La celebración del bicentenario de la Independencia… Un tarifazo de sentimientos políticos

Nathalie Goldwaser Yankelevich *

Los artículos de análisis no tienen la caducidad de la noticia. Este es uno de esos casos. Mucho de la actualidad debe ser pensado a la luz de lo que dice la autora.

La eliminación de referencias históricas como estrategia ideológica y el vaciamiento del discurso del gobierno de Cambiemos. La celebración del Bicentenario y el retorno de las FFAA a la esfera pública.

En el rail de actos, imágenes y palabras que se conjugaron los pasados 8, 9 y 10 de julio, hay tres elementos a tener en cuenta: los discursos presidenciales (tanto verbales como cibernéticos); los eventos y desfiles realizados en las provincias de Tucumán, Jujuy y en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires; y, por último, los sentimientos (que en este caso son políticos) expresados en diferentes ámbitos por diferentes actores. En toda esta celebración, el descuido en las palabras y en los detalles, no siempre menores, por parte del actual presidente Macri, ha sido y es el recurso de distracción del actual gobierno. Máxime cuando desde febrero existe una Directora General de Discurso.

¿Por qué evitar la historia acontecida aquel 9 de julio de 1816? La celebración de este año no pareció demandarla. No fue la independencia de la nación argentina, sino que se declaró la independencia de las Provincias Unidas del Sur, que incluyen espacios territoriales que hoy no son argentinos. Pero además, dicha declaración se efectuó aun a pesar de no contar con el acuerdo de algunas provincias que pregonaban otros ideales políticos ni de los territorios ocupados por pueblos originarios, que luego serían desplazados por ejércitos argentinos.

Al parecer, la eliminación a las referencias históricas no sólo es una cuestión de ignorancia y desinterés por nuestra herencia cultural y política; es también una estrategia ideológica, porque generar olvido y denostar el pasado reciente permite reinstalar un modelo de vaciamiento material, simbólico y discursivo a través de palabras fallidas que finalmente permitieron atraer a los votantes (ahora devenidos en público) que hicieron posible revivir los muertos de la felicidad.

En este bicentenario, se sucedieron dos discursos presidenciales casi exactamente iguales: uno en la provincia de Jujuy el 8 de julio; el otro, en la provincia de Tucumán. ¿Por qué Jujuy? Quienes saben de historia, podrían pensar que se debió a que esa provincia fue protagonista, en 1812, del famoso “éxodo jujeño”, un movimiento independentista liderado por Manuel Belgrano para resistir la avanzada realista, antesala de aquel 1816. Otros, más suspicaces, podrían decir que se pretendió dar un mensaje en la provincia donde se encuentra presa (sin una situación procesal firme) una de las más importantes mujeres dirigentes de esa provincia, Milagro Sala.

Sin embargo, en el discurso presidencial no se hizo mención a ninguno de los dos hechos. En efecto, el presidente afirmó que había decidido visitar Jujuy para dar un reconocimiento a los héroes anónimos porque “los jujeños pusieron mucho”, y que estaba trabajando para que nos conozcan en todas partes del mundo, sin mucho detalle. Especial interés merece el interrogante que se planteó en ese mismo acto el jefe de Estado: “¿Qué pasó hace 200 años con ese conjunto de ciudadanos comunes y corrientes para poder pensarse independientes?”. La respuesta que el propio presidente arrojó es: “que el Estado nos guíe, nos acompañe pero no que nos condicione y nos aplaste”, por lo que peca de anacrónico precisamente porque ni siquiera había una Constitución para dicha institución.

Tanto en el discurso de Jujuy como en el de Tucumán, luego de quejarse porque los libros de historia grafican a los personajes independentistas como “súper hombres”, el discurso viró hacia una explicación  justificatoria de por qué se vio obligado a tomar decisiones gubernamentales “difíciles” (se supone que se refiere a los tarifazos en los servicios vitales de luz, gas, agua), “que me duelen porque sé que a los argentinos les está costando”. En ningún discurso hubo una sola mención a un nombre propio de la historia de la Patria. Un discurso cuyo tono fue más de campaña electoral que de celebración, con tintes eufóricos cuando hablaba del futuro y aseveraba una frase que repetiría exenta de relación causal “¡porque es acá, es aquí, y es ahora, juntos vamos a salir adelante!”, sin mayores detalles.

En estas intervenciones pareciera dirigirse a un público exclusivamente infantilizado. Esto se expresa, por ejemplo, en las referencias que hizo al juego de cartas denominado “truco” y que aprovechó para transpolarlo a cómo no se debe conducir en la vida real, a la afirmación de que un país es como una familia y el que toma una decisión perjudica al resto, al spot de la empanada, a que tuvo que tomar decisiones muy dolorosas, a que hay que consumir la menor cantidad de energía para proteger el medio ambiente, o al hablar de la angustia de los patriotas y dirigirse al invitado monarca español con el sustantivo amorosamente sentimental, “querido rey”.

¿Estamos ante un exagerado tarifazo de sentimientos inconexos? Si nos acercamos a los desfiles en las calles de la Ciudad de Buenos Aires, nos encontramos con un acontecimiento que al parecer no sucedía desde el 2000: las Fuerzas Armadas argentinas desfilaron ante la presencia de un Presidente, entre los que se encontraban el militar golpista retirado Aldo Rico. Pero un mensaje cibernético, un detalle, desde la cuenta oficial del Presidente Macri llegaba sin aviso: se encontraba cansado y había decidido no participar de los desfiles militares. Si bien luego hizo su aparición pública, para entonces ya había sido blanco de una multiplicidad de críticas.

¿Estamos ante un exagerado tarifazo de sentimientos inconexos? Si nos acercamos a los desfiles en las calles de la Ciudad de Buenos Aires, nos encontramos con un acontecimiento que al parecer no sucedía desde el 2000: las Fuerzas Armadas argentinas desfilaron ante la presencia de un Presidente, entre los que se encontraban el militar golpista retirado Aldo Rico.

Mientras los acontecimientos continuaban, todo un país aguardaba por el fallo de la Justicia de La Plata ante el tarifazo, en particular el aplicado al gas, y por los anuncios “dolorosos” del gabinete presidencial (Peña, Aranguren y Garavano) explicando, sin cuidar detalles, cómo se redireccionarían los bolsillos de los habitantes de la Argentina independiente. Tres funcionarios que contradictoriamente a sus decisiones, pregonan por la no intervención del Estado en la propiedad privada de la ciudadanía.

* Nathalie Goldwaser Yankelevich – Investigadora del CONICET / UBA-IEALC. Doctora en Ciencias del Arte (Paris 1 Sorbonne) y Doctora en Ciencias Sociales (UBA)

Fuente: www.nathaliegoldwaser.wordpress.com – 8-8-16

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