Una crítica a las teorías de género que subyacen a la ESI. Por Facundo Martín Quiroga

Por Facundo Martín Quiroga

Estas observaciones giran en torno a los conceptos fundamentales de la ESI que estructuran el grueso de sus estrategias didácticas:

1) Orientación sexual.
a- Las teorías de género la piensan como emocional, desligada del contexto material neurobiológico, bajo el simplismo del “me gusta”, o “me siento atraído por”;
b- los estudios de Simon LeVay (aún no refutados, el propio científico siendo homosexual), David Schmitt y muchos más, confirman categóricamente la ligazón entre la orientación sexual y i: la testosterona intrauterina, ii: el proceso de sexualización del cerebro.

2) Género.
Se trata de una categoría sociológica, que es un compendio de conductas esperadas socialmente. Ni más ni menos que eso. El problema es que ese concepto ha excedido su espectro explicativo gracias a las teorías de género, que desligan ese “constructo social”, como lo llama Judith Butler, de los… 20 millones de años de evolución puramente biológica. De hecho, decir que el sexo fue siempre género incluso le da entidad a una ficción naturalizadora, o más bien, falacia naturalista, o creación de un mito de origen colocando a la par la idea de que el ser humano nace con un género porque es “arrojado” a la sociedad heteronormativopatriarcal, del hecho concreto de que se nace con un sexo biológico que está PRIMERO, ya que es el soporte sobre el cual todos los demás conceptos se anclan. Esa maniobra les sirve a “les teóriques” de género para disfrazar el condicionamiento biológico como si fuese todo “roles de género” impuestos por el “heteropatriarcado”. Numerosos estudios hechos no sólo con bebés de un día de edad (Baron-Cohen), sino con monos (bonobos, rhesus, chimpancés) dan cuenta de que la construcción del género está anclada sobre conductas biológicas heredadas… que la ESI o bien no estudia, o desconoce, o las niega.

3) Voy a poner seguidamente el ejemplo claro de lo que en la ESI es la base de todo programa pedagógico: el unicornio del género.

La cantidad de problemas que tiene ni bien se posa uno en cada uno de los items es importante. Pero nos centraremos en tres:

1) Se señala solamente al “cerebro” (en realidad a lo que “elles” entienden como tal, que es muy poco) como constitutivo de la “identidad de género”, equiparándolo a la idea de “autopercepción”. Se lo separa de los demás aspectos. Las consecuencias de esto pueden ser:

a- Quitar importancia al proceso de sexualización neurológica, que implica un mosaico bastante más complejo; intuimos que lo hacen por desconocimiento de dichas implicancias, las que podemos pensar como:

I: Un mosaico de rasgos de sexualización dentro de la contextura cerebral que tienden hacia dos polos (nunca al 100%), macho y hembra, y esto más allá de la cuestión cromosomática;

II: La interacción dentro del útero de los andrógenos con el cuerpo en formación deriva en la multiplicidad de rasgos masculinos o femeninos. Simon Baron-Cohen comprobó que las habilidades sociales (estables o inestables) están íntimamente relacionadas con este fenómeno, cuyo caso extremo es el autismo;

b- Muy importante: No se entiende que todo este proceso está íntima e indisolublemente relacionado con la reproducción genética de la especie. Toda sexualidad está anclada en un impulso primario a la reproducción genética, querámoslo o no. Hablar de sexualidad, es hablar, antes que nada, de reproducción.

Por la afirmativa (reproducirse) o por la negativa (evitarla, o bien, planificarla), si nos atrae tal o cual mujer o varón, si elegimos nuestra expresión de género, como vestirnos, etc., hay un sustrato básico y primario que es el impulso reproductivo. Y no estoy hablando de religión alguna ni de Dios.

Me intentan refutar con: “¿y qué pasa con los homosexuales, si no buscan reproducirse?” Ya David Buss demostró amplia y categóricamente que ese impulso reproductivo continúa aún con una orientación sexual hacia el mismo sexo. Como habíamos afirmado: el cerebro, en su mosaica sexualización, almacena y activa áreas relacionadas con la orientación sexual, pero las conductas sexuales características de machos y hembras continúan, incluso en los homosexuales varones se potencian (los homosexuales varones tienen en promedio muchísimas más parejas sexuales que los heterosexuales. No así las lesbianas, que tienden a tener relaciones más prolongadas entre ellas). La orientación sexual y el impulso primario reproductivo se relacionan de manera compleja, lo que no significa que dicho impulso desaparezca.

Las dos teorías injustificada y completamente ausentes de la ESI (según mi parecer, en escuela media deberían verse sí o sí, sobre todo al hablar de la génesis del machismo, porque tiene un potencial explicativo mucho más importante que lo que se ve ahora) que sustentan las refutaciones a las teorías de género en estos aspectos son:
-la de la selección sexual darwiniana (que tiene sus continuadores en Trivers, Schmitt, y también en Richard Dawkins),
-y la de la inversión parental (Buss, Trivers, etc.).
Sugiero el capítulo 5 del documental “Lavado de cerebro: Sexo”: https://www.youtube.com/watch?v=-TMDFD1s4WY

2) Sexo biológico.
Es muy poca la rigurosidad con la que se habla del “intersex” como de un tercer sexo. Yo trabajé dos años con una persona intersex, a quien respeto y admiro. Las personas intersexuales no superan el 0,05% de la población total del planeta. La idea de que se trata de un tercer sexo es falaz porque no parte de premisas distintas (es decir, no cumple con los requisitos para serlo, como un nuevo cromosoma Z, A, B, o como pueda llamársele, ni tampoco hay un tercer polo neurológico que dé lugar a ese tercer sexo); por otra parte, se sostiene con todos los argumentos (dichos por la propia persona con la que trabajé), que es un síndrome, el de Klinefelter.

3) Como una especie de paroxismo de la modernidad, el gráfico que es la base de toda la ESI, nos enseña (y por experiencia propia lo digo) a razonar erróneamente, es decir, a no sintetizar más que en el aire las ideas expuestas.

Claro, ese “aire” es el de las teorías de género: invento una teoría que sirva de tendedero a lo que ya de entrada está mal planteado; la decoro con palabras bellas (diversidad, tolerancia, respeto, derechos, etc.); la legitimo obturando toda crítica (cada vez que he planteado esto me han colocado en la vereda del ¡fascismo!… ningún neurobiólogo ni nadie que estudie seriamente estos temas lo es), o bien ignoro los estudios que le contestan; finalmente, la convierto en programa pedagógico. He dado ESI durante dos años con compañeras militantes feministas y LGBT, que hoy son amigos y que respeto y admiro. Nadie está en contra de que se ofrezca en el ámbito educativo, el tema es… que se ofrezca completa.

Coda: la base fundamental de estas falacias reside en lo que Steven Pinker denominó “Tabla rasa”, lo que significa que todas las teorías posmodernas -no sólo las de género- piensan al sujeto como una pizarra en blanco, que es completamente formateada por la sociedad como si fuese una esponja, cuando no es así.

El reduccionismo sociocultural es la negación de nuestra fuente primaria, que sí, interactúa con la cultura y el ambiente, pero que no viene precisamente vacía.

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