Francisco: “Las madres son el antídoto más fuerte contra la extensión del individualismo egoísta”. El origen cristiano del Día de la Madre en la Argentina

El Día de la Madre se celebra en la mayoría de los países en el mes de mayo, mientras que Argentina es de los pocos países, junto a Bielorrusia, que lo festejan en octubre, ya que el origen se vincula con el calendario litúrgico que la Iglesia Católica utilizaba antes de la reforma del Concilio Vaticano II (1962-1965). El 11 de octubre se festejaba la “Maternidad de la Virgen María” y para homenajear a las madres se elegía el domingo anterior o posterior.

Tras el concilio, la fecha religiosa se trasladó al 1 de enero, pero la sociedad mantuvo la tradición de festejar el Día de la Madre el tercer domingo de octubre, si bien la misma, por motivos comerciales, fue desnaturalizándose, como viene ocurriendo con fechas como Navidad o Pascuas.

En 2015 el Papa Francisco dedicó la primera catequesis de las audiencias generales de los miércoles a las madres:

“Las madres son el antídoto más fuerte contra la extensión del individualismo egoísta. “Individuo” quiere decir “que no se puede dividir”. Las madres en cambio se “dividen”, a partir de cuando acogen a un hijo para darlo al mundo y criarlo… Una sociedad sin madres sería una sociedad inhumana porque las madres saben testimoniar siempre, incluso en los peores momentos, la ternura, la dedicación y la fuerza moral”.

También indicó: “Son ellas frecuentemente las que transmiten el sentido más profundo de la práctica religiosa… Un mensaje que las madres creyentes saben transmitir sin tantas explicaciones, que llegarán después; el germen de la fe está en los primeros momentos, en los más preciosos. Y sin las madres… la fe perdería buena parte de su calor simple y profundo”.

En igual sentido, Francisco explicó en Amoris Laetitia: “El embarazo es una época difícil, pero también es un tiempo maravilloso. La madre acompaña a Dios para que se produzca el milagro de una nueva vida. La maternidad surge de una «particular potencialidad del organismo femenino, que con peculiaridad creadora sirve a la concepción y a la generación del ser humano». Cada mujer participa del «misterio de la creación, que se renueva en la generación humana». Es como dice el Salmo: «Tú me has tejido en el seno materno» (139,13). Cada niño que se forma dentro de su madre es un proyecto eterno del Padre Dios y de su amor eterno: «Antes de formarte en el vientre, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagré» (Jr 1,5). Cada niño está en el corazón de Dios desde siempre, y en el momento en que es concebido se cumple el sueño eterno del Creador. Pensemos cuánto vale ese embrión desde el instante en que es concebido. Hay que mirarlo con esos ojos de amor del Padre, que mira más allá de toda apariencia. La mujer embarazada puede participar de ese proyecto de Dios soñando a su hijo: «Toda mamá y todo papá soñó a su hijo durante nueve meses […] No es posible una familia sin soñar. Cuando en una familia se pierde la capacidad de soñar los chicos no crecen, el amor no crece, la vida se debilita y se apaga»”.

E hizo un especial pedido: “A cada mujer embarazada quiero pedirle con afecto: Cuida tu alegría, que nada te quite el gozo interior de la maternidad. Ese niño merece tu alegría. No permitas que los miedos, las preocupaciones, los comentarios ajenos o los problemas apaguen esa felicidad de ser instrumento de Dios para traer una nueva vida al mundo. Ocúpate de lo que haya que hacer o preparar, pero sin obsesionarte, y alaba como María: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su sierva» (Lc 1,46-48). Vive ese sereno entusiasmo en medio de tus molestias, y ruega al Señor que cuide tu alegría para que puedas transmitirla a tu niño”.