Aniversario de la Revolución Fusiladora que derrocó a Perón. La Marina, aliada a Gran Bretaña, amenazó bombardear refinerías de La Plata

La deshistorización favorece la manipulación, ya que un pueblo que desconoce su identidad, sus conquistas y sus luchas pasadas, difícilmente pueda organizarse para continuarlas. Un individuo que vive en el mero presente también está obligado a comenzar cada lucha desde cero.

Por eso se vuelve necesario recordar con más fuerza que nunca momentos clave de nuestra historia. El 16 de septiembre especialmente está marcado por acontecimientos que muestran nítidamente cómo actúan las élites oligárquicas de nuestro país en connubio con las potencias neocolonialistas extranjeras.

Para 1955 las élites argentinas no podían seguir tolerando la situación del país: el comercio exterior nacionalizado, la renta agraria usada para la industrialización, el Estatuto del Peón Rural que le otorgaba derechos inadmisibles a los eternos explotados, el pleno empleo que ayudaba a negociar mejores salarios, la redistribución de la riqueza con la mayor participación de los trabajadores en la apropiación del PBI de la historia, el desendeudamiento con la banca internacional, la nacionalización del Banco Central y los nuevos derechos conquistados por una clase social a la que siempre despreciaron.

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Para terminar con todo ese adverso panorama, entre otras acciones, bombardearon la Plaza de Mayo el 16 de junio produciendo alrededor de 300 muertos, para luego realizar otro levantamiento militar el 16 de septiembre.

La Marina había sido desprovista de municiones por disposición del gobierno luego de los sucesos de junio, sin embargo, Gran Bretaña se encargó de aprovisionamiento en alta mar.

El Golpe de la Revolución Fusiladora incluyó esta vez el 19 de septiembre de 1955, el bombardeo por la Marina de Guerra de dos objetivos en Mar del Plata: la Escuela de Artillería (actual AADA 601) y los tanques de combustible de YPF ubicados en el puerto.

Luego vino la amenaza Marina de hacer volar por los aires a la ciudad de La Plata, bombardeando el polo petroquímico de YPF. Otro tanto haría con Dock Sud.

Entre la sangre y el tiempo, Perón optó por el tiempo.

Logrado el derrocamiento de Perón, la élite económica procedió a desnacionalizar lo nacionalizado y hacer ingresar a la Argentina en 1956 al FMI y al Banco Mundial para restablecer sus lazos de sometimiento con el poder financiero supranacional.

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Veinte años más tarde y tras el retorno de un nuevo gobierno peronista, las élites económicas del país se decidieron a erradicar de una vez por todas la resistencia organizada a su proyecto financierista y globalista y derrocaron al gobierno legitimo de Isabel Martínez de Perón.

Fue así que instalaron en 1976 la última dictadura militar, de la mano de Henry Kissinger y David Rockefeller. Sus víctimas fueron en su mayoría trabajadores y delegados gremiales. Otro 16 de septiembre, de ese fatídico 1976, se ejecutó una serie de 10 secuestros en la ciudad de La Plata de estudiantes secundarios de entre 16 y 19 años de la Unión de Estudiantes Secundarios, lo que se conoció como “La Noche de los Lápices”. Las órdenes de detención y secuestro fueron libradas por el Batallón 601 de Inteligencia del Ejército y fueron llevadas a cabo por la Policía de la Provincia de Buenos Aires dirigida por el general Ramón Camps.

La historia de las élites oligárquicas es una historia escrita con sangre.

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