Alerta: ¿Planea Macri avanzar hacia la dolarización de la economía eliminando el peso?

En el año 2001 la caída de De la Rúa y con él la convertibilidad de Domingo Cavallo abrió el camino a dos vías posibles: la megadevaluación o la dolarización (al estilo de Ecuador que dejó de emitir moneda propia para pasar a utilizar al dólar norteamericano como única moneda de curso legal). El desfalco económico actual con una creciente devaluación del peso, un nivel de endeudamiento sin precedentes, tarifas públicas ancladas al dólar y la posibilidad de una espiralización de la inflación podría resucitarse el plan que Cavallo tenía para el caso de que no cayera el gobierno en 2001: la dolarización de la economía argentina, con lo que nuestro país perdería una de las principales herramientas económicas: tener una política monetaria propia a partir de una moneda soberana.

Mark Mobius era en 2001 Jefe de Mercados Emergentes de Franklin Templeton Investments, uno de los fondos de inversión que volvió al debate público junto a BlackRock en la última compra de bonos “BOTES” que ayudó al gobierno a sostener el sistema de la bicicleta financiera vía LEBACS. Mobius en aquel momento sugirió para terminar con la crisis la dolarización de la economía y un tratado de libre comercio con los Estados Unidos: “La dolarización es la mejor solución. Puede ser el comienzo junto con la firma de un tratado de libre comercio con Estados Unidos. Esto último sería un gesto espectacular para crear una nueva atmósfera alrededor del país”. 

De la Rúa y Cavallo analizaron cómo aplicar la dolarización en la Argentina en diciembre de 2001. Así lo reflejaba Clarín por aquel entonces: “Con la economía paralizada, los conflictos sociales en ascenso y la convertibilidad que motorizó el crecimiento de los 90 en estado vegetativo, el Gobierno puede decidir en los próximos días o semanas cómo será el final del plan que imperó en la Argentina durante la última década. La libre flotación del peso, que es una forma de devaluación, o la adopción del dólar como moneda local (eliminando el peso o reduciéndolo a una porción mínima de la economía) son las dos opciones que maneja Fernando de la Rúa. Atrapados entre la amenaza del default y la pérdida del control político del país, el Presidente y su ministro de Economía, Domingo Cavallo, estudian hoy la dolarización y confían en que pueda evitar el colapso inmediato de la economía —y del Gobierno— pese a los altos costos que, según muchos reconocen, podría tener en el mediano plazo. Aunque la economía local ya está regida por la moneda norteamericana, la dolarización total podría cambiar la vida de los ciudadanos: la política monetaria estaría atada a la de EE.UU. y el Estado podría pagar sueldos y cobrar impuestos en dólares”.  La fundación de Domingo Cavallo apoyaba esta “salida”: “El gobierno está “técnicamente en posibilidades de instrumentar la dolarización” dice un informe publicado el miércoles por el Instituto de Estudios de la Fundación Mediterránea (IERAL) que lidera Cavallo, donde se descarta la devaluación”.

Y hasta daban plazos concretos para su implementación: “Los más optimistas especulan con marchar a la dolarización a fines de febrero, cuando la Argentina termine la renegociación de la deuda y esté, supuestamente, en una posición menos apremiante”.

Los sectores económicos que se habrían beneficiado son los mismos que hoy hegemonizan el Gobierno de Macri: “el Gobierno recoge también la presión de los sectores creados o robustecidos durante la convertibilidad: el sector financiero y las empresas de servicios privatizadas, que presionan para que no pierdan valor sus activos en el país”.

En aquel agitado 2001, el periodista económico Maximiliano Montenegro exponía cómo se instrumentaría:

“¿Cómo se llegaría al día D… día de la dolarización? Los analistas coinciden en que habría que dar tres pasos: uno político, uno legal y otro instrumental. Este último sería más sencillo de lo que se puede imaginar, aunque no estaría exento de peligros: como ser, derivar en una crisis bancaria. Sea como fuere, nadie se anima a presentar a la dolarización en la actual coyuntura como una solución para sacar a la economía de la crisis en el corto plazo y, más a mediano plazo, de la recesión. Más aún, incluso entre los defensores de la dolarización de la primera hora, hay quienes dicen que en la actualidad impulsarla podría agravar las cosas. La idea es que la desconfianza de los inversores, que mantiene el riesgo país por las nubes, no radica en el riesgo de devaluación sino en el riesgo de cesación de pagos de la deuda. Y éste riesgo de default podría aumentar si se dolarizara. A su vez, los detractores históricos de la dolarización aseguran que sería condenar a la economía a la depresión perpetua.
Los pasos de la dolarización, según explican quienes en algún momento estudiaron aplicarla en la Argentina, serían los siguientes:
– Habría que construir un consenso político para realizar el proceso en el marco de una ley y no de un decreto.
– La ley se desdoblaría en dos partes: por un lado, extinguiría el peso como moneda de curso legal y, por el otro, declararía al dólar como única moneda continuadora de las obligaciones y contratos constituidos en pesos.
– Para instrumentarla, se establecería una fecha límite para que el Banco Central recibiera los pesos circulantes y entregara a cambio dólares. Lo que compraría el Central con sus reservas de dólares serían los billetes y monedas en pesos en bolsillo del público más los billetes y monedas en la caja de los bancos.
– Para ello, como las reservas del Central –poco más de 20 mil millones de dólares– están depositadas a interés en bancos de primera línea en Nueva York, habría que traer en aviones desde esa ciudad los billetes físicos. Las cajas de ahorro, cuentas corrientes, plazos fijos y créditos denominadas en pesos, en cambio, serían automáticamente pasadas de pesos a dólares, lo cual se haría mediante un asiento contable en los bancos.
Una vez completado el proceso, la economía quedaría dolarizada, pagándose entonces todas las transacciones habituales de la economía en dólares, incluidos, por su puesto, los salarios públicos y privados, y las jubilaciones.”

En Ecuador, la decisión se tomó de un día para el otro con un mensaje por cadena nacional del presidente Mahuad en enero de 2000. La medida generó enormes dificultades al futuro gobierno de Rafael Correa, limitando su margen de acción y fue imposible volverla atrás.

Así opinó el ex presidente de Ecuador y economista Rafael Correa la catástrofe de la dolarización:

Para el 20 de diciembre de 2001, el CATO Institute, entidad financiada por fundaciones ligadas a la CIA norteamericana, presentaba el plan de dolarización:

• Reemplazar oficialmente el peso por el dólar estadounidense.
• Eliminar al Banco Central como entidad emisora de moneda. Transferir sus activos financieros a otras entidades.
• Permitir a los bancos emitir billetes. Los billetes bancarios no deberían ser de aceptación obligatoria; como los cheques de viaje emitidos por los bancos, la gente tiene la opción de adoptar o no.
• Eliminar los controles de cambio rápidamente después de la dolarización lo que debería ser factible ya que la dolarización aumentaría la confianza en el sistema bancario.

Y proponía los pasos a seguir para su implementación: “Para alejar lo más posible la tentación del gobierno de volver a emitir moneda, no debería emitir monedas, tanto sin respaldo como el caso de Panamá o con respaldo de reservas extranjeras como el caso de Ecuador. Sin embargo, la provisión de monedas existente debería mantenerse en circulación y el gobierno debería tener el poder de emitir una pequeña cantidad de monedas para reducir el stock que han sido acuñadas pero que no están en circulación. El límite de emisión de monedas del gobierno debería ser de 700 millones de pesos. Una vez llegado a ese tope, el gobierno no debería emitir más monedas para reemplazar a las viejas monedas. La gente puede utilizar monedas emitidas por el gobierno estadounidense o, tal vez, por bancos, para complementar los billetes emitidos por los bancos”.

Más recientemente Domingo Cavallo sugirió un paso intermedio con una economía bi-monetaria y el ultra liberal Javier Milei directamente pidió eliminar el Banco Central (minuto 7):

El periodista económico de Página 12, David Cufre, mencionó el tema en una nota del 19 de mayo de 2018: “Desde que el Gobierno eliminó el llamado “cepo” cambiario, la tendencia de adquisición de divisas fue siempre en aumento. Entre enero y diciembre de 2016 la compra bruta de billetes fue de 19.665 millones de dólares, a un promedio de 1639 millones por mes. En igual lapso de 2017 la cifra se catapultó a 32.796 millones o 2733 millones por mes. Y entre enero y marzo de este año fueron 8291 millones, a razón de 2764 millones por mes. Los números de abril y mayo seguramente elevarán aún más la marca, dado que el comportamiento de los ahorristas cada vez que hubo corridas cambiarias fue volcarse con mayor intensidad a la incorporación de divisas. A este factor estructural de desequilibrio del sector externo se suman otros: el déficit comercial record por la avalancha importadora, el déficit de turismo y gastos en el exterior, el pago cada vez más alto de intereses de la deuda externa y la remisión de utilidades de las multinacionales a las casas matrices. El Gobierno ignoró estos elementos que fueron cavando la fosa de su modelo económico porque contaba con financiamiento de los mercados, tanto para la colocación de títulos públicos como para captar capitales especulativos con las tasas por las nubes. Cuando el esquema finalmente crujió, apareció el Fondo Monetario para negociar una renovación del crédito. La pregunta que queda flotando cuando estas divisas también se acaben es si volverá el proyecto que el establishment financiero no pudo imponer después de la debacle de 2001: la dolarización”.

Por su parte, Claudio Scaletta, redactor económico del suplemento Cash de Página 12, consultado por KontraInfo sobre este tema, alertó: Imagino que está en la mente de la mayoría del gabinete, es el sueño húmedo: dejar al Estado casi sin política monetaria. Cuando imaginamos lo peor, siempre se superan…“.

La dificultad para dolarizar la economía reside en las pocas reservas de libre disponibilidad con las que cuenta el Banco Central de la República Argentina. Si se divide la totalidad de la masa monetaria en pesos por la cantidad de dólares disponibles en las reservas, la relación peso-dólar debería acercarse a los $100 por dólar, algo por el momento inviable.

 

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