Geopolítica y Pandemia. Espacios y dimensiones del poder en disputa. Por Juan Francisco Rasso

Geopolítica y Pandemia.
Una aproximación integral a la reflexión sobre política internacional, los espacios y las dimensiones
del poder en disputa.
Por Juan Francisco Rasso*

La geopolítica es entendida como la relación entre la geografía y la política, se la ha definido también como la relación entre los Estados y el territorio, así como la relación entre el ámbito donde se dirime el poder político y la geografía. En un sentido más amplio, se la puede pensar como la relación entre el poder y los espacios, o bien tal como señalaba el Coronel José Felipe Marini: “el espacio donde se desarrolla la política en su plenitud integral”. 1

Se debe partir, claro, desde el entendimiento que Estado y poder político no son lo mismo, existen actores privados que se dan sus propias políticas de poder en relación a los espacios, a veces en coincidencia con los Estados, a veces en posiciones contrarias. Durante la mayor parte del siglo XIX y el siglo XX, y a riesgo de simplificar demasiado, tuvo lugar cierta coincidencia entre los grandes actores del poder político-económico privado, y los Estados. La consolidación del sistema internacional capitalista, y la construcción de la misma Estatalidad, requirieron de una determinada organización y control espacio temporal de los hombres y mujeres al interior de los Estados nacionales, y una particular distribución del poder y los roles a ocupar entre estos últimos en el ámbito de las relaciones internacionales.

La geopolítica, relación entre el poder y los espacios, debe concebirse también junto a la biopolítica, es decir el ámbito donde se dirime, cómo viven las personas, cómo subsisten, cómo se alimentan, cómo se relacionan, cuál es su núcleo vital-societal, cómo se reproducen, de que se enferman, cómo organizan sus sistemas de salud, y finalmente, cómo, quiénes y cuántos, mueren. Todo en una determinada relación espacio-temporal. Esta relación entre capital, Estado, geopolítica y biopolítica, en gran parte coincidente durante el siglo XX, Comienza a cambiar en el siglo XXI, hasta exhibir claras rupturas.

El gran capital ya no necesita organizarse en base a los Estados Nacionales, que resultaran
cada vez más un obstáculo para su expansión y control espacio temporal de las relaciones humanas. La dimensión donde se pone en disputa el poder, ahora es global, es virtual, va desde el ciber-espacio al nano espacio, y es cada vez más veloz, los plazos más cortos, la variable tiempo esta signada por la inmediatez y la simultaneidad. El ritmo de vida ya no marcha al pulso del fichador en las fábricas y las cadenas de montaje. La circulación de bienes, capitales e información han desarrollado un ritmo autónomo. La racionalidad tecnocrática extiende las fronteras de lo humanamente posible. La configuración geopolítica y bio política del capital post industrial y deslocalizado en el siglo XXI, es muy diferente a las del siglo XX.

Pero el bloque de poder dominante de principios de siglo XXI, comenzó gradualmente a ser contestado, por actores que no aceptaron como mandato impuesto ni el orden geopolítico resultante de la expansión sin límites del gran capital, con sus expresiones políticas, con el liberalismo como ideología, y su particular configuración biopolítica necesaria para la viabilidad del proyecto a escala global. Estos actores, gradualmente contestatarios, se asentaron justamente en su propia tradición cultural y civilizatoria, en la preservación del rol del Estado Nación como el principal regulador estratégico de la vida pública, de los modelos de acumulación económica y de proyección del poder político.

Señalamos entre estos actores, principalmente a la República Popular China y a la Federación de Rusia, cuyo acercamiento en el plano militar, pero también en el plano económico (comercial, financiero, energético, infraestructura) y en la concertación política, fue fundamental para empezar a profundizar la transición, en términos de la distribución del poder internacional. Asimismo pueden contarse otros actores nacionales, en una escala menor en cuanto a capacidades, pero que también se anotan en la disputa a la geopolítica del liberalismo internacional, como puede mencionarse el caso de Irán, la India, con mayores interrogantes, y también con sus marchas y contramarchas, algunas experiencias suramericanas. Eventualmente, la crisis del orden liberal internacional, que es la crisis del capital que se desacopla y desentiende del poder de las naciones, va a tener su expresión política en los EEUU, con la irrupción, victoria electoral y gobierno de Donald Trump, en su apuesta por un capitalismo nacionalista, productivista, con atención a su población y su territorio, rompiendo con la gran estrategia de hegemonía liberal a nivel global.

De manera que a las puertas de la 3er década del siglo XXI, la principal disputa geopolítica debe interpretarse, quizás menos en clave de una división mapamundi, de conflicto entre los Estados, y más bien como una división de carácter trasversal, que tiene por una lado a las fuerzas que responden a la estrategia liberal globalista, encabezada por el capital financiero más concentrado y sus derivados, sobre todo en las principales corporaciones de las industrias de servicios y tecnologías de la información y comunicación, con sus expresiones y representaciones políticas e institucionales. Y por otro lado, a un grupo de naciones o bloques políticos que con una impronta soberanista reivindican el interés nacional, que basan buena parte de su sustento de su poder en el bienestar de sus pueblos, que tienen en el Estado Nacional al principal instrumento de la organización comunitaria y el planeamiento estratégico, con patrones de acumulación económica que priorizan la producción y el trabajo por sobre la renta financiera, y que en el plano internacional, van gradualmente ganando espacios como fuentes alternativas de financiamiento, bienes de capital e infraestructura, incluso diseñando nuevas instituciones de concertación y “gobernanza”.

Pero la política internacional, es el ámbito de la competencia y la aspiración por influir en la distribución del poder, y en esa competencia los actores, estatales y no estatales, van a apuntar a capitalizar los factores propios, e incidir en detrimento de los factores de poder del adversario. Estos factores son los clásicos: político, económico, militar, psico-social… territorio, población, recursos naturales, industria. El actor dominante va a intentar construir hegemonía: ejercer el control sobre los factores materiales e inmateriales de dominación, los factores de poder “duros” el económico, militar, como los “Blandos”, aquellos que se encuentran en el campo de la diplomacia, la ideología, la cultura, etc. Por lo que la contestación de esa dominación, no resulta tarea sencilla. Aquellos dispuestos a hacerlo deberán encarar caminos muy graduales, en atención a los costos inherentes a tal emprendimiento. Deberán coexistir, alternando prácticas de resistencia y cordiales relaciones de cooperación, buscando explotar los resquicios, dentro de las reglas impuestas por el más poderoso. Recordemos que si la guerra es la continuación de la política, por otros medios, la paz es el periodo entre guerras en el que se convive bajo los términos impuestos por el vencedor de la última contienda.

La historia da suficiente cuenta de naciones que en su camino a desafiar una hegemonía total o parcial, han visto su camino abruptamente obturado, ya sea por medios “legales” dentro del orden vigente, por reglas económicas también creadas a medida del poderoso, por sanciones, o bien por el uso del instrumento militar en forma directa, o en forma indirecta. Con el tiempo, los medios de conservación de la dominación, han ido sofisticándose: revoluciones de colores, movimientos palaciegos, golpes parlamentarios, apuntando al factor político, otras estrategias se centran en el factor pisco-social: la
colonización de las subjetividades de la población del actor desafiante o potencialmente desafiante, a través de los medios masivos de comunicación e información, construcciones ideológicas, y también, biopolíticas.

La guerra, la afectación de los factores de poder del enemigo a través del instrumento militar es quizás el último recurso, las formas de hacer la guerra han ido variando desde sus formas convencionales. La concepción y práctica de la guerra ha ido evolucionando, a medida que evoluciona la dimensión donde se libran las mismas. Los medios, los instrumentos, las herramientas, para hacer la guerra también han ido cambiando, llegando a ser muy variadas y seguramente desconocidos para el común de los mortales. Pero, y llegado hasta este punto ya debemos señalar, que la posibilidad de la utilización de las armas químicas, bacteriológicas, virales, son una posibilidad cierta desde hace décadas. El hecho de que la epidemia de coronavirus se haya desatado artificialmente o no, no quita la realidad de que los instrumentos para dirimir el poder de esa forma, existen.

Si desde hace décadas vivimos en un mundo en que el hombre pude lograr la autodestrucción total a partir del uso de armas nucleares, también, debemos concebir que la posibilidad, dependiente de la voluntad de unos pocos, de volver inhabitables miles de Km cuadrados por el uso de “bombas sucias”, que contengan radiación nuclear, o el uso de “nano-armas” para asesinatos selectivos, o que la amenaza para la existencia de miles o millones de seres humanos provenga desde el nano-espacio, no pertenecen al plano de la las teorías conspirativas, sino al de las más objetiva realidad. 2

Pandemia, origen y evolución

La pandemia del Covid-19, surgida en la ciudad de Wuhan, Hubei, provincia sin litoral, pero al Este, de la República Popular China, en su zona más ecuménica. Se expandió al ritmo de la época, causando el derrumbe del sistema financiero, la parálisis del comercio, el inicio de una recesión global de proyección devastadora, y por supuesto un escenario catastrófico en la salud de la población en cada país a su paso, con un nivel de contagio muy intenso y una tasa de mortalidad moderada, que sin embargo se fue volviendo más dramática, a medida que se incrementan los contagios, y que ha motivado la declaración de Estados de Excepción a lo ancho del mundo, ha sido catalogada como una amenaza a la seguridad nacional de los Estados, y varios de ellos llaman a enfrentarla como “una
guerra”.

La versión oficial nos habla de murciélagos, de riñas con serpientes y un virus que allí habría mutado, para saltar finalmente al Humanos, terminando de adquirir su forma moderadamente letal y altamente contagiosa. A partir de allí, la propia dinámica de la vida humana en la globalización habría hecho el resto, para su propalación a escala planetaria en pocos meses. Bien podría ser, como ya ha ocurrido en otras oportunidades. En la conquista del Hombre a la naturaleza, aún quedaban escondrijos, y allí nos estaba esperando un microorganismo todavía hostil que se montó sobre nuestras formas de vida, trasporte, comercio, turismo, para expandirse y cobrarse una buena cantidad de vidas. En ese caso, la guerra que sí se estaría librando entonces, debiera encararse entonces contra el microorganismo y contra las formas de propalación humana.

A propósito, en un reciente artículo, J.J. Borrell, se preguntaba si esta amenaza nanométrica, es realmente el “sujeto agresor” o acaso se trata de apenas un instrumento. Advertía así sobre los antecedentes existentes de “elevar al rango de amenaza y atribuirle carácter ontológico a un proceso o fenómeno singular, es decir, de confundir el medio y tomarlo como la entidad agresora.”3 Haciendo referencia a otras amenazas igualmente ubicuas y presentadas como universales, a las que se les llama a hacer la guerra, cuando son en realidad instrumentos, o medios. El terrorismo, ¿el cambio climático?…

Muy bien, lo cierto es que frente a la pandemia, han tenido lugar declaraciones y posiciones, no menos oficiales, como las de funcionarios de China, Rusia o Irán, sobre la responsabilidad de los EEUU en la creación e inoculación del Virus. Al respecto hay información fehaciente que da cuenta que ya en 2015 en el Laboratorio militar de Fort Detrik, en Maryland, EEUU, se realizó un experimento exitoso para modificar el coronavirus del murciélago chino para que ingrese en las células humanas sin contacto directo con el animal. Más adelante el 31 de agosto de 2019, el mismo Fort Detrick fue cerrado “por razones de seguridad”, mientras que el NY Times informaba que “había surgido una extraña epidemia en los Estados Unidos con 215 pacientes y en menos de dos semanas, Donald Trump convocó una reunión sobre este tema cuando ya era más de 500 casos. Varias personas, incluidos miembros del Ejército de los EE. UU., murieron”.

Finalmente, a finales de Octubre de 2019, unos 200 militares estadounidenses participaron en Wuhan, de los “Juegos de la Guerra Mundial”, un ejercicio militar multilateral. El primer contagiado en esa ciudad fue descubierto el 17 de noviembre, al final del período de incubación.

Luego claro están las acusaciones a China, desde occidente, que señalan que todo se trataría de una suerte de autoatentado, en primera instancia, que provocase luego la expansión del virus y el colapso mundial, para ser aprovechado posteriormente por la misma R.P. China, comprando empresas, acciones y títulos de deuda con precios por el suelo, ocupando los espacios que cedan tras su devastación los actores occidentales, terminando por reconfigurar la distribución de poder en el mundo. La dramática situación que se está viviendo por estos días en los EEUU, en relación al número de contagios y muertes, terminaría por abonar esta hipótesis.

Sin embargo esta interpretación presenta algunos problemas. En primer lugar, para ensayar un análisis de este tipo, conviene tener en cuenta la trayectoria, o “reputación” de los actores. China no presenta antecedentes de comportamiento de esta naturaleza, cuando en cambio, occidente tiene muchos ejemplos para ofrecer en cuanto a “auto-atentados”, atentados de falsa bandera, o sucesos con la espectacularidad suficiente como para legitimar, las acciones prosiguientes. Al respecto no se puede ser concluyente,pero puede ser de buena orientación.

China es una nación milenaria, que viene construyendo pacientemente el poder que detenta en nuestros días, desde hace por lo menos setenta años, cuarenta y dos, si contamos a partir del proceso iniciado con la presidencia de Deng Xiaoping, continuando en sus particularidades, con las gobiernos de Jiang Zemin, Hu Jintao, hasta la actualidad con Xi Jinping. Tal el consenso general, es muy difícil augurar algún obstáculo para el ascenso chino, que se presenta incontenible. El tiempo, está del lado de China. Por lo que podría conjeturarse que una maniobra semejante (inocular el virus a su propia población) no tendría muchos fundamentos o necesidad de ser.

Por otro lado, la principal estrategia actual de proyección internacional de la RPCh. Pasa por la iniciativa “Una Ruta, un Camino”, OBOR por sus siglas en inglés, también conocida como la Nueva Ruta de la Seda, que si comenzó como una plataforma comercial, es mucho más que eso, a partir de la misma China se lanzaba al mundo como una fuente de financiamiento, proveedor de gran infraestructura e incluso previendo toda una serie de instituciones y foros de concertación política, alternativas a las de occidente. Esta iniciativa requiere de un comercio y actividad económica internacional en expansión, y no al revés. Si bien China es en sí misma un inductor del dinamismo la actividad económica internacional, también se nutre de él. De hecho, la anterior gran recesión a escala global, afectó significativamente su ritmo de crecimiento. La recesión internacional producto de la crisis del coronavirus opera en sentido contrario a la principal estrategia sostenida por China en la actualidad.

Asimismo, como se mencionó líneas arriba, la Pandemia está haciendo estragos en los EEUU. El país con mayor número de contagios, y pronósticos de hasta 250 mil muertes, con escenarios “optimistas”. A la salud se le suman las consecuencias económicas, siendo quizás la principal preocupación del Presidente y a pesar de sus esfuerzos, que llevan al límite los intentos por sostener el nivel de actividad, ya cuenta el millón de despidos desde que se desató la crisis. La recesión será inevitable. Y recordemos que la recuperación de la actividad económica al interior de su territorio y la recuperación el empleo son el principal capital del gobierno de Donald Trump. En un escenario de emergencia nacional, si logra mostrar capacidad de liderazgo, y si la situación sanitaria no se le va por completo de las manos, es probable que consiga igualmente su reelección. Pero evidentemente, la epidemia de Covid-19, también está jugando en contra de los intereses del gobierno de Donald Trump.

Entonces, siguiendo en el plano de la conjetura, si en su paso devastador, la crisis no reconoce territorio, ni población, afectando a todos por igual. ¿A quien puede beneficiar? Bueno, podría señalarse a los actores políticos que no tienen ni territorio definido, ni población propia. Las Unidades Políticas sin Asiento Territorial, en los términos del autor argentino Marcelo Gullo 5. El gran capital, los capitales financieros más concentrados y sus derivados en las principales corporaciones con presencia global. ¿Pero que pueden ganar en todo esto? En principio, tiempo y una gran oportunidad, para en un nuevo ejercicio de prestidigitación, hacer desaparecer el dinero desde un lugar, apareciendo en otro.

Con un trasfondo de deuda en circulación que excede en más de tres veces al PBI mundial, es decir que se hay en circulación más de tres veces capital ficticio que bienes materiales para cubrirlo, que en el “mundo desarrollado” esa proporción es peor requiriéndose casi cuatro veces lo que allí se produce para poder cubrirse, con un nivel de endeudamiento en las principales corporaciones privadas, sin capacidad de hacerle frente a un estimado del por los menos 40%. 6

La actual crisis sanitaria de escala mundial podría proporcionar la excusa perfecta para una fenomenal contracción de los flujos de capital y un default masivo, seguido por la imposición de un ajuste a escala global, respaldado por los medios coercitivos y un estado de excepción, que ya se puso en funcionamiento a propósito de la epidemia. Hay que decir que aquí, los ganadores, serian solo una minoría, dentro de las minorías.

Podrían ganar tiempo, mientras obturan el recorrido de los poderes emergentes que basan su crecimiento sobre bases más sólidas que las del evanescente capital financiero, y la “sociedad liquida”. Por otra parte, si reparamos en el modo de vida durante la pandemia, con la atomización al extremo de la sociedad, el aislamiento, la centralidad en el individuo, ya no en base a las sutiles construcciones biopolíticas de la sociedad de la hiper subjetivación y el hedonismo, sino ahora con el impedimento real, físico, de asociarse con los semejantes, que impone el coronavirus, ¿Cómo se conjuga ese modelo
de sociedad, por ejemplo, con las 5 grandes empresas de tecnología, información y comunicaciones: Aple, Microsoft, Amazon, Netflix y Facebok? ¿Hay compatibilidad?

¿Cómo se conjuga, en un sentido más amplio, con la racionalidad instrumental-tecnocéntrica, donde la propia condición humana pasa ser cada mes más un problema?

Recordemos también, que el mencionado grupo de empresas, se encuentran en el bloque de oposición política a Donald Trump.

Sin embargo, en este punto debemos recapitular, puesto que debemos recordar, que la hipótesis más firme, es que la pandemia haya tenido un origen natural. Lo que no significa que no exista la posibilidad de utilizar este tipo de amenazas, como medios o herramientas para dirimir cuestiones de poder. Pero más allá de cómo se originó, el nivel de análisis que se impone, es como están respondiendo los distintos actores, el campo de disputas en desarrollo, y ciertas paradojas que van teniendo lugar.

Trascurridos unos seis meses desde el 1er caso positivo y habiendo superado (con la información disponible hasta el momento) el momento más agudo, China parecería el que mejor está sobrellevando la situación y el que mejor posicionado saldría de todo esto. Resulta paradójico, siendo allí donde todo se inició. En el caso de que haber sido inoculado el virus, por algún sector del Deep State estadounidense, vinculado los grandes actores de la finanzas y el orden liberal internacional, resultaría más paradójico aun.

Pero si la R.P.Ch. saldrá mejor posicionada luego de la crisis, no es porque le hubiese convenido, sino porque tiene resto para hacerlo. Con margen para ampliar su mercado interno, con disposición de reservas, pero fundamentalmente porque es una nación soberana que entre otras, si bien ha dado suficiente muestra de pragmatismo, concibe su rol dentro de la competencia propia del sistema internacional, desde el paradigma de Guerra Total, valiéndose de todos los recursos disponibles y circunscribiendo todas las relaciones sociales y de producción al servicio del interés público y la defensa nacional. China se ha servido de un impresionante dispositivo tecnológico de reminiscencias orwellianas, en base a la big data y el 5G, para controlar el desarrollo del virus, pero como apunta Esteban Montenegro, “¿De qué sirve la big data ante la pandemia sin producción nacional de mascarillas, tests, respiradores, camas, hospitales y sanidad pública de calidad?”.

Nuevamente, si frente a esta amenaza ubicua, que expresa desde su peor costado el triunfo de la globalización, al poner en jaque las defensas de toda la población a nivel mundial, donde vemos en simultaneo el mismo escenario de catástrofe, el mismo “enemigo” en casi todos los países, las mismas escenas del confinamiento social que llegan vía redes sociales desde las principales ciudades alrededor del mundo, paradójicamente la clave para superarlo aparece en la soberanía en un sentido amplio y en el rol imprescindible de los Estados Nacionales:

“Hay decisiones que no emanan de la voluntad de los individuos, porque no entra en la esfera inmediata de estos la posibilidad de prepararse y/o dar respuesta efectiva a amenazas comunes de escala. Razón para la cual existen los gobiernos y los Estados, aún en tiempos de calma y tranquilidad. Y es que tal como tener producción militar propia permite hacer frente mejor a una eventual guerra, y como tener una producción económica y tecnológica propia permite resistir mejor los embates de una eventual guerra económica o comercial, sólo la producción nacional y la inversión en un sistema de salud pública poderoso permite enfrentar mejor una eventual pandemia.” 7

Asimismo, allí donde el sentido de comunidad este más arraigado, resulta en mejores condiciones para superar este verdadero estado de emergencia. Son los momentos de crisis quizás cuando de repente cobra sentido y se revela el Ser Nacional, siempre bajo sospecha por parte de todo un ideario liberal, que ahora pareciera sucumbir. La tradición, la cultura, la religión, la disciplina individual en atención al interés colectivo, la unidad y la afirmación en la particularidad ante la indistinción y homogénea diversidad que ofrece la globalización, aparecen como las sólidas columnas que posibiliten la prevalencia ontológica de las naciones, frente a la catástrofe.

Por el bando liberal, en principio podemos ver su expresión en los medios de comunicación trasnacionales. La cobertura en simultaneo y en continuidad las 24 hs, el conteo de contagios y muertos, la narración de la conmoción. Más allá de lo objetivo del escenario, de la demanda pública de información o del espectáculo del morbo, no escapa al conocimiento general, que si la pandemia fuese contraria a sus intereses corporativos, la cobertura sería bien distinta, como tantos otros fenómenos que por reales o contundentes que fuesen, pueden ser in-visibilizados. De manera que bien se puede inferir que los intereses detrás de los medios masivos de comunicación globales, también se están disputando el resultado de la Pandemia.

Por su parte, la revista “The Economist”, ¡nada menos!, salió nuevamente a circular con una sugestiva tapa, en la que se ve a un “Hombre común” paseando a su perro, ambos con barbijo, sin embargo, el hombre está él mismo también siendo llevado por una correa, sujeta por una mano invisible o superior. El título que acompaña la ilustración: “Todo está bajo control”. No obstante, el artículo editorial está centrado, básicamente en la advertencia sobre los riesgos para las libertades individuales que podrían devenir de esta crisis, con el resultante avance de los Estados.

Los políticos liberales tradicionales, parecen zigzaguear entre el desconcierto y el re-descubrimiento de las obligaciones y potestades estatales que hasta ayer despreciaban. El más audaz quizás hay sido el ex primer ministro Británico Gordon Brown, quien llego a proponer la creación de una Task Force Global con facultades ejecutivas. La intelectualidad, hace malabares para justificar la necesidad de la continuidad del orden liberal, a pesar de que todas las evidencias empíricas sugieren lo contrario. En el sector empresarial, se mueve entre la cautela frente a un escenario incierto y la presión para que
sus intereses económicos, se prioricen frente al interés sanitario. Finalmente, podemos mencionar la curiosa exposición de un personaje como Bill Gates, devenido ahora en un gurú de la salud pública y la filantropía. Ya hemos conjeturado acerca del posible interés del capital más concentrado, ante la pandemia, sin embargo y de momento, parecieran no mostrar sus cartas.

Más allá del origen de la pandemia, está en disputa la evolución y el orden resultante de la misma. Si el virus pudo haber mutado natural o artificialmente, la pandemia se expandió, en el marco de la globalización y el liberalismo. La disputa en el dramatismo de estos días, es la misma que viene teniendo lugar en los últimos años, entre los ganadores y los perdedores de la globalización. De cómo se resuelva esta instancia, dependerá la posibilidad de preservar y acaso mejorar las formas de vida humana que conocimos hasta ahora, en un mundo donde prevalezca la salud y la autodeterminación de los pueblos, o por el contrario que se vuelvan aún más desfavorables, más inhumanas, con los soberanías nacionales erosionadas ante la amenaza global y la dependencia de un tratamiento en las mismas manos que siembran la muerte, donde las naciones dependientes se vuelvan aún más vulnerables, rindiéndose ante el escenario de banca rota global a la única receta de austeridad y represión, en un mundo donde se descienda algún escalón más en la cultura del descarte.

Está en riesgo un genocidio de escala planetaria, una trasferencia regresiva descomunal de la riqueza mundial y la condena a gran parte de las naciones a la quiebra, el caos y la guerra civil. De momento se impone evitar el genocidio, limitar lo máximo posible el coste en vidas humanas. Para ello, el Estado y la salud pública se vuelven imprescindibles, se deben tomar todas las medidas necesarias, relegando todos los demás intereses, al interés mayor de la preservación de la integridad física de la población. Cierre de fronteras, aislamiento social, prevalencia del interés colectivo, disponiendo de todas las herramientas del Estado. Fuerzas de seguridad y fuerzas armadas en la contención y asistencia a la población, pero también leyes de abastecimiento, defensa de la competencia y protección del consumidor, impuestos a las grandes fortunas, nacionalización de servicios públicos, ¿Podrá pensarse acaso en la nacionalización de los depósitos bancarios?, garantizar el bien común y la subsistencia colectiva. Orientar el funcionamiento del sistema de producción y comercio, de momento, priorizando las necesidades inherentes a encausar la emergencia sanitaria.

Superada esta instancia, y ante al escenario sucedáneo a la crisis, se requerirá igualmente la superación de encorsetamiento ideológico liberal, a fin de evitar que las naciones subdesarrolladas o con un desarrollo medio se encuentren arrastrando todos los condicionantes a su autodeterminación anteriores a la pandemia, sumadas a la necesidad de hacer frente a los costos devenidos de la misma, negociando además con actores que no tuvieron ni población que defender ni territorio propio que preservar.

Si la epidemia se expandió deviniendo en pandemia, montada sobre las facilidades que ofrecía la globalización, al ritmo de la libre movilidad de capitales, bienes y personas, el mundo post Covid-19, debiera conformarse en base a la plena soberanía de los Estados y en la condicionalidad de la producción, comercio, circulación de capitales y personas, al interés de las naciones, y no al revés.

Si en esta instancia de la pandemia el aislamiento social funciona como el único atenuante, para la próxima etapa lo único que puede garantizar la plena soberanía de los pueblos, es la organización y movilización popular. Soberanía en sentido amplio: soberanía sanitaria, alimentaria, monetaria: con el valor de las monedas nacionales no atadas al dólar, sino a la capacidad de producción real de cada Estado, soberanía financiera: las finanzas al servicio de la producción de bienes y servicios, y no al revés, desarrollo de las industrias nacionales, prioridad en los mercados internos, organización de mercados complementarios a escala regional, ocupación e integración equilibrada de los espacios geográficos, y fundamental, la articulación todas estas instancias para la organización de
un sistema integral de defensa nacional.

Se deben abandonar las posturas ingenuas, superada esta pandemia, no significa que en el mediano plazo no hubiese que enfrentarse a otra, ya sea surgida a causa de la explotación irresponsable de la naturaleza (y de los seres humanos), o utilizada premeditadamente como instrumento de guerra. Se requerirá la inversión, en tiempos de paz, en ciencia y tecnología, bioquímica, medicina y farmacéutica para la consecución de la plena soberanía.

Una estrategia de defensa nacional integral, requiere de la subordinación y movilización de todos los recursos materiales y humanos disponibles, para la preservación de la integridad física de la población y del territorio nacional, en atención a las multidimensionales, e irrestrictas formas en las que se dirime el poder.

*Lic. En ciencia Politica y Maestrando en Estrategia y Geopolitica.

1 Marini, J.F. “El conocimiento Geopolítico”, 1985

2 Ver: Marcelo Ramirez, “Conspiranoia o realidad, lo que va dejando la pandemia”,
https://humoyespejos2008.org/2020/03/29/conspiranoia-o-realidad-lo-que-va-dejando-la-pandemia/

3 Borrell, JJ. “Lo Real es Biopolítico: el Falso Dilema Entre Abrazar la Peste o Negar el Poder”, 2020.

Lo real es biopolítico: el falso dilema entre abrazar la peste o negar el poder

4 Marcelo Ramirez. “Entre la experiencia coreana y la guerra biológica” 2020.
https://humoyespejos2008.org/2020/03/22/entre-la-experiencia-coreana-y-la-guerra-biologica/

5 Gullo, M. “Relaciones Internacionales, Una teoría Critica Desde la Periferia Sudamericana”. 2018

6 Ver: Zaiat, A. “El virus del default global y el colapso de la economía”.
https://www.pagina12.com.ar/256043-el-virus-del-default-global-y-el-colapso-de-la-economia

7 Montenegro, “E. Byung-Chul Han y El Retroceso Ante lo Real”. 2020.
Byung-Chul Han y el retroceso ante lo real

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