Cuando los hombres buenos conocieron el egoísmo salvaje. Por Ricardo V. López

Por Ricardo Vicente López

I.- Es mucho lo que se ha escrito sobre uno de los acontecimientos más importantes de la historia humana. Quiero tomar como punto de partida la dualidad que nació en tierras americanas que formula la pregunta: ¿Descubrimiento o encubrimiento? Según sea la respuesta habrá una revelación respecto desde qué lado se milita. Yo quiero seguir siendo fiel a todo lo ya publicado y confieso estar del lado del encubrimiento. En esa línea de pensamiento, sigo el planteo de un verdadero sabio de estas Tierras, Leonardo Boff [1], quien afirma la tesis:

Existen dos perspectivas fundamentales con referencia a 1492: la de los hombres buenos comunitarios y la de los egoístas salvajes:

«La primera perspectiva es la de aquellos que están en las carabelas, llegan y dicen: “Descubrimos”… Ponen nombre a las cosas, signo de poseerlas… Es la mirada de quien llega, que está en las carabelas, visión triunfalista… La otra visión es la de aquellos que están en las playas y ven llegar las carabelas. La de aquellos que Cristóbal Colón describe, en la primera carta a la Reina: “Son personas que tienen tanto amor que podrían dar su propio corazón, que reparten todo y dan lo mejor que tienen a los llegados. Aquellos que –llega a pensar– tal vez no han conocido el pecado original y por eso andan desnudos en la santa inocencia. Una especie de paraíso perdido”».

La definición de las dos perspectivas pinta con trazos gruesos y vívidos un panorama originario del nacimiento, o renacimiento, de dos mundos: uno imperial, que saqueará todo lo posible en los siglos siguientes; otro que padecerá en ese tiempo las consecuencias de la conquista. Agrega Boff:

«Pero ese paraíso ya se desenmascaró en 1532 con los textos que conocemos del anónimo de Méjico, uno de ellos, el famoso de Chilam Balam, un profeta maya, con los testimonios que hoy conocemos (publicados en España y en América Latina) que se llaman “El reverso de la conquista“. Allí la impresión es otra: “¡Entristezcámonos, ¡ay, porque han llegado! Nos han cristianizado, pero nos hacen pasar de un señor a otro como si fuéramos animales… Sólo por causa de los tiempos locos, de los locos sacerdotes, se ha introducido entre nosotros la tristeza, se ha introducido entre nosotros el cristianismo. Porque muchos cristianos llegaron aquí con el verdadero Dios, pero éste fue el comienzo de nuestra miseria… la causa de donde brotó la discordia oculta, el principio de las luchas con armas de fuego, el principio de los atropellos, el principio del despojo absoluto, el principio de la esclavitud por culpa de las deudas, el principio de las deudas que nos oprimen, el principio de las discordias continuas, el principio del padecimiento. Fue el principio de la obra de los españoles y de los sacerdotes, el principio de utilizar los caciques, los maestros de escuela, los fiscales… Ellos nos enseñaron el miedo, por ellos se marchitaron Nuestras flores. Para que su flor viviese, dañaron y devoraron la nuestra…»

Es la otra visión, la de los vencidos, la que quedó oculta para el mundo, es la versión de los que han soportado el impacto de la llegada de los ibéricos, portugueses y españoles. Y no es sólo lo que representó el impacto inicial, sino lo que significa hasta hoy para los indo-hispano-latinoamericanos esta presencia de fuerzas que han conquistado los cuerpos, han conquistado las almas, han sometido las culturas, desestructurado y suspendido los procesos culturales que ya tenían más de treinta mil años de antigüedad.

Concluye Boff: «Así las cosas, desde la perspectiva de los de abajo, de los de las playas, de las víctimas, se pueden valorar de distinto modo la celebración de los Quinientos años».

II.- Una reflexión desde la antropología filosófica

Todas las ciencias sociales  se apoyan en un concepto de hombre, como ser histórico-social  pero, en la mayoría de los casos, éste no aparece explicitado, a pesar de ello, indefectiblemente, incide en sus conclusiones. Es decir, detrás de cada ciencia hay una concepción de hombre. Sólo como ejemplos muy conocidos señalaré el hombre como el lobo del hombre de Thomas Hobbes [2] (1588-1697); el hombre egoísta de Adam Smith [3] (1723-1790) o el impulso biológico del  hombre de Sigmund Freud [4] (1856-1939). En estos, que pueden hacerse extensibles a gran parte de las ciencias sociales, hay una antropología implícita, es decir una idea de hombre que sostiene la argumentación pero que no se la muestra.

Sin embargo, para recuperar la esperanza y la confianza en los intentos científicos, cabe afirmar que, si bien el hombre se ha interrogado a sí mismo, por lo menos, durante casi tres mil años, en nuestra tradición occidental, sobre qué es él, sólo en este último siglo y medio ha estado en condiciones de profundizar esta pregunta con resultados altamente positivos. El Investigador de la Universidad de California, Profesor Francisco J. Ayala Pereda [5] (1934), afirma:

«El resultado de todos estos esfuerzos fue, antes de 1859 [6], fundamentalmente deficiente; puesto que una característica esencial de la  naturaleza humana – su origen evolutivo a partir de antepasados no humanos, con todo lo que ello implica- no había sido aún descubierta». [7]

Es muy importante este señalamiento porque evidencia el prejuicio de separar la Historia de  la, mal denominada, Prehistoria, dado que ignora esa continuidad. Esto agrega dificultades en lugar de facilitar la comprensión. Hoy estamos mejor que nunca antes para emprender esta tarea y esta es la razón que nos hace más conscientes de estos problemas.

Durante más veinte siglos los pueblos que habitaban lo que hoy conocemos como Europa tuvieron un trato más intenso con aquellos pueblos distantes y distintos de ellos a los que se los denominó, con cierto eufemismo, con una calificación que ha llegado hasta nosotros, los pueblos bárbaros. La sola denominación de bárbaros está implicando un alto grado de ambigüedad respecto de lo que se intenta calificar con esa palabra. Un simple ejercicio, como abrir el diccionario de la Real Academia, nos coloca ante los contenidos de ella:

«Dícese del individuo de cualquiera de las hordas o pueblos que en el siglo V abatieron el Imperio Romano; fig. Cruel, fiero, feroz, inculto, grosero, tosco, temerario, etc.».

Está más que clara la sinonimia. Pero a partir del siglo XV, con el Descubrimiento de América, (o, como se ha comenzado a calificarlo desde Nuestramérica: El Encubrimiento) se entra en contacto con pueblos extra-continentales y se comenzó a hablar de pueblos salvajes:

«Se dice del animal que no es doméstico, y generalmente de los animales feroces; Natural de aquellos países que no tienen cultura ni sistema alguno de gobierno; Dícese del hombre que vive en estado de naturaleza, en los bosques, sin morada fija, ni leyes, y es lo opuesto al hombre civilizado; Sumamente necio, terco, zafio o tonto».

Tampoco merece mayor comentario, las definiciones lo dicen todo. En este modo de definir queda expresado lo que la cultura moderna piensa de ellos (de nosotros). De parte de la Real Academia Española  la tarea consistió en recoger los significados con que se utilizan las palabras, consultar la literatura reciente, para cotejar sus usos y consultar a los especialistas de la lengua. En resumen, las ideas que la sociedad moderna tuvo y tiene de todo pueblo que no pertenezca a la civilización. Esta debe ser entendida como:

«Estadio cultural propio de las sociedades humanas más avanzadas por el nivel de su ciencia, artes, ideas y costumbres; Conjunto de ideas, ciencias, artes o costumbres que forman y caracterizan el estado social de un pueblo o una raza…; como sinónimo de cultura y opuesto a barbarie».

Veamos detenidamente lo que acabamos de leer. Dice que debemos entender por civilización los rasgos aquellos “que forman y caracterizan el estado social de un pueblo o una raza”. Entonces, se podría deducir de aquí, que es civilizado cualquier pueblo que tenga artes y costumbres.  El problema es que las tienen todos los pueblos que habitaron y habitan la tierra en los últimos dos millones de años (como veremos un poco más adelante). ¿En qué sentido, entonces, es opuesto a la barbarie? ¿cuáles serían los pueblos bárbaros, de acuerdo a esta definición? [8]

Los que no tuvieran artes  y costumbres. Sin embargo, costumbres han tenido siempre todos los hombres y sus antecesores biológicos. Hasta los animales superiores tienen costumbres,  hábitos de conducta. Nos quedaría arte. La fabricación de los utensilios de piedra, desde el Paleolítico, y de cerámicas después, podrían aceptarse, con ciertas reservas, que contenían arte. Las producciones de los últimos 35.000 años muestran una técnica pulida y un buen gusto por trabajarlos de ciertos modos, que no responden a razones meramente utilitarias. Por no mencionar las pinturas rupestres o las vasijas pintadas del Neolítico.

La intención de estas palabras es advertirle, amigo lector, sobre la cantidad de prejuicios que rondan la materia que estamos analizando. La utilización de la palabra cultura, con un uso tan restringido (como “opuesto a barbarie”), está evidenciando el prejuicio de la cultura noratlántica, acentuado durante los siglos XVI al XIX fundamentalmente. Restringió el significado de esa palabra, sólo a lo producido por ella misma, salvo las consabidas excepciones. La utilizó también como sinónimo de civilización. Paul Radin [9] (1883-1959) nos dice que en ambientes científicos no es extraño encontrar los mismos prejuicios:

«La reacción del etnólogo no profesional o del lego… es por lo común de irritada perplejidad, a la cual se asocia la sospecha de que, al fin y al cabo, verosímilmente, los pueblos primitivos están regidos por una mentalidad inferior que les es inherente… En grado considerable, y a menudo sin darse cuenta, el etnólogo cultivado formula juicios análogos al esforzarse por valorar culturas primitivas» [10].

Equivale a decir, la investigación científica ha padecido estas interferencias ideológicas durante mucho tiempo, y la siguen padeciendo. Pero puede decirse, con satisfacción, que en la última mitad del siglo XX se ha avanzado de modo significativo en estos temas y que, por lo tanto, hoy disponemos de una cantidad enorme de material y bibliografía científica de alto valor que ha despejado muchos prejuicios.

De lo dicho hasta ahora podemos afirmar que la hipótesis del salvaje primitivo  ha quedado científicamente descartada [11]. Esto nos remite a pensar la cantidad de prejuicios que arrastraban esas hipótesis. Esos prejuicios funcionaron como justificación de las conductas más brutales y depredatorias con las cuales el hombre de la modernidad europea  (el verdadero egoísta salvaje) sometió a los pueblos de la periferia, con la conquista y el saqueo. Esto llegó hasta extremos inconcebibles hoy. Si se pudo sostener, con argumentos bien elaborados, que el hombre tiene un origen salvaje, se podía, entonces, comparar sus conductas con la de los grandes felinos.

III.- ¿Educar, instruir? o reconocer otras culturas históricas y actuales

Asentada esa hipótesis, se podía poner en paralelo el adiestramiento de esos animales, con el proceso civilizatorio, también llamado evangelización, educación, instrucción, para convertir a los hombres salvajes en posibles ciudadanos. La cultura se convertía así en una transformación, no siempre exitosa, para la contención o domesticación de esos impulsos instintivos. Si hacemos un sencillo paneo (como el barrido de la imagen con una cámara de cine) sobre el mundo actual, fundamentalmente sobre los comportamientos de las fuerzas del Pentágono, y los mercenarios que los acompañan, ¿en qué categoría habría que encuadrar a los combatientes que invaden pueblos en el medio Oriente y más allá?

Pero, lo más importante para esa hipótesis de los pensadores de la Modernidad, era demostrar que en sus orígenes el salvaje solitario, fue un individuo egoísta, huraño, antisocial. Esta afirmación fue el resultado de una creación o invención de los pensadores y/o investigadores noratlánticos. Sin embargo, el hombre desde sus orígenes vivió siempre en comunidades [12]. No pretendo decir que ésta sea la imagen que hayan tenido todos los investigadores. Debo afirmar,  por el contrario, que desde comienzo del siglo XX, algunos ya han demostrado lo que quedó dicho más arriba. Lo que debe darnos para pensar es que esa verdad de la antropología científica no haya encontrado la misma divulgación que la de las hipótesis que la modernidad ha difundido.

Debemos retener que tanto el salvaje de la imagen de Thomas Hobbes como un lobo, o la  de Jean Jacques Rousseau [13] (1712-1778) como un simple buen hombre, comparten la idea de una conducta original ermitaña, solitaria, antisocial. Esto es grave porque muestra la incapacidad, o la ceguera intelectual, que se repite en muchas universidades, para entender la esencial socialidad  de lo humano. Es necesario recordar que la investigación científica sobre estos temas adquirió mucha más importancia al estudiar las experiencias de las comunidades urbanas desde el siglo XI y XII [14] en adelante, hasta el XVI, origen de la conquista de América.

Estoy tentado de agregar, amigo lector, para una comprensión más profunda, lo que han demostrado los estudios comparados de la antropología y la zoología. En el origen de nuestros antecesores: el homo habilis, por ejemplo, hace unos doscientos mil años, ya se pueden detectar sentimientos compartidos de lo que, podríamos definir, con mucho atrevimiento, en terminología actual: amor.  Esta afirmación debe ser expurgada de las connotaciones románticas que tiene esta palabra. Pero puede ser comprobado con la simple observación, por ejemplo, de las actitudes, entre otros, de la madre chimpancé con su cría y, de otro modo, con otros miembros de su manada.

Este período comienza en una fecha que se remonta hacia una época ubicada aproximadamente en unos 35.000 años. A partir de la cual se puede afirmar que una sola especie de homo se impone en toda la región del Asia menor, expandiéndose a partir de allí. Todos los demás antecesores desaparecen y la especie del Homo sapiens sapiens se establece como única sobreviviente. Si bien se plantearon hipótesis que pretendían afirmar una aniquilación de las restantes especies, no se encontró evidencia alguna de muertes violentas en los fósiles hallados.

Este hombre, el sapiens sapiens, ha mostrado conductas comunitarias, solidarias, sin dominaciones de género, desde su período nómade, hasta una etapa relativamente reciente que se podría situar alrededor de hace unos ocho o nueve mil años. El proceso de sedentarización, como consecuencia de la incorporación de la agricultura, los aferró a un territorio e incorporó la posibilidad del excedente en los bienes producidos, y su posibilidad de almacenamiento. Todo ello dio lugar a las primeras formas de propiedad, a la división social y a la institucionalización que conservaron formas de gobierno comunitarias.

IV.- El hombre comienza a ser un enemigo del hombre

La novedad, para aquellos tiempos, el sometimiento del hombre por el hombre no va más allá de unos cinco mil años, ya asentado el sedentarismo en las primeras formaciones sociales del  neolítico. Es el comienzo de las primeras luchas sociales, como expresión del conflicto en las sociedades que comenzaron a acentuar las diferencias de clases. A partir de allí, Carlos Marx afirma en el Manifiesto Comunista (1848) que «La historia de todas las sociedades que ha habido hasta el presente es la historia de las luchas de clases».

Las afirmaciones de la lucha como método de selección de los mejores, que se encuentra en Herbert Spencer [15] (1820-1903) su mayor divulgador, para la traslación a la vida social y política, de una tergiversada interpretación de lo afirmado por Charles Darwin [16]. Esas viejas teorías sociológicas están hoy ocultadas por debajo de la doctrina neoliberal, pretendiendo otorgarle una fundamentación científica que es falsa. Una vez más nos encontramos con lecturas  sesgadas por los prejuicios y los intereses perversos.

La Directora del Centro de Filosofía y Ciencias Sociales de la London School of Economics, Dra. Helena Cronin [17], manifestó que estuvo releyendo a Darwin en los últimos veinte años. Hizo un trabajo de exégesis –interpretación de un autor o de un texto — para demostrar que la interpretación tradicional de este investigador es errónea. Sostuvo en una conferencia pronunciada en Davos (Suiza), en enero de 1999:

«Darwin afirmó que la guerra en la naturaleza no era lo predominante, y que quienes son felices sobrevivirán y se multiplicarán… Si miran atentamente la naturaleza encontrarán que no todo es brutal y salvaje. Los animales no son egoístas; avisan cuando hay un predador, comparten su comida, adoptan a los huérfanos. Se comportan mucho más según las reglas morales que enseñan las fábulas de Esopo, que según las normas individualistas que la selección natural pareciera favorecer». [18]

Tomando como apoyo estas investigaciones se puede sostener que las tesis sobre el egoísmo primitivo se ha convertido en la doctrina justificatoria de una civilización (¿?), colonizadora e imperialista. Estas tesis, a partir de los últimos tres siglos, fueron el fundamento de una cultura que impuso el individualismo, la lucha como medios de ascenso social y la imposición de la voluntad de unos contra otros. Nada en la naturaleza humana permite afirmar tales cualidades como originarias de la especie. La base más clara de esta herencia cultural, en la segunda Modernidad, la podemos encontrar en la doctrina de los Padres fundadores, estadounidenses, fundamentalmente la del Destino Manifiesto a partir del siglo XVIII y comienzos del XIX [19]

V.- A modo de conclusión…

No nos debe ser ajeno el hecho de que, desde hace ya muchos años, se ha venido universalizando una limitada concepción de la particularidad del hombre [20], que no hace más que reducir sus alcances a meros temas de museología, cuando en realidad deberíamos proclamar que fuera más flexible, más tolerante, que no hiciera oídos sordos a las diversidades, que no nos impidiera apreciar cuán distintos somos unos de otros. Pero es, quizá en este punto, en el que surge la dificultad: para recuperar y reafirmar la condición humana, que ha sido tan diversa y celebradora de la vida, hay que recuperar, al mismo tiempo, el valor de la diversidad. Pero es evidente que se nos muy difícil hoy.

No cabe duda tampoco de que, en estos tiempos, esta preocupación es prioritaria en nuestra América Latina. Preocupación que se alza en medio de una profunda crisis que va dejando vacíos los modelos que imponen sistemas de valores que están muy lejos de lo esencialmente humano. Qué decir de las ideas economicistas que reducen las relaciones humanas a meras transacciones comerciales. No parecen ser más que vanos intentos por imaginar un futuro mejor reducido a problemáticas en términos económicos de moda. Pareciera que no hay más lugar que para lo atinente a núcleos empresariales y financieros que intentan regular nuestras vidas.

Pero la realidad humana, por suerte, es más rica y asombrosa de lo que cualquier informe o esquema de las instituciones internacionales intentan mostrarnos. Sin duda, la América Latina, la indígena y española, posee innumerables reservas de dignidad que, aún en medio de tan complicado panorama, pandemia de por medio, no pierden sus fuerzas. Reconocemos en los discursos de líderes nacionales, de distintos y lejanos pueblos, sus voces con denuncias, en reacción ante el impacto depredador de occidente. Llamado todavía globalización. Son pueblos víctimas del injusto reparto del mundo. Pero sus gritos no piden un nuevo reparto. Sus reclamos no aparecen como ávidos de exhibición, sino son una forma explícita de resistencia cultural.

En este octubre se cumple un aniversario más del doble fenómeno que ya fue bautizado en nuestras tierras como el Descubrimiento-encubridor de 1492. Es mucho el sufrimiento que impuso. Hoy, a pesar de todas las dificultades, estamos nuevamente en camino para liberar a nuestros pueblos y recomenzar la construcción de un mundo socialmente justo, económicamente libre y políticamente soberano.

[1] Teólogo franciscano, filósofo, escritor, profesor y ecologista brasileño. Profesor de Teología Sistemática y Ecuménica en el Instituto Teológico Franciscano de Petrópolis, Profesor de Teología y Espiritualidad en varios centros de estudio y universidades de Brasil y del exterior, y Profesor visitante en las universidades de Lisboa (Portugal), Salamanca (España), Harvard (EUA), Basilea (Suiza) y Heidelberg (Alemania).

[2] Fue un filósofo inglés, cuya obra Leviatán (1651) influyó de manera importante en el desarrollo de la filosofía política occidental. Es el teórico por excelencia del absolutismo político.

[3] Economista escocés, estudió en la Universidad de Glasgow, fue docente en la Universidad de Edimburgo, y de Glasgow, como profesor de lógica y filosofía moral.

[4] Fue un médico neurólogo austriaco, padre del psicoanálisis y una de las mayores figuras intelectuales del siglo XX.

[5] Biólogo español, nacionalizado estadounidense, especialista en evolución. Representa a la segunda generación en la lista de los representantes más ilustres del neodarwinismo.

[6]  Fecha de la publicación del libro de Charles Dawin: El Origen de las Especies.

[7] Francisco J. Ayala, Origen y evolución del hombre, Alianza Editorial, 1985.

[8] Sugiero la lectura de Civilizados y bárbaros, en la página www.ricardovicentelopez.com.ar en la Sección Biblioteca, para un estudio con mayor detalle.

[9] Fue un antropólogo cultural y folclorista estadounidense, muy leído en el comienzo del siglo XX. Dictó clases en la Universidad de California en Berkeley y en la Universidad de Chicago.

[10] Paul Radin, El hombre primitivo como filósofo, EUDEBA, 1968.

[11] Sobre el tema de los hombres de los últimos 50.000 años sugiero la lectura de mi trabajo El hombre originario, publicado en la página www.ricardovicentelopez.com.ar Sección Biblioteca.

[12] Remito a lo ya sugerido en las notas nos. 6 y 9, de este trabajo.

[13] Filósofo suizo. Autor de Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres y Del contrato social.

[14] Sugiero consultar en la página www.ricardo.vicente.lopez.com.ar Los orígenes del capitalismo moderno, Parte I, apartado 3,

[15] Filósofo inglés, junto con Charles Darwin fue el responsable de la difusión de una versión sesgada, para uso político el Imperio, de la teoría de la evolución.

[16] Publicó en El origen del hombre (1871) un libro que despertó mucha crítica de parte de gente, incluidos profesionales, cuyos arraigados prejuicios les impidieron aceptarlo.

[17] Es una destacada filósofa racionalista y darwinista autora de El altruismo y la selección sexual de Darwin a la actualidad.

[18] Fast Company, El neodarwinismo defiende la “economía del don”, Diario Clarín, 7-XI-1999.

[19] Se puede consultar mi nota  Nº 53.-  El destino manifiesto – ¿Por qué Dios eligió a ese pueblo por sobre el resto de la humanidad? En la página www.ricardovicentelopez.com.ar Sección Reflexiones políticas.

[20] El neoliberalismo tiene fecha de nacimiento en el Coloquio Walter Lippman realizado en París en 1939.