de relacionamiento con los países que le interesan. En 2017 China inauguró en Yibuti en el estratégico Cuerno de Africa al ingreso del Mar Rojo su primera base militar fuera de sus fronteras (EEUU tiene unas 1.000 bases con 150.000 soldados estables).

Muchos son los factores que conducen a la dirigencia china a adoptar esta postura de distanciamiento de Occidente. Están los factores históricos que se remontan a mediados del Siglo XV cuando el Emperador decidió aislar a China del mercado mundial encerrándola en sus fronteras dando inicio así al lento declive del milenario Imperio del Medio que aun era la primera potencia mundial. Tambien  está muy presente en el análisis de los dirigentes chinos  las ignominiosas “Guerras del Opio” que dieron lugar a la ocupación inglesa (junto a franceses y norteamericanos) en el Siglo XIX y a una guerra civil; la pérdida de la península de Corea a manos japonesas a mediados del Siglo XIX; y la salvaje ocupación japonesa de 1937 que causó la muerte de unos 20 millones de personas. En cambio, China no ha sido agresiva con sus vecinos (inclusive el caso camboyano y su apoyo a los Khemer tiene más dudas que certezas). La ocupación extranjera y la amputación de parte de su territorio que además de Corea y Manchuria tambien incluye Hong Kong y Taiwán resumen un período nefasto de la historia china que se ha dado en llamar el “Siglo de la Vergüenza”.

Esa época negra fue el resultado de una sucesión de errores estratégicos que han marcado a fuego la conciencia de ese pueblo milenario y que sus dirigentes actuales estan empeñados en no volver a cometer.

Pero tambien hay factores de la realidad actual que inducen a China a “desacoplarse” de Occidente. Comercialmente EEUU y Europa ya son mercados maduros para sus productos, con pocas posibilidades de expansión. Los mercados potentes se encuentran en su zona de  influencia natural: Asia. Además China ya cuenta con una masa crítica intelectual y con conocimientos científicos y tecnológicos de avanzada. Las fuentes de recursos principalmente petróleo y gas que China necesita tambien están en esa región. Y como decía Halford J. Mackinder “quien domina Asia, domina el mundo”.

Esto es lo que explica el nuevo posicionamiento global de China.

Recordemos ademas que China es un potencia nuclear que forma parte de los 5 miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU.

Todo esto empezó a encender las alarmas en los círculos pensantes y generadores políticas de EEUU. Si bien China no tiene tradición de ser un imperio agresivo y conquistador militarmente  y tiene grandes problemas internos que resolver, resulta evidente que la acumulación de tanto poder tendrá que ser canalizado más allá de sus fronteras.

Sin que sea el tema de análisis en estas líneas, cabe recordar que un proceso similar experimentó EEUU cuando desde mediados del Siglo XIX debió faltar a los designios de sus “Padres Fundadores” quienes habían advertido que el país debía abstenerse de ejercer su influencia fuera de sus fronteras para no proyectarse hacia el mundo como un imperio conquistador: la guerra con España y la conquista de Filipinas y Puerto Rico allá por el 1900 marcaron el inicio del Imperio Norteamericano.