12 de Octubre: hispanidad, identidad nacional e indigenismo. Una lectura crítica del “Día de la Diversidad Cultural”. Por Facundo M. Quiroga

12 de Octubre: hispanidad, identidad nacional e indigenismo
Por Facundo M. Quiroga

El 12 de Octubre se celebra un nuevo aniversario de la llegada de Cristóbal Colón y sus hombres al continente americano. Pocas fechas han sembrado tantas polémicas como esta. Desde la denominación de “Día de la Raza” con la que hemos crecido y con la que nos hemos educado, hasta la nueva denominación de “Día del Respeto a la Diversidad Cultural”, diferentes posturas filosóficas, políticas e historiográficas se trenzaron en discusión sobre el análisis y la interpretación de los acontecimientos que devinieron en toda una era que cambió la historia de la humanidad, y que modificó el orbe, sus sociedades y sus culturas para siempre.

Nos centraremos en ciertos aspectos controversiales de la denominación actual en relación a la tradicional, con el fin de dilucidar qué está detrás de este cambio, y por qué es necesario replantear, en estos tiempos de emergencia y urgencia del armado de grandes bloques regionales, no sólo el nombre, sino el trasfondo teórico que justificó la modificación y el sentido de la fecha.

El 12 de Octubre “diverso”

Primero, lo que dice el Decreto Nacional 1584/2010, que oficializa el cambio de nombre de la fecha:

“(…) se modifica la denominación del feriado del día 12 de octubre, dotando a dicha fecha, de un significado acorde al valor que asigna nuestra Constitución Nacional y diversos tratados y declaraciones de derechos humanos a la diversidad étnica y cultural de todos los pueblos.” (cursivas nuestras, Ídem en adelante)

El principal organismo público que llevó adelante la iniciativa de la modificación fue el Instituto Nacional contra la Discriminación, la xenofobia y el racismo, más conocido como INADI. La justificación oficial dice así:

“El 12 de octubre se llamó tradicionalmente Día de la raza (lo ponen así, sin mayúsculas), que representa el momento histórico en que Europa occidental arribó por primera vez al continente americano y lo “descubrió”. A raíz de un cambio cultural que desecha la idea de razas para pensar en la diversidad como riqueza fundamental de la sociedad, se aprueba en 2005 el Decreto Nacional 1086/2005 en donde se propone transformar el 12 de octubre en un Día de reflexión histórica y diálogo intercultural. En 2010, a solicitud de los Pueblos Indígenas de Argentina, se firma el Decreto Presidencial 1584/2010 donde se cambia la denominación por Día del Respeto a la Diversidad Cultural. En el Día del Respeto a la Diversidad Cultural, el INADI reconoce el valor identitario y pluriétnico que atraviesa a nuestra Nación desde su conformación histórica como Estado. (…) La diversidad cultural es un valor que deber ser celebrado, porque resguarda en última instancia la esencia humana misma, que es la diferencia y el cambio sobre el que se erigen los derechos humanos para todas las personas”.

Ese es el principal argumento que se esgrime. Hay que entender que organismos oficiales como el INADI y ONGs como el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) han desarrollado, desde la Ley de Educación Nacional de 2006, una enorme influencia en la redefinición de las categorías con las que la escuela pública enseña la historia americana. Con producciones que constan de muy buena calidad en algunos aspectos, pero que también presentan claros visos de introducción de la agenda progresista, el campo de los “estudios culturales” se acercó a la educación y nunca la abandonó; de hecho, ha intensificado notablemente su accionar, sobre todo a partir de la introducción de la agenda de género. La punta de lanza fue, sobremanera, la universidad pública.

Es más: más allá de las opiniones que uno pueda tener al respecto, hay unidades políticas que fueron mucho más allá, reformando la estructura del Estado en pos de la “plurinacionalidad”, como Bolivia, y también radicalizando sus posiciones respecto del propio 12 de Octubre, como Venezuela, en donde pasó a denominarse “Día de la Resistencia Indígena”. Aquí, quien lleva la batuta en la introducción de este término es el Movimiento Nacional de Mujeres (posteriormente de Mujeres y Disidencias), que tuvo intenciones de declarar al encuentro como “Plurinacional”, sin llegar a un acuerdo todavía por rencillas internas.

Lo que queremos que se observe es cómo se hace esa traslación semántica introduciendo conceptos nuevos que emergen a partir de la puerta que el propio INADI abre en un primer momento: se pasa de “intercultural”, “pluriétnico”, a “plurinacional”, una palabra cada vez más frecuente en la retórica del progresismo. Invitan a pensar la idea de que los pueblos originarios, todos, son y siempre fueron “naciones”, y que los estados nacionales les deben una “reparación” (ya sea por sus campañas militares internas o por los hechos del período virreinal), o bien los declaran directamente como enemigos irreconciliables. Sería la aplicación extrema del nacionalismo esencialista que analiza el pensador Marcelo Gullo respecto de la injerencia ilustrada en el continente, que estimuló la idea de que las naciones que se independizaron del Imperio Español ya existían desde siempre.

El 12 de Octubre original

El Día de la Raza queda proclamado en el año 1917, durante la presidencia de Hipólito Yrigoyen. Así finaliza el decreto:

“(…) siendo eminentemente justo consagrar la festividad de la fecha en homenaje a España, progenitora de las naciones a las cuales ha dado con la levadura de su sangre y la armonía de su lengua una herencia inmortal, se declara Fiesta Nacional el 12 de octubre.”

Es cierto que la festividad se inicia con España como referencia. No hay en el decreto mención a los pueblos indígenas. Pero aún siendo así, el contexto histórico nos indica que la preocupación por la identidad americana ya se formulaba como problema fundamental, ante el avance de las disputas imperiales y el internacionalismo obrero en plena gran guerra. Urgía repensar el legado hispánico para construir una síntesis entre la ilustración y el positivismo ochentista, el modernismo, la cultura católica y la democracia popular como fenómeno político que comenzaba a dar sus primeros pasos en el continente. Así, autores como José Enrique Rodó con su Ariel o la obra de Rubén Darío, Ricardo Rojas, José Martí entre muchos otros, comienzan, desde todos los rincones, con sus diversos estilos y también sus diferencias, a buscar dicha síntesis desde la poética, la narrativa o el ensayo.

Se arriba a un punto nodal en la rica historia de la fecha cuando, recogiendo el guante de la iniciativa cultural hacia la síntesis continental, el escritor mexicano José Vasconcelos postula, en su libro “La raza cósmica”, una idea de conjunción iberoamericana que expande a lo largo de toda la obra. Es así como el Día de la Raza llega a celebrarse en el corazón de una civilización mestiza en 1928. Dice Vasconcelos:

“El objeto del continente nuevo y antiguo es mucho más importante. Su predestinación obedece al designio de constituir la cuna de una raza quinta en la que se fundirán todos los pueblos, para reemplazar a las cuatro que aisladamente han venido forjando la Historia. En el suelo de América hallará término la dispersión, allí se consumará la unidad por el triunfo del amor fecundo, y la superación de todas las estirpes”

Como podemos observar, en esta justificación, no se encuentra ni una sola alusión a racismo alguno, a superioridad e inferioridad. Todo lo contrario: el Día de la Raza aparece como expresión de síntesis de la identidad americana. Tampoco aparecen alusiones biológicas; lo que sí figura es un afán de construir, tal como lo expresaban otros intelectuales de la primera mitad del siglo XX como Manuel Ugarte o Víctor Haya de la Torre, una unidad política territorial, popular y superadora de las diferencias, sin pretender anularlas.

Hay que observar también que nunca se habla de naciones separadas en el afán celebratorio de la fecha. Esa unidad era inconcebible si se colocaban por encima las mezquindades locales. Un especial lugar lo ocupa la lengua española, alabada y reivindicada por todos los intelectuales americanistas sin excepción, elemento fundamental que nos une como ningún otro territorio en el mundo.

Replantear las claves de lectura progresistas

Dando cuenta del profundo ideal sincrético y autónomo de lo que, desde tiempos de Yirigoyen, se entendió por raza, y aduciendo también que esta raza abarcadora de los bloques hispano-católico, indígena y afroamericano se constituye en oposición y en guerra cultural declarada contra la “sajonidad”, al decir del intelectual mexicano; pero también habiendo manifestado que el propio General Perón, de ascendencia tehuelche, legitimó como pocos el valor político y cultural de dicho sincretismo pura y exclusivamente americano (invitamos a leer su discurso sobre la hispanidad del 12 de Octubre de 1947), podemos realizar algunos planteos, y algunas preguntas, que invitamos a debatir, pero que requieren, sí o sí, que no se mate al mensajero y que se dejen los prejuicios sobreideologizados de lado.

Nos preguntamos: ¿cómo fue posible o cómo fue que surgió, en el INADI (una de las instituciones insignia del progresismo posmoderno) la idea de que “raza” podía solamente aludir a superioridad o a desprecio a los “pueblos originarios”, cuando no hay una sola mención despectiva hacia el pasado indígena del continente? Que Yrigoyen haya decretado el día en reivindicación de la hispanidad, no conduce de ninguna manera a que se postule una eliminación del componente indígena de nuestra identidad, ya hemos hablado del contexto y de lo profuso y nutricio de los autores americanistas de su tiempo. De hecho, todos esos intelectuales ya se encontraban revisando gran parte del roquismo y de sus consecuencias políticas y económicas.

No hay una correspondencia entre lo que el INADI deja entrever por lo que entiende como “raza”, y el sentido que el término condensa de parte de la intelectualidad y la política nacional y continental. Esto nos da la pauta para argüir que, o bien el INADI no tiene idea de dicho periplo histórico del concepto, o bien lo tiene y, a sabiendas, lo rechaza para imponer su idea de “diversidad cultural”, en concordancia con las teorías interseccionales y “decoloniales” emergidas, dicho sea de paso, de la academia anglosajona posmoderna. Deciden tirar por la borda todo el legado cultural autóctono, nacido en esta tierra, para adoptar el posmodernismo sin debate alguno.

Existe en la argumentación del INADI otra incongruencia escandalosa: afirma que “Europa occidental” llegó a América. Lamentablemente para ellEs (¿quizás? ¿También el INADI podría sostener que hubiera sido mucho mejor que nos conquistasen los ingleses?), es España quien lo hace, quien toma la iniciativa (y de inmediato se lanza Portugal), no Europa Occidental. Si ya la justificación arranca con semejante dislate de poner en un mismo saco a España y, por caso, Gran Bretaña, sería eso prueba suficiente de escasos conocimientos históricos. Pero es un recurso muy efectivo para ahorrarnos trabajo intelectual: Son todos colonialistas, racistas, e hicieron un genocidio del cual, obivamente para ellos, España es el perpetrador más cruel y sanguinario. El problema de esta imprudencia es que la definición de raza como concepto biológico es de origen anglosajón, y jamás tuvo nada que ver con el Reino de las Españas.

De hecho, y en rigor, el Día de la Raza era la única fecha celebratoria de carácter específicamente continental. Todo lo que logró el progresismo hispanofóbico fue, en base a recortes arbitrarios de la historia cuando no directamente falsedades desarrolladas al amparo de los intereses británicos, lograr que lo que fue una fecha integradora, cambie el sentido según cada país. Es decir, de fecha continental termina siendo una fecha nacional, haciendo perder el sentido original, o bien, elaborando uno nuevo que tenga cualquier cosa (reivindicación de “naciones” que jamás existieron, invisibilización de las contradicciones al interior del mundo prehispánico, ocultamiento de las masacres y conquistas aztecas e incas respecto de los pueblos vecinos, etc.) menos la invitación a la síntesis y al mestizaje.

Es el propio INADI, finalmente, quien termina introduciendo el biologicismo: cuando habla de que el concepto de “raza” es rechazado, no hace más que dejarse llevar por cualquier diccionario y no por la historia, o bien por la historia contada por el progresismo, totalmente influido por el relato negrolegendario, pero que no escatima esfuerzos en legitimar el concepto de raza como una unidad puramente biológica, tal como lo desarrolló el darwinismo social. Cree que raza es lo mismo para todos, hablemos del mundo hispánico o del mundo anglosajón, cuando a las claras, y con los argumentos en la mano, no lo es. Para la tradición hispánica, la raza no tenía ningún contenido de carácter biológico; el concepto de raza es espiritual y cultural.

Los peligros de un nuevo esencialismo separatista

Uno de los grandes peligros del machaque en torno al Día de la Diversidad Cultural, es construir un relato esencialista de los primeros habitantes de este suelo, a lo que el término “pueblos originarios” le es funcional, de fácil y apresurada lectura, que lejos está de llamar a la unidad nacional. En rigor, una de las maniobras de la diplomacia anglosajona es, precisamente, atacar la estructura cultural y política de los estados nacionales, unificando las demandas de los “pueblos originarios” teniendo como enemigos a los estados, planteando reivindicaciones de soberanía que lejos están de ser verdaderas históricamente.

Esto último lo vemos, por ejemplo, en lo que constituye la cultura mapuche, a la que respetamos y reivindicamos (sin pretender jactancia alguna respecto de mi experiencia en el área, por otra parte, sumamente enriquecedora); pero tomar sólo un criterio -por ejemplo, la expansión de la lengua mapuzungun-, para definir una geografía cultural (la “Nación Mapuche”, según mapas difundidos por la muy minoritaria ONG Mapuche International Link, llegan casi hasta la Ciudad de Buenos Aires) nos deja bastante inquietos respecto de la legitimidad que puede ir ganando el discurso separatista muchas veces enarbolado por el propio INADI a través del concepto de “diversidad cultural”, del cual ya hemos hablado respecto de su origen anglosajón.

No hay que engañarse, de todas formas, los discursos separatistas siguen siendo muy minoritarios, pero tengamos en consideración que estos tiempos son muy distintos: por caso, la Ministro de Mujeres, Género y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta, ex abogada de Milagro Sala y Facundo Jones Huala, forma parte de la ONG de “Derechos Humanos” Frontline Defenders, con sedes en Dublin y en Londres, financiada también por las consabidas Ford Foundation (CELS de Horacio Verbitsky) y Open Society Foundations, entre muchos otros, y la titular del propio INADI es la Abogada Victoria Donda, también vinculada a la fundación regida por George Soros. Es decir, hay agentes que profesan una ideología separatista en el riñón del gobierno, y nos ahorramos el recuento de hechos nefastos que han ocurrido en estos meses en relación a su accionar.

Los cuadros políticos gubernamentales actuales adolecen de un analfabetismo histórico, cultural, literario e intelectual escandaloso; no han desarrollado, desde la recuperación democrática, ningún sentido de la necesidad de unificar nuevamente la Nación y el Continente, retomando la síntesis que había llegado a su máxima y objetiva expresión con el General Perón y que, por el ala neoliberal conservadora, las dictaduras (que lejos de promover un auténtico nacionalismo, se encargaron de mancillar los símbolos extranjerizando todo lo que pudieron los factores de desarrollo nacional) se encargaron de destruir, inaugurando el derrotero del desastre en todo sentido.

En un contexto internacional que llama a construir grandes bloques civilizatorios, centrados en la unidad histórica, política y cultural, no podemos resignarnos a volver a caer en la balcanización y los resentimientos fomentados por el extranjero. La hispanidad, el indianismo, la negritud, y también la inmigración, que se mezclan y producen expresiones nuevas constituyendo una identidad nacional y continental única y sólida, más allá de los anglicismos que pretenden, desde hace décadas, tergiversarla e infravalorarla, deben ser defendidas como formando parte de un bloque indisoluble, como una ecúmene característica.


Nota originariamente publicada por Kontrainfo el 12 de octubre de 2020.

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