El 24 de abril de 1915 Turquía inició un proceso que terminó con la vida de 1,5 millones de armenios. La excusa fue el contexto de la 1era. Guerra Mundial y la desconfianza sobre las alianzas de este pueblo. Lo cierto es que dentro del Imperio Otomano, los armenios como minoría étnica y cristiana reclamaban igualdad en el trato respecto al resto de la sociedad y eran una molestia para la mentalidad racista y los planes políticos del gobierno.
Su impunidad sirvió de aliciente para los genocidios que le siguieron: se le atribuye a Adolf Hitler la frase “¿quién se acuerda hoy del genocidio de los armenios?”. Cuando no hay memoria, difícilmente haya justicia. Por eso los poderes cómplices de aquella desaparición masiva de vidas también buscaron hacer que el hecho desaparezca de la historia. Parece mentira que a 100 años de ocurrido, Turquía aún siga negando al genocidio armenio. Su presidente Erdogan condenó una reciente declaración del Papa Francisco sobre el tema y lo acusó de decir “estupideces”.
20 países en el mundo reconocen este genocidio: Argentina, Armenia, Bélgica, Bolivia, Canadá, Chile, Chipre, Francia, Grecia, Italia, Líbano, Lituania, Holanda, Polonia, Rusia, Eslovaquia, Suecia, Suiza, Uruguay, El Vaticano y Venezuela.
La primera potencia mundial y supuesto promotor de la democracia y los derechos humanos en el mundo, Estados Unidos, se niega a reconocerlo. Israel, a pesar del pasado del pueblo al que dice representar, también se mantiene en una postura negacionista. Otro tanto ocurre con Gran Bretaña. Parece que las convenientes alianzas de estos estados con Turquía es mucho más fuerte que su proclamada ética o moral. Quizá también el peso de sus propias masacres en Medio Oriente, por motivos no muy distintos a los del Imperio Otomano, los obliguen a callar.
El desconocimiento y la falta de memoria siempre colaboran con la impunidad de los poderosos de ayer y de hoy. Por eso conocer la historia de nuestros pueblos es tan importante. Ojalá algún día se haga justicia.