Cultura de la vida vs globalismo neomalthusiano. Por Cristian Taborda

Cultura de la vida
Por Cristian Taborda

Frente al descarte, el consumismo y la mercantilización de la vida, donde el ser humano pasa a ser un mero objeto, desechable, si no es productivo o no satisface el deseo individual, es una necesidad constituir políticas por la vida contra la cultura de la muerte ejercida desde el globalismo.

La Nación Argentina define parte de su futuro en la negociación de la deuda externa con el FMI y bonistas privados, quienes tienen entre sus objetivos para la dominación y perpetuación de la deuda los ajustes fiscales y recortes previsionales, a lo que en las últimas décadas han sumado un nuevo punto, tras la estrategia geopolítica establecida por Henry Kissinger para los Estados Unidos y los postulados de McNamara en el Banco Mundial: el antinatalismo. Para Kissinger la expansión demográfica de los países en vía de desarrollo era un asunto con implicancia negativa para la seguridad nacional de Norteamérica. Mientras que desde el Banco Mundial se comenzaban a postular programas de “Planificación familiar” para esos países.

Una de las objeciones de los organismos supranacionales como el FMI o el Banco Mundial para el otorgamiento de créditos extendidos son la aplicación de políticas de género (https://m.perfil.com/noticias/economia/cuales-son-puntos-mas-importantes-memorandum-argentina-fondo-monetario-internacional-fm.phtml?rd=1), esto es la promoción de esta ideología en las distintas áreas gubernamentales, aplicación de programas desde el Estado e introducción de la teoría de género en la educación (escuelas, universidades y hasta sindicatos).

Otros de los actores relevantes que influyen y tienen capacidad de lobby para instaurar estas políticas son las organizaciones no gubernamentales (ONGs) que actúan como factores de presión y brazo político de los organismos internacionales, presionando directamente a las naciones desde su alianza con los medios de comunicación y la difusión de ideas, la movilización y denuncias ante la opinión pública. Estos actores, sin asentamiento territorial, intentan imponer sus políticas mediante el lobby y el poder económico derivado de su financiamiento y sostenimiento por parte de diversos bancos y empresas del establishment para la aplicación de distintos programas.

Como bien describe el politólogo Marcelo Gullo estas ONGs funcionan como unidades políticas sin asiento territorial (UPSAT) que intentan imponerse a las unidades políticas con asiento territorial (UPCAT) mediante la presión mediática y el poderío económico. Son agentes políticos al servicio del poder extranjero filo anglosajón entrometiéndose en los asuntos internos de los Estados Nación desde el exterior.

Muestra de ello son organizaciones y/o fundaciones como Human Rights Watchs, Open Society Foundation, Amnistía internacional, fundación Ford, fundación Rockefeller, por mencionar sólo algunas. Hace pocas semanas nos pudimos enterar que el multimillonario George Soros fundador de la Open Society va destinar mil millones de dólares a universidades para la promoción de ideas liberales “contra el autoritarismo” (https://kontrainfo.com/el-megaespeculador-george-soros-destinara-us-1000-millones-a-una-red-de-universidades-contra-el-populismo-y-a-favor-del-liberalismo/).

Recientemente en Argentina en la previa al inicio de apertura de sesiones ordinarias del Congreso se pudo ver la Capital Federal empapelada con la consigna de “aborto legal” y una campaña por redes en sintonía con la misma consigna promovida por Amnistía internaciona,l ONG que “promueve los derechos humanos”, y hace pocas horas el ministro de Educación hizo pública en las redes sociales su reunión con el director regional de la Open Society con el que coincide “compartir agenda”. La agenda necropolítica (https://kontrainfo.com/el-gobierno-recibio-al-director-para-america-latina-de-la-open-society-de-george-soros-a-dias-de-la-presentacion-del-proyecto-de-legalizacion-del-aborto/).

En estos actos se puede ver la clara intromisión de organizaciones extranjeras en la educación mediante la financiación para la difusión de su ideología y la influencia preponderante en el debate político interno de las naciones sobre la aplicación de políticas, impulsando la agenda cultural de los centros de poder alejadas del pueblo y el interés nacional. Una práctica de neocolonialismo donde el poder se ejerce desde la subordinación cultural funcional a los intereses del capitalismo financiero, un sistema internacional que elige un plan eugenésico antes que la redistribución de la riqueza concentrada en unas pocas manos, tales fueron las declaraciones de una directiva del JP Morgan en un noticiario en horario prime time donde proponía “hacer algo” porque los pobres tienen varios hijos (https://kontrainfo.com/ex-directiva-del-banco-jp-morgan-propone-que-los-pobres-no-tengan-hijos-para-combatir-la-pobreza/).

La solución que encuentra esta oligarquía financiera a la falta de trabajo, el incremento de esperanza de vida y la reproducción de los sectores más vulnerables es la muerte, no la creación de empleo que le permita a hombres y mujeres tener un sustento con el cual formar una familia, un instinto por naturaleza del ser humano tal como describe Aristóteles en la Política, y vivir bien, en comunidad con los otros. Asistimos a la deshumanización de la vida donde los vínculos naturales intentan ser destruidos y los imperativos éticos relativizados, consecuencias que facilitan maximizar ganancias en un mercado con una cadena de valor internacionalizada que necesita de individuos aislados y flexibles sin vínculos y desmoralizados para su utilización.

El proyecto globalista tiende al posthumanismo de una sociedad construida por el pragmatismo filosófico y la relativización de los valores, la eliminación de todo lo trascendente al hombre: El bien, la verdad, Dios, la naturaleza y el amor. Es desterrar la ética humanista entendida esta en un sentido kantiano como una filosofía de las costumbres, el actuar según la razón y la buena voluntad. Eliminar la trascendencia implica borrar la distinción entre el bien y el mal, lo humano y no humano, la verdad y la falsedad, la vida y la muerte, donde los valores pasan a ser impuestos ahora por quien tiene poder económico ya no por las costumbres, ni la razón, ni la ley. Es un golpe de facto de una élite financiera ilegítima que no sólo arremete contra la libertad sino que también contra la dignidad de la vida humana.

La globalización, como proceso culminado, ahora deviene en un globalismo político que propone excluir y descartar a los más débiles: niños y jubilados. Con el neomalthusianismo como método para controlar la población, políticas de la muerte. Una cultura del descarte consonante con el consumismo promovido por la globalización.

Este asedio cultural que lleva adelante el globalismo con la destrucción de los valores, tradiciones y costumbres imponiendo la cultura de la muerte y un individualismo violento, donde convierte al hombre en “lobo del hombre”, tiene una relevancia geopolítica: crear anarquía y fragmentar sociedades para luego asistirlas y someterlas desde los centros de poder. Para esto utiliza ideologías de izquierda y de derecha: en nuestro país podemos ver como los grandes medios imponen la agenda cultural de género por un lado mientras los otros fomentan el libre mercado absoluto.

Recordamos que ya nos fue advertido esto hace un tiempo, cuando Juan Perón lo expuso en su “Modelo argentino para el proyecto nacional” ante el Congreso de la nación en 1974, pleno auge de la globalización, una de las obras más importantes de la Historia Argentina, donde habla a la nación sin distinciones partidarias. Allí denunciaba esta sinarquía cultural y “una creciente anarquía de los valores esenciales del hombre y la sociedad que parece brotar en diversas partes del mundo”, asegurando y esperanzado en que “la familia seguirá siendo, en la comunidad nacional por la que debemos luchar”.

Dar vida o formar una familia hoy es hacer una revolución de amor. Luchar por la vida y la dignidad humana frente a la “revolución antropológica” que intenta llevar a cabo esta minoría apátrida es un acto de rebeldía y resistencia al poder. La soberanía de un pueblo comienza con la defensa de la vida.

No hay que deconstruir nada, hay que reconstruir todo, conservar nuestras tradiciones y costumbres fundamentadas en los valores y principios de nuestra patria para proyectarnos hacia el futuro desde un Ser auténtico consolidando la cultura nacional y así restaurar el espíritu argentino. Con la vida, desde la familia.

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