Democracia y manejo político-tecnológico del público

Por Ricardo Vicente López

La regla de oro de la democracia es el respeto al principio mayoritario, pero siempre en una sociedad abierta, es decir, que un coyuntural resultado electoral no puede negar los derechos de las opiniones minoritarias, porque se presupone que estamos hablando de una democracia plural y no totalitaria (Peter Häberle – 1934 – jurista alemán especialista en derecho constitucional).

«La manipulación de la llamada opinión pública es una cuestión de comunicación y, como tal, está vinculada a la tecnología comunicacional de cada época. Esto preocupó desde el  origen mismo de la democracia contemporánea, cuando a fines del siglo XVII, la prensa, es decir, los periódicos, eran la principal fuente de información. Las constituciones y las leyes de la época dan cuenta de la preocupación por preservar su pluralismo. Pese a las conocidas disposiciones legales que garantizaban la libertad de expresión del pensamiento y de prensa, los periódicos fueron mercantilizándose, es decir, que dejaron de ser las hojas impresas por ciudadanos o pequeños grupos -como El amigo del pueblo de Marat y muchos otros-, para pasar a ser una mercancía producida comercialmente. Debido a eso, en el curso del siglo XIX, conforme a las reglas del mercado, fueron dejando de ofrecer al público la mejor información, para ofrecerle lo que tiene más demanda, es decir, lo que más vende. Por otra parte, es natural que las empresas comerciales, a medida que acumulaban capital, se abstuviesen de promocionar todo lo que fuese contrario a sus intereses mercantiles y de clase».

La posterior aparición de la radiotelefonía, también hizo pensar que se había construido un instrumento que permitía evadir el cerco de las empresas periodísticas y dirigirse a un público mucho mayor. Se creyó que establecer un contacto auditivo era algo muy positivo para la democracia. No es sencillo atribuir a alguien en particular la invención, pero el hecho fundacional, como acontecimiento radial, comenzó en 1920 en Argentina. A partir de allí comienza su difusión por otros países. La inteligencia de un político notable, como lo fue Franklin D. Roosevelt (1882-1945) al obtener su primera presidencia en 1933, y fue reelegido hasta su muerte en 1945.

«Así fue como Roosevelt empleó en su momento la radio, para difundir el New Deal (Nuevo trato) [[1]]. Pero de inmediato también Hitler se valió de ella para hacer llegar su voz a toda Alemania, mientras Göbbels sintetizaba los perversos once principios de esa propaganda, que hasta hoy resumen la estrategia clave para cualquier manipulación mediática que procure una creación de realidad totalmente falsa. En 1938, la broma de los marcianos de Orson Welles, puso en evidencia el potencial creador de realidad de la radiotelefonía».

La televisión generó también nuevas expectativas democráticas, en la década de 1930 comenzó a instalarse en los primeros hogares de los Estados Unidos, de Gran Bretaña y de Alemania. El impacto comunicacional de la imagen, su tecnología más compleja, hizo pensar que se había creado un instrumento más confiable, al mostrar imágenes reales; eso hizo suponer que podría ser menos manipulable que los meros recursos escritos y auditivos. Dice Zaffaroni:

«Al poco tiempo se advirtió que quien poseía la cámara era quien decidía qué mostrar y hasta dónde hacerlo, pero que producía en el espectador la sensación de estar viendo la totalidad del hecho. La televisión permite una arbitraria segmentación de la realidad, lo que no es más que una creación de realidad, pero con mayor poder de convicción. Uno de los más claros ejemplos de este recurso por parte de nuestra televisión hegemónica fueron las recientes proyecciones de algunas personas violentas en medio de multitudinarias concentraciones pacíficas, pero cuya masividad se ocultaba, de modo que, aunque en la realidad existía esa concentración, se construía una realidad diferente, de grupos de violentos causando desorden y daños».

Siguiendo ese camino de perfeccionamiento de los sistemas fueron apareciendo instrumentos de mayor complejidad: las supercomputadoras que permitieron el manejo de los big data [[2]], o sea, de enormes volúmenes de información. Los datos personales de millones de personas se convirtieron en una mercancía buscada afanosamente por la publicidad comercial, a la que posibilita una orientación muy personalizada, dirigida a grupos de destinatarios particularmente susceptibles a la atracción de los productos y cuyas preferencias se detectan mediante ese manejo privilegiado de enormes volúmenes de información personal.

Comenta el doctor Zaffaroni en esta misma línea:

«Esta tecnología destinada a las grandes empresas, de inmediato se percibió que era extremadamente útil en campañas electorales, pues permite detectar hacia quiénes deben orientarse los mensajes, al tiempo que sólo puede ser utilizada por quienes disponen de la capacidad económica necesaria para acceder a esa tecnología. Por otra parte, tiende a sepultar toda privacidad. Cambridge Analytica hizo un uso perverso de esas tecnologías: La empresa fue creada en 2013 como una rama de la casa matriz Strategic Communication Laboratories (SCL), para participar en la política estadounidense.​ La consultora estaba especializada en la recopilación y en el análisis de datos para la creación de campañas publicitarias y políticas.​ En 2014, la empresa estuvo implicada en 44 campañas políticas estadounidenses.

En 2016, tras el fracaso de la candidatura de Cruz, la empresa trabajó para la campaña presidencial de Donald Trump.​ El Parlamento británico se enteró de estos trabajos gracias a las investigaciones de un grupo de ex-empleados de la compañía, que revelaron que la empresa había trabajado también con el PRO y Mauricio Macri en 2015, luego de revelar que elaboró una campaña anti-kirchnerista en mayo de 2015, cuando Mauricio Macri y Daniel Scioli se disputaban la presidencia de Argentina. La falta de información en aquel momento impidió la denuncia de ese ilícito por no existir denuncias. Además influyó en la campaña para la retirada del Reino Unido de la Unión Europea (Brexit)​».

Todo ello permitió poner al descubierto la capacidad manipuladora que esa tecnología posee. De este modo se llega hoy a un nivel de creación de realidad mediática que llega hasta el punto de que, por momentos, parecería psicotizar a la sociedad, alterando en gran medida la senso-percepción de los habitantes.

¿Cómo se llegó a esta situación, que permite alucinar una realidad construida y distante del mundo real? En definitiva y más allá de los cambios tecnológicos, se trata de la continuidad de la mercantilización de los medios de comunicación que comenzó en el siglo XIX. Con el proceso de concentración de capital y, en particular, con la hipertrofia del aparato financiero sobre el productivo, los medios de prensa se convirtieron en corporaciones, cuyos intereses coinciden con los que representan los chief executive officers (CEO) del corporativismo totalitario, hasta devenir una parte indispensable de su entramado.

No se debe olvidar que las técnicas publicitarias ya las había propuesto Edward Bernays en su libro Propaganda: Cómo manipular la opinión en democracia (1928), convirtiéndose en un gurú de la publicidad, de gran éxito en la segunda mitad del siglo XX. Con el agregado insólito de haberse convertido en una carrera universitaria en varias casas de Altos estudios, con el nombre de Relaciones Públicas [[3]].

 

[1]  Es el nombre dado por, Franklin D. Roosevelt a su política intervencionista para luchar contra los efectos de la Gran Depresión en Estados Unidos.

[2] Big data (grandes cantidades de datos) se refiere a una gran cantidad de información que sólo se puede procesar mediante el uso de herramientas digitales a través del análisis de enormes volúmenes de datos.

[3] Sugiero la lectura de unas notas mías, publicadas en la página https://kontrainfo.com que llevan por título: Los orígenes de la manipulación de las grandes mayorías, Comunicación, información, desinformación, El lavado de cerebros en sociedades libres es más eficaz que en las dictaduras.